Nada los detiene. Ni el frío, ni la lluvia, ni las largas distancias que tienen que recorrer desde sus lugares de origen para llegar a su cita anual: a la Basílica de Guadalupe, para honrar a su máxima deidad, a la Morenita del Tepeyac.
De Puebla, Tlaxcala, de municipios del suroriente del Estado de México y de alcaldías del oriente de la Ciudad de México caminan miles de peregrinos hacia su destino que se encuentra en la Gustavo A. Madero.
Esas vialidades se convierten en ríos humanos de fe, devoción y solidaridad.
La Basílica de Guadalupe es el punto de reunión para ellos, pero para llegar hasta allá tienen que recorrer muchos kilómetros.
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La caminata es interminable, algunos apenas pueden dar un paso sobre otro, pero el compromiso que tienen con La Virgen de Guadalupe los motiva a seguir adelante, a no desfallecer a no claudicar.
El oriente del Valle de México se convierte en la entrada para los seguidores de la Reina del Tepeyac.
La autopista México-Puebla se inunda de ese fervor que se transmite en cada uno de los fieles que quieren llegar hasta La Villa para agradecerle o para pedirle algún milagro para su familia, amigo o ser querido y también para todos los habitantes del mundo porque creen que ese manto de La Virgen se puede extender a cualquier lugar.
Luego, la Calzada Ignacio Zaragoza, es la vialidad donde se congregan los fervientes seguidores de la Virgen. Por ahí transitan familias completas, desde los abuelitos, padres, hijos, nietos, tíos y sobrinos con un sólo propósito, llegar hasta el templo mariano y agradecerle en persona todos los favores otorgados en el ultimo año.
Omar Calderón, lleva más de dos días caminando. Salió desde el sábado de su casa ubicada en el pueblo de San José La Reforma, en el estado de Tlaxcala y por la tarde del lunes planea estar en el atrio de la Villita para cumplir su manda de cada año.
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“La fe que tenemos y venir a dar gracias por otro año más de vida, de trabajo y de salud”, así resume el motivo de su periplo guadalupano.
Antes de las 10:30 horas Roberto, un joven de Valle de Chalco, en compañía de varios amigos ya llevaba más de cuatro horas caminando, primero por la autopista México-Puebla y luego por la Calzada Ignacio Zaragoza.
“Nos tocó un poco de lluvia en el camino pues. La fe es grande, vamos a agradecerle salud, lo esencial”, dijo mientras no detuvo su marcha, pues no hay tiempo que perder.
Francisco Flores, salió de su casa en Puebla la noche del sábado, acompañado de sus tres hijos menores de edad y un sobrino. Quieren llegar a la Villa para pedirle salud, eso es suficiente para ellos.
Por los carriles laterales de la vialidad que conecta al centro del país con el suroriente pasan y pasan peregrinos que solo se detienen para descansar un poco, para tomar agua o a comer un taco que otros guadalupanos les ofrecen para que continúen su marcha.
Agua, comida o fruta reciben en su andar hasta el cerro del Tepeyac, pero también masajes gratuitos que les permita fortalecer esas rodillas, pies o caderas adoloridas por tantos kilómetros que han recorrido ya.
Los adoradores de la Virgen inundan todos los espacios de la calzada Ignacio Zaragoza, intransitable unas horas antes de que le canten a la medianoche las mañanitas a la patrona del pueblo mexicano.
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