Desde Alemania, llega a México el museo inmersivo Imagine, una instalación artística fuera de lo común. Luces, lámparas, pintura, globos, alberca de pelotas y hasta cuartos de espejos son los escenarios por los que darás un paseo con muchas fotos incluidas. Este lugar es perfecto para armar el plan aesthetic y dejar volar la imaginación junto a los niños, amigos o con pareja.
Nos lanzamos a conocer este espacio artístico en la CDMX y aquí te contamos los detalles de nuestra experiencia. Desde ya, te recomiendo que vayas con la cámara lista, pues podrás capturar fotografías increíbles.
Llegar a la casa donde se instaló Imagine fue, sinceramente, extraño. Su fachada es totalmente de concreto gris y tan solo un pequeño letrero de colores con el nombre del museo indica que ese es el lugar. Nada que ver con lo que hay en su interior.
Una vez pasada la recepción, comenzó la aventura. Aunque no es un recorrido guiado, siempre habrá una persona del staff que te irá guiando por las diferentes salas, las cuales son 8 en total: 4 en la planta baja y 4 en la superior. El chico del museo nos dijo que su concepto principal era la imaginación. No hay una explicación ex profesa de las obras, sino que el visitante es quien las interpreta y les da significado.
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Entendiendo esto, vamos con la primera parada: una habitación totalmente blanca. Partes de las paredes, del piso y del techo están cubiertas de globos de varios colores y tamaños. Personalmente, me hizo transportarme a las fiestas infantiles, donde todo es de tonalidades muy vivas. Esta sala me contagió esa alegría de la niñez.
Después de varios minutos, avanzamos para encontrarnos con lo que sería mi sala favorita: un cuarto rectangular totalmente negro. Las paredes y el techo tenían globitos oscuros y algunas lámparas que cambiaban de tono constantemente, como si fuera una discoteca. Debajo, una gran alberca de pelotas a la que puedes entrar y jugar. Armamos una batalla de pelotas. Cuando nos cansamos, simplemente nos dejamos caer en ellas. Fue una sensación muy relajante.
Tras salir de la alberca, continuamos a la tercera sala, un pequeño pasillo con lámparas en ambos costados que cambian de color rápidamente dotándolo de un toque extravagante. Al final, hay un par de imágenes de Albert Einstein decoradas con una especie de tubos iluminados. Una de ellas tenía una de sus frases: “la imaginación es más importante que el conocimiento”.
Enseguida, la cuarta habitación fue una sorpresa. Seguíamos casi a oscuras, salvo por el destello y luz que salía de las lámparas y focos. Sin embargo, uno podía darse cuenta de que el cuarto estaba repleto de pinceladas y salpicones de pintura neón que brillaba en la oscuridad. Para mi gusto, aquí tomé las mejores fotos del recorrido.
Para subir a la planta alta pasamos por unas escaleras con más manchones de pintura naranja y amarilla. A un lado de estas, hay un par de pinturas de Van Gogh: Autorretrato con sombrero y Mujer con sombrilla.
Arriba, hay una especie de lobby para entrar a las siguientes 4 salas. Ese piso está cubierto de salpicones de colores, además del autorretrato del “loco de pelo rojo” y la Mona Lisa, ambos con luces led psicodélicas.
Por cierto, no importa el orden en que entres a las habitaciones. Nosotros comenzamos por la izquierda, en un par de cuartitos con globos y pintura fluorescente. En la primera se aprecian 4 imágenes de personajes notables: Nikola Tesla, Galileo Galilei, Marie Curie y Wolfgang Amadeus Mozart, todos con fondos extravagantes. En la segunda era similar, pero en lugar de los cuadros, tenía series de números y letras aleatorias pintadas con un amarillo vibrante.
Seguimos a la sala más pequeña de todas: era una instalación de listones de varios colores y tamaños que colgaban del techo, de donde también se desprendían trocitos de papel de China. Me hizo recordar a los tiliches de Putla, Oaxaca.
Acto seguido, la séptima habitación, la más entrañable para mí. Y es que era un cuarto donde 3 paredes son grandes espejos, mientras que la restante está tupida de globos de Bob Esponja y en el techo está Patricio Estrella. Tienen distintas caritas y algunos hasta manitas, como si te estuvieran dando like. Fue muy curioso y lindo, pues fue una caricatura que marcó mi infancia.
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Finalmente, terminamos de recorrer Imagine en otra sala de espejos, pero ahora casi en completa oscuridad. Lo único que resaltaba era una tenue luz que “rebotaba” en cientos de puntos de pintura verde fosforescente. En mi cabeza, se parecía a la piel de un tiburón ballena.
El museo inmersivo Imagine está localizado en la Calzada Manuel Villalongín 208, colonia y alcaldía Cuauhtémoc. Está justo frente a Galerías Plaza de las Estrellas, a un costado del Circuito Interior Melchor Ocampo.
Llegar en transporte público no es nada difícil, aunque hay que caminar unos 5 minutos para encontrar el museo. Puedes utilizar Metrobús y bajarte en las estaciones Reforma (línea 1 o 7) y caminar en dirección al Monumento a la Madre; otra opción es bajar en la estación El Ángel (línea 7) y tomar la calle Río Tíber hasta Circuito Interior, doblar una cuadra a la derecha y listo.
La entrada general al museo es de $199 pesos por persona. Sin embargo, recomiendo ir los días lunes, cuando el precio baja a $149 pesos.
Puedes comprar tus boletos mediante su página web, donde hay que elegir el día y la hora a visitar o directamente en el museo, aunque en este caso estarán sujetos a disponibilidad.
Abre de lunes a jueves de 12:00 p.m. a 8:00 p.m., y viernes, sábado y domingo de 11:00 a.m. a 9:00 p.m.
Visita su página web: imaginemuseum.art
Instagram: @_imagine_m_
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