Viajar provoca sensaciones placenteras y emocionantes, pero también puede producir síntomas negativos que alertan sobre curiosos síndromes que afectan, precisamente, a los viajeros.
También conocido como síndrome de Florencia, su origen se remonta a 1817, cuando el autor francés ‘Stendhal’ visitó la Basílica de la Santa Croce en la hermosa ciudad italiana y relató que, al verla, comenzó a sentir una fuerte emoción y, al salir, sintió agotamiento, vértigo y un elevado ritmo cardiaco.
El síndrome de Stendhal no es único de Florencia, también puede darse cuando un individuo es expuesto a las ‘bellas artes’, especialmente cuando son consideradas obras muy hermosas; es, literalmente, una reacción ‘embriagadora’ ante el goce artístico y la belleza.
Seguro que alguna vez escuchaste la frase ‘anda de pata de perro’ o hasta te la han dicho, refiriéndose a que te la pasas fuera de casa por cualquier razón (de preferencia por viajes).
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Desde el nombre puedes darte cuenta de ello: se trata de la necesidad de seguir viajando, de salir a conocer y no quedarse en un mismo sitio; estos viajeros no se sienten felices en un solo lugar por tiempo prolongado y experimentan ansiedad por ‘estar perdiéndose cosas’.
Quizá, es uno de los más padecidos. Más abajo te contaremos sobre su contraparte que, curiosamente, ‘nació’ de un mexicano.
Este curioso sentimiento se reportó en 1986, cuando varios turistas japoneses comenzaron a sentir ansiedad, melancolía, taquicardia y, hasta cierto punto, depresión.
¿La razón? Debido a que los viajeros en cuestión llevaban expectativas altísimas sobre la 'ciudad luz', pues la habían idealizado y esperaban que todo fuera perfecto, se sumergieron en una profunda decepción y, por consiguiente, en una depresión cuando vieron una realidad que no cumplía con ello.
¿Te ha pasado algo similar en algún destino?
Este es más para locales que para turistas, pues el caso nos lleva hasta la hermosa ciudad de Venecia que, aunque para la mayoría podría ser un deseo en su lista de destinos por conocer, muchos de sus habitantes están hartos de recibir tanto viajero que ‘mata’ la vida urbana local.
Sucede que en esta pequeña ciudad de 50,000 habitantes (aproximadamente), ha habido un éxodo de hasta 100,000 personas desde la segunda mitad del siglo XX. ¿Por qué, si es hermosa? Básicamente porque la ciudad es más un sitio para turistas que pasan pocos días, que para residentes permanentes. Algunos demógrafos se atreven a decir que, para 2030, no habrá ningún habitante de tiempo completo en Venecia.
Rentas altísimas, exceso de alojamientos turísticos, mucho tráfico por los canales y, nuevamente, una experiencia mucho más diseñada para viajeros es lo que retrata el síndrome de Venecia que te orilla a ‘hartarte’ e incluso irte de tu propia ciudad.
Alguna vez hemos visto quejas sobre el espacio para las piernas en un avión. Seguro. Sobre todo en clase turista o económica, que mucho más pequeñas. Esto es aun peor en vuelos largos (más de tres horas).
El síndrome de la clase turista no es como los anteriores, pues afecta la salud física: consiste en síntomas relacionados con una trombosis venosa profunda, debido a la inmovilización de pies y/o piernas por cierto tiempo.
Si sientes dolor en la parte alta de la pantorrilla o en los muslos, tienes hinchazón, hay un aumento de la temperatura corporal, aceleración del pulso cardiaco o dolor de pecho, debes ir inmediatamente al médico después de aterrizar.
Aunque se asocia a viajes en aeronaves debido al cambio de presión y una mayