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Así es el hotel de Banksy, con "las peores vistas del mundo"

El hotel es una idea de Banksy, el famoso y cotizado artista del grafiti

El hotel fue ideado fue ideado por Banksy y abrió en 2017. Foto: Natalia Otero
02/12/2019 |00:28Natalia Otero - EFE Reportajes |
Redacción El Universal
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Basta con poner un pie en la concurrida plaza Manger, frente a la Iglesia de la Natividad, en , para entender que a las “atracciones” religiosas les ha salido un duro competidor. “¿Los llevo al hotel de Banksy , a los murales, les hago un tour?”, dice un taxista a un par de turistas latinoamericanos.

The Walled Off

, el hotel ideado por el grafitero británico, se ha convertido en un nuevo punto de peregrinación en una de las ciudades más sagradas para el cristianismo.

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Así es el hotel de Banksy, con "las peores vistas del mundo"

Foto: Natalia Otero

En 2017, el establecimiento abrió sus puertas con un reclamo claro: “ El hotel con las peores vistas del mundo ”.

Al otro lado de la calle, a aproximadamente cinco metros del hotel, está el muro de separación que construyó Israel en Cisjordania. Es un muro inacabado de puro hormigón. Mide casi 10 metros de alto y está coronado con una valla metálica.

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En su primer año, alrededor de 60 mil personas se alojaron en el hotel de Banksy . Los precios están lejos del presupuesto medio de los mochileros que caminan anonadados delante del muro, viendo las pintadas y cavilando sobre su significado.

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Foto: Natalia Otero

La opción más barata es compartir litera en una habitación comunal por sesenta dólares la noche. La más cara, la suite presidencial, roza los mil dólares.

Aunque no puedan pernoctar, son muchos los curiosos que se acercan a ver el edificio, a tomar algo en el bar del hotel o a visitar su museo sobre el conflicto árabe-israelí.

En la calle principal que da al hotel, pocos metros antes del establecimiento, se ve el famoso grafiti de la paloma de la paz con el chaleco antibalas y, en medio, una anotación indica que se va por el buen camino.

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Foto: Natalia Otero

“¡Bienvenidos al hotel!” dice sonriente el portero. Va con frac y chistera.

El hotel es un edificio de dos plantas, con grafitis que pretenden darle un aspecto más victoriano. Bajo el spray se adivinan las características de las casas palestinas: el color arena del revestimiento, balcones de obra y verjas en las ventanas.

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En el bar, dos parejas toman un té. Todo en esta sala recuerda a Gran Bretaña. No es de extrañar, porque los territorios palestinos estuvieron bajo mandato de este país desde el fin de la Primera Guerra Mundial hasta 1948.

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Foto: Natalia Otero

La reconocida imagen de un manifestante lanzando un ramo de flores se convierte en un tríptico con un marco dorado que cuelga de una pared con papel pintado.

Una puerta cubierta por una cortina de terciopelo rojo, oculta el museo sobre el conflicto. Johny, el encargado, aclara que la recaudación se queda en Palestina; que Banksy no recibe ni un dólar de ese museo y que, gracias a él, muchas más personas se han interesado por su historia.

“Los turistas que vienen aquí lo hacen conscientes de la situación. Es gente solidarizada con nuestra causa, respetuosos y que nos apoyan”, dice cuando se le pregunta si su sufrimiento se ha convertido en un Disneyland para turistas.

A través de varias estancias, con un estilo muy urbano tan característico del movimiento grafiti, se explica con videos, audios, fotografías, infografías y objetos, el conflicto entre árabes e israelíes. La entrada cuesta 15 shekels, algo más de cuatro dólares.

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Foto: Natalia Otero

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“...Este museo ha sido curado por un profesor y un artista del grafiti de Inglaterra que trabajaron en secreto y, al igual que el muro, está incompleto. Ahora que podemos pedir artefactos e historias, se espera que, a medida que crezca, refleje las voces de aquellos que viven en la sombra. Si hay algo con lo que te gustaría contribuir, por favor, contacta con un empleado”, dice un cartel a la salida.

El artista de Bristol tampoco tiene nada que ver con el funcionamiento del hotel , que dirige Wisam T. Salsaa, quien asegura que, aunque se haya construido con cierto fin social, no deja de ser un negocio.

“La mayoría de nuestros huéspedes son personas que no vendrían de vacaciones a Palestina si no fuera por el hotel ”, dice.

Aunque pueda atraer a más curiosos, el hotel no pretende frivolizar o quitar protagonismo al muro, todo lo contrario. Desde un bar de aire victoriano amueblado con sofás chéster y piezas de madera noble, con paredes con papel pintado de las que cuelgan obras del artista urbano más deseado en la actualidad, el hormigón parece todavía más duro y alto.