En un palacio abandonado del centro de Lisboa se ven algunos agujeros en las paredes tapizadas de azulejos . Son los huecos dejados por las piezas robadas para ser vendidas a turistas deseosos de llevarse a casa un recuerdo de este patrimonio característico de Portugal.

Es el Palacio Pombal , residencia del siglo XVII que la ausencia de fondos de la municipalidad de Lisboa ha dejado caer en la decrepitud.

La mansión figura entre los edificios en alto riesgo registrados por el proyecto SOS Azulejo, lanzado en 2007 por la policía judicial, que está a la caza de los ladrones de estas codiciadas cerámicas azuladas.

Diez años más tarde, los robos denunciados de azulejos bajaron 80%, pero muchos escapan a las estadísticas por no ser declarados a la policía, explica Leonor Sa, curadora del museo de la policía judicial.

Introducidos por los árabes que ocuparon Portugal entre los siglos VIII y XIII, los azulejos se desarrollaron luego como un arte propio y aún decoran muchas fachadas de Lisboa.

Aunque su color predominante es el azul , el origen de la palabra proviene en realidad del árabe “ al zulaydj ” (piedra vidriada).

Desde 2013, la demolición de fachadas con azulejos está prohibida en Lisboa sin previa autorización de la municipalidad, una regla que el Parlamento extenderá a todo el país.

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