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Toluca, Méx.- Maria Esquivel comenzó en febrero a preparar 4 mil piezas de cristos y cruces tejidas de palma verde y palma seca que espera vender el Domingo de Ramos, una parte la llevará a la Ciudad de México y otro tanto en municipios de la Zona Metropolitana del Valle de México.
Ella es la cuarta generación de mujeres que gracias a este oficio sostienen a su familia, pues además producen cámaras y sombreros del mismo material. Aunque para ella y sus dos hijas esta actividad está arraigada a sus tradiciones, lamentó que pocas veces es valorada por la gente que les regatea el costo sin pensar el valor del trabajo.
Ella es una de las 2 mil mujeres otomíes que en la delegación de San Cristóbal Huichochitlán se dedican al tejido de figuras de vírgenes, cristos, cruces y flores; la mayoría de las mujeres dicen haber aprendido de sus abuelas y madres, incluso de generaciones aún más longevas
En la delegación de este poblado toluqueño, el puesto de María es uno de los más grandes. Tiene 22 opciones distintas de piezas que ha ido creando a lo largo de los años. En esta ocasión algunas coloridas que elaboró con trigo, las pintó con tonalidades azules, lilas y moradas, al frente llevan una Virgen María y otras a Cristo.
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“Son todas creaciones nuestras, nosotros las vamos pensando e ideando y la verdad nos dan mucho para vender, nos gusta pensar en innovar e integrar nuevas opciones, es importante para nosotros porque así tenemos más oferta que la gente decide adquirí”, explicó.
En este sitio las tejedoras siguen usando sus dedos como ganchos o agujas, cada puesto, es una familia que comparte la tarde, platican, comen y se vuelve una especie de verbena en la que todo el pueblo se reúne en un mismo sitio donde esperan ver llegar a sus compradores.
De acuerdo con María desde el año pasado recuperaron las ventas del 2019, antes de la pandemia, en la delegación ofrecen cajas hasta con 100 piezas, que muchas veces se llevan revendedores que van a la Ciudad de México y Zona Metropolitana del Valle de México, aunque a este sitio también llegan compradores que son atraídos por lo que las tejedoras llaman “el verde”, palma fresca que sirve para tejer piezas de esa misma tonalidad y luego algunas secan las ramas, para después tenerla con otras figuras.
“El problema es que nos regatean, hasta 10 o 20 pesos bajamos cuando comenzamos con la negociación, es un trabajo que pocos valoran, a veces piensan que es muy fácil hacer esto, pero al próximo año llegan los revendedores y sí pagan el precio que piden los artesanos, pues saben que sí deja las ganancias esperadas”, comentó.
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Refirió que en su caso, son dos hijas quienes siguen la tradición y ellas están enseñando a sus descendientes; muchas veces son los hombres quienes van por las palmas a otras entidades porque en Toluca o en el Estado de México ya no se dan.
“Estamos respetando los precios del año pasado, los más bajos se subieron porque la pieza más chiquita costaba 60 pesos el año pasado y este año alcanzó los 100, porque además cuesta la tinta, la tela, nosotros debemos ver que también ganemos al menos algo por cada pieza”, explicó.
uul