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En el último minuto, Claudia Sheinbaum Pardo enarbola las expectativas de triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Abre una sonrisa mecánica, y aunque dice que está “muy contenta” y “vamos a ganar la Presidencia de la República y la Ciudad de México”, tiene el rostro duro.
Alejandra Barrales Magdaleno ha exasperado a la lopezobradorista con acusaciones de que es responsable de la tragedia del Colegio Enrique Rébsamen y del Tecnológico de Monterrey debido al sismo del 19 de septiembre pasado.
Están en el primer debate que se abre por la capital del país, de hecho, el inicial de todo el proceso electoral de 2018, en un estudio de Canal Once, bajo la conducción del periodista Javier Solórzano, que durante dos horas cumple el novedoso guión acordado por siete candidatos registrados.
Hubo intercambio de señalamientos críticos; los más numerosos y agudos entre las candidatas Sheinbaum y Barrales; todos se han ocupado de Mikel Arriola Peñalosa.
Marco Rascón Córdova, del Partido Humanista (PH), con amplia experiencia en el foro público, hasta lee versos de Efraín Huerta, aprovecha la exposición ante las cámaras; Mariana Boy Tamborrell, del PVEM, ocupa la mayor parte del tiempo en sus propuestas, y sólo al final contrasta su oferta con Barrales y Sheinbaum.
Purificación Carpinteyro Calderón, del Panal, es enfática, enérgica, tutea ante las cámaras. Lorena Osornio Elizondo, independiente, explica que tiene dificultades para expresarse con palabras, que ella es de acción.
Tocan los temas de Urbanismo y Sustentabilidad y Seguridad y Justicia y, de manera inevitable, se reparten señalamientos de corrupción de sus bandos. Los rostros descansados, sonrientes, de la llegada al Casco de Santo Tomás, como en las peleas de box, cobran rigidez, tensión cuando avanzan a la recta final.
Se encuentran en un estudio al que sólo han entrado sus acompañantes, quienes ingresaron por una puerta diferente a la de los siete candidatos que caminan por una pasarela ante los camarógrafos y fotógrafos, bajo el tenue sol vespertino.
El que viste formal es Arriola Peñalosa, de traje negro, camisa blanca, corbata oscura, con una expresión de ojos grandes, como de azoro, que en momentos parece cómica, sobre todo cuando Rascón Córdova, de informal camisa tipo guayabera, le dedica una sentencia histórica en la que lo injerta en el lado negro de la historia de México, y lo acomoda con Porfirio Díaz, José Ives Limantour, Gustavo Díaz Ordaz...
Las señoras lucen sencillitas. Lorena Osornio, Mariana Boy, Claudia Sheinbaum, se ven informales. Purificación Carpinteyro, de oscuro y blusa turquesa, tiene soltura en el hablar, el color del lápiz labial rojo es permanente y la sonrisa frecuente. Alejandra Barrales luce un saco blanco que atenúa su piel morena.
El arribo. En carros convencionales llegaron al lugar del debate. Han caminado frente a los periodistas que les gritan para que les obsequien comentarios y, reservados, ven candidatos serios, inexpresivos, que alzan el brazo y les obsequian ademanes.
Unos alzan el pulgar, Carpinteyro pide: “Voten por mí”; Mariana Boy por nada dice algo; Arriola Peñalosa suelta unas palabras en las que vaticina que acabarán años de corrupción y clientelismo.
Sheinbaum sonríe más en la pasarela ante los periodistas que frente a las cámaras televisión. Adentro se acomodan quienes le dan apoyo presencial: el senador Alejandro Encinas, de izquierda, ya no del PRD, tampoco de Morena, y su coordinador de campaña Alfonso Suárez del Real. Completan el cuadro Jesús Ramírez Cuevas, Esthela Damián, Iván Escalante.
En el flanco de la coalición Por la Ciudad de México al Frente, con Barrales vienen un contingente encabezado por Dante Delgado, Manuel Granados, Mauricio Tabe, Xóchitl Gálvez, Julio César Serna, Héctor Serrano, Héctor Miguel Bautista.
Arriola va con un equipo de tres personas, no hay jerarcas con él. Rascón tampoco requiere compañía. Boy viene con Arturo Escobar, y otros dos dirigentes. Osornio, el personaje sin partido, es la que tiene menos recursos y apoyos en este mar de políticos y de logística que implica un debate político en televisión “en vivo”.
Un dispositivo de seguridad, con un cordón policiaco de dos cuadras de distancia, encierra esta televisora del Instituto Politécnico Nacional (IPN), que será la sede de los siguientes dos debates.
En la edad de las redes sociales y la comunicación digital, el debate se reproduce en esas plataformas. La señal, bajo el emblema de la autoridad electoral de la Ciudad de México, está al alcance del público de la entidad más importante del país.
El reto es atraer y mantener la atención del público. Solórzano, en los dos temas del debate formula preguntas a los candidatos de estricto interés periodístico.
Ha habido muchas cifras, cantidades, incluso distintas, como por ejemplo, para calcular lo que cuesta un kilómetro de Metro; la llovizna de propuestas de solución a los problemas va contrarreloj.
Tiempos, pasos, pormenores, forman un entramado que no deja espacio a la espontaneidad. Marco Rascón ha sido el alegórico en la expresión y en sus ocurrencias, este Superbarrio, más de dos décadas después, juega y reta a una pelea a Batman, personificado, dice, por Arriola, que es, condena, un retrógrada.
Dueñas de agilidad intelectual, Carpinteyro, Barrales, Boy y Sheinbaum, se han ocupado en el tema de Urbanismo y Sustentabilidad con sus minutos y segundos disponibles, y al sujetarse al cronómetro dejan a un lado la naturalidad. Osornio sufre al hablar. Se tropiezan las palabras, algunas no las pronuncia, dice lo contradictorio. Se va a disculpar porque no sabe decir las ideas, pero no se abre, sostiene su oferta distinta a los partidos políticos.
Cierran sus participaciones con más contrastes y con ese cartabón de que van a ganar la elección. Y el ejercicio, primero de tres, acaba. Son siete y han estado en dos horas de televisión de debate a la mexicana.