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viridiana.ramirez@eluniversal.com.mx
VAL-THORENS, Francia.
— Amanece a -9°C y nevando. La nieve es tan ligera que parece pelusita desprendiéndose del cielo. Un sol tímido comienza a iluminar las pistas de esquí. Puedo verlas desde mi habitación, al igual que el ski lift , una especie de teleférico que lleva a los viajeros hacia dos de las casi mil montañas que conforman los Alpes franceses , Pointe du Bouchet y Cime de Caron.
En medio de esos macizos se encuentra mi hotel, el resort Club Med , el único de la zona que ofrece a sus huéspedes clases de esquí o snowboard gratuitas : elijo la segunda opción. Me he deslizado varias ocasiones sobre dunas de arenas y no creo que exista mucha diferencia en su versión gélida. ¡Gran error!
Un día en la “guardería”
“Sí”, es la respuesta que doy al instructor cuando me pregunta si he practicado snowboard , alguna vez. Con mi tabla bajo el brazo, el triple de tamaño de una patineta, iniciamos la caminata hacia las pistas.
Atravesamos unas cuantas calles del pequeño pueblo de Val-Thorens , donde la vida humana se refugia en chalets de madera y cabañas rústicas con techos decorados naturalmente por estalactitas de agua congelada.
(Foto: Viridiana Ramírez)
Frente al pueblo está la pista para esquiadores de nivel intermedio, delimitada con cintas azules. Veo que niños de tres años se deslizan con gran facilidad.
Es momento de montarme en la tabla y demostrarle al instructor mis habilidades en snowboard : me paro sobre la tabla y aseguro las botas especiales (que me proporcionaron en el hotel) en los espacios designados. Mi postura final es como la de un surfer. Inclino el cuerpo hacia adelante para comenzar a deslizarme. En menos de tres segundos doy el primero azotón sobre un montículo de nieve.
El instructor no me deja intentarlo una vez más. Mi postura de surfer deja al descubierto que jamás he estado en la nieve. Acto seguido, me lleva a la “guardería” para novatos.
El área está acondicionada con una rampa automática y pequeñas pendientes para que los principiantes aprendan, desde cero, cómo deslizarse, girar y frenar, con solo mover ligeramente el torso.
Mi falta de equilibrio me hace renunciar a la clase y mejor disfrutar del après-ski , un concepto francés que engloba todas aquellas actividades que se pueden realizar después del esquí, como la caminata en “raquetas” que me está esperando, después de beber vino caliente y comer salchichas con mostaza Dijon.
(Foto: Cortesía Club Med)
Paso a pasito
La mejor manera de disfrutar el paisaje alpino es caminando, sin prisa, con el tiempo suficiente para detenerse en los miradores naturales y dejar que la mirada se extienda hacia los valles inhóspitos, donde no hay rastro humano.
(Foto: Viridiana Ramírez)
Me uno a la caminata con “raquetas”. Para no hundirme en la nieve, sujeto mis botas a unas plataformas de plástico que funcionan como zapatos con picos metálicos en la suela.
A cada paso que doy, escucho el crujir de la nieve bajo mis pies. Hasta que de pronto, una raqueta se zafa y provoca que una de mis piernas quede enterrada en la nieve, sin tocar fondo para apoyarla y salir sin dificultad.
El guía corre a mi auxilio. Mientras me levanta de los hombros, me dice que si una persona pasa más de 40 minutos atrapada en la nieve puede llegar a morir de hipotermia. Afortunadamente, logro salir en menos de dos minutos.
El boquete que dejo al sacar la pierna, me permite ver cómo el hielo tiene una tonalidad azul, igual que el de los glaciares; el guía nos cuenta que en esta montaña, el Pointe du Bouchet, hay seis glaciares y se pueden ver haciendo un vuelo en parapente.
Invierno de lujo
Después de tres días en Val-Thorens, decido viajar a la comarca de Samoëns , situada a dos horas de distancia y casi en la frontera con Suiza . Aquí, la cadena Club Med acaba de inaugurar su más reciente propiedad de esquí, el resort Grand Massif Samoëns Morillon.
