Tepotzotlán.- “Desde niña siempre tuve esa sensibilidad por los perritos sin hogar, llevaba a mi casa algún perrito y mi mamá me lo corría y me decía: cuando tengas tu casa metes a todos los perros que quieras; y pues le obedecí. Entonces cuando tuve mi primera casa en Cuautitlán Izcalli, comencé a rescatar perritos”, contó la señora Patricia Briceño López, quien tiene un albergue con 147 perritos.
La mujer tiene más de 20 años rescatando canes de todos los tamaños y razas, algunos abandonados en las calles o en consultorios de médicos veterinarios; otros atropellados o en situación de maltrato en casas. En su mayoría, los gastos de manutención alimentaria y veterinaria corren por su cuenta y en ocasiones recibe donaciones de conocidos que saben de su actividad en el albergue “Rescatando Vidas, Regalando Amor A.C”, el cual tiene nueve años de haber fundado.
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A sus 62 años de edad, puntualizó en entrevista para EL UNIVERSAL que seguirá realizando esta labor, pues para ella significa su vocación, un estilo de vida que la hace feliz, conviviendo con Vaguira, Martina, Maqui, Alba, Lluvia, Kelly, Paloma, Pepe, Lula, Odi, Alfonsina, Paty, Chaz, Güera, Chino, entre otros perritos más.
Los perros son dados en adopción bajo un esquema riguroso, pensando siempre en que vivan mejor de lo que tienen en el albergue de “Rescatando vidas, regalando amor”. Se realiza un estudio específico para conocer que la nueva familia no distinga de razas, cuente con el espacio suficiente y tengan sentido de la tenencia responsable de mascotas, ya que no son adornos, acotó la rescatista.
“A Chaz lo encontré en la calle y era piel y hueso. Estaba en una carretera que viene de Cuautitlán Izcalli a Tepotzotlán; estaba desnutrido. Y a mí perrote Remi lo encontré abandonado en Cofradía, era un cachorro de tres meses que tenía una parasitosis tremenda, lo llevé al doctor y lo tuvieron que operar y quitar 30 centímetro de intestino”, relató como ejemplo de la vida de dos caninos.
El abandono y el maltrato está relacionado, generalmente, en la cuestión cultural y económica. Mientras más bajos recursos económicos tenga la zona, más abandono y más maltrato habrá, dijo, al tiempo de señalar que las personas rescatistas de perros no distinguen de razas, sin embargo, reconoció que los mestizos son más difíciles de colocar en adopción.
Briceño sostuvo que el albergue está dividido por zonas, colocándoles por carácter y por convivencia para que no peleen y puedan convivir de forma sana, teniendo acceso a croquetas y agua todo el día para cuando necesiten alimentarse; además de tener trabajadores que se encargan de limpiarles y darles seguimiento todos los días.
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