El origen de esta festividad viene desde la época prehispánica. Era un ritual que encaminaba a las almas al lugar que le correspondía, según el tipo de muerte y vida que llevaron. No había una fecha específica para celebrarla. Fue hasta la colonización que se designó el 1 y 2 de noviembre para conmemorar a los difuntos.
Poco a poco se comenzaron a introducir elementos en las ofrendas que hasta la fecha no pueden faltar, aquí te decimos cuáles son y qué significado tienen.
Ofrenda.
Está dividida en tres niveles y hay una razón para ello: la parte de abajo representa el inframundo, la mesa es la Tierra y la parte superior simboliza al cielo.
Agua.
Es la fuente de la vida y se ofrece para saciar la sed de las almas que vienen del más allá, después de un largo camino.
Sal. Es purificadora; evita que las almas se corrompan en su viaje.
Velas.
Son las luces que marcan y guían el camino de las almas. La luz garantiza que lleguen a los hogares de sus seres queridos y no se pierdan. En algunas comunidades indígenas se tiene la creencia de que el número de veladoras que se colocan es el equivalente al número de almas que desean recibir.
Incienso.
Su aroma o esencia se usa para alejar los malos espíritus de los hogares, así los seres queridos pueden entrar sin correr ningún riesgo.
Flores de cempasúchil.
En algunos lugares sus pétalos se usan para guiar el alma del ser querido hacia la ofrenda y el camino de regreso, sin embargo, su función principal es la de decorar y aromatizar el lugar. Esta flor solo retoña durante la temporada posterior a las lluvias.
(Foto: David Cabrera/Flickr)
El petate o mantel.
En el petate las almas de los difuntos toman un descanso; el mantel es una manera de colocar con elegancia los alimentos para los seres queridos.
El pan.
Representa el ciclo de la vida y la muerte, debido a su forma circular. La bola, en la parte superior, simboliza el cráneo; las cuatro canillas son los huesos que, al estar colocadas en forma de cruz, señalan los cuatro puntos cardinales. Cada huesito está dedicado a un dios: Tezcatlipoca, Tláloc, Quetzalcóatl y Xipetotec.
Comida.
Son los platillos o frutas que fueron los favoritos en vida.
El licor.
Es una forma de rememorar los grandes momentos en vida y es un incentivo para que el espíritu visite el mundo terrenal de nuevo.
Los retratos.
En la ofrenda no puede faltar una fotografía del ser o seres queridos que estamos recordando. En algunos lugares se cree que éste debe estar escondido a modo de que quede como un espejo, así se da a entender que, aunque la persona no se le pueda ver, aún existe.
Papel picado.
Desde la época prehispánica se realizaba este arte, ya sea para celebrar o decorar. Los colores de cada uno tenían un significado que se fue adaptando al nuevo rito, en tiempos de la evangelización: el naranja es luto, el morado hace referencia a la religión católica; el azul representa a los que tuvieron una muerte relacionada con el agua; el rojo es de los guerreros o mujeres que murieron en el parto; el verde es para los jóvenes; el blanco para los niños; el amarillo para los ancianos, y el negro simboliza el inframundo.
Las calaveritas.
Además de ser una representación de la muerte, se cree que su origen viene de las figuras que se dedicaban a Mictlantecuhtli, el dios del inframundo, y a su esposa la Coatlicue, madre de todos.
(Foto: Istock)
Dulces.
Esta práctica tiene influencia del Halloween. Los dulces, por supuesto, se colocan en las ofrendas dedicadas a los niños, pero eso no quiere decir que los adultos no puedan disfrutar de ellos.