(Foto: Cortesía Club Med)
El hotel es un deleite para los amantes del diseño moderno , el cual se fusiona con la arquitectura de un chalet tradicional. Ofrece vistas de 360° a montañas tapizadas con pinos gigantes que cuando se recorren uno siente como si viviera una escena de The Revenant: es tanta la cantidad de nieve, que los paisajes se transforman en postales grisáceas y misteriosas, que se quedan tatuadas en la memoria.
Al llegar al resort, me inscribo inmediatamente a las lecciones de esquí, comandadas por los instructores de las escuelas nacionales de esquí de Francia y Suiza.
Matthew es mi instructor asignado. Me recibe con gran entusiasmo, después de 20 años vuelve a practicar su español, el cual aprendió cuando trabajó en Playa Blanca , el primer hotel que se construyó en Cancún.
El francés prepara el equipo para mi primera lección de esquí . Con las botas puestas y bastones en mano, salimos a la montaña para hacer mis primeras “pizzas”.
Uno de los principales secretos del esquí es saber frenar. Matthew me enseña a separar el compás de las piernas y juntar, suavemente, las puntas frontales de los esquís para crear una “rebanada” imaginaria de pizza, así evito que la velocidad me lleve al piso.
En una hora, ya estoy esquiando en las pistas de nivel intermedio. El instructor me dice que la calidad de la nieve de los Alpes es una de las mejores del mundo, prácticamente seca y ligera como talco.
Una vuelta por Samoëns
La lección de esquí termina cuando el sol se oculta y una tormenta de nieve vuelve a espolvorear las montañas.
Después de un descanso, me alisto para pasar una noche catando vinos franceses en el restaurante Gourmet Lounge de Club Med , comandado por el chef Edouard Loubet, poseedor de dos estrellas Michelin.
La mañana siguiente, estoy lista para subirme al teleférico y descender a la comarca de Samoëns. Las tiendas de chocolates, mermeladas y quesos orgánicos son mi objetivo.
(Foto: Viridiana Ramírez)
Entre sus calles estrechas encuentro artículos tejidos en lana ; productos para el cuidado de la piel a base de leche de burra; marionetas labradas a mano; bares que por 1 euro te sirven una copa de vino tinto caliente preparado con especias; y, pequeñas tiendas gourmet para comprar quesos artesanales.
Durante el invierno, muchos atractivos cierran, como el jardín botánico. Incluso, son pocos los habitantes que salen a la calle, prefieren refugiarse de las temperaturas gélidas, como la de hoy; el termómetro descendió hasta los -19°C .
Regreso al hotel, tengo cita en el spa . Mi masaje lo reposaré en un tipi y frente a un ventanal por donde veré, nuevamente, la nieve caer.
GUÍA DEL VIAJERO
Cómo llegar
La manera más fácil de arribar a los Alpes franceses es desde Ginebra , Suiza, a tan solo hora y media de distancia. No hay vuelos directos desde la Ciudad de México , tendrás que hacer una escala en ciudades como Lyon, Munich o Frankfurt.
Un viaje redondo a Ginebra , con escala incluida, puede costar desde 20 mil pesos , con impuestos incluidos. Apóyate de los buscadores, como Kayak y Expedia, para obtener la mejor oferta.
Desde Ginebra, un taxi privado te lleva a Val-Thorens desde 100 euros.
Dónde dormir
Club Med Val-Thorens.
Estancia de siete días para dos personas, desde mil 284 dólares.
Club Med Grand Massif Samoëns.
Estancia de siete días en habitación para dos personas, desde mil 717 dólares.
Los resorts de Club Med operan bajo el plan Todo Incluido. En destinos de esquí, las clases, equipo (esquís, botas, bastones y tablas de snowboard), y acceso a ski lifts, son gratuitos. En la tarifa también se incluyen alimentos gourmet, bebidas, vinos, espectáculos y propinas. www.clubmed.com.mx
Ropa especial
Existen pantalones especiales para esquiar, éstos te permiten que la bota se ajuste mejor a la pierna y te protegen de la humedad. En los hoteles pueden venderse hasta por 200 euros.
Te recomendamos visitar las tiendas de deportes de los pueblos. Encontrarás pantalones o chamarras desde 60 euros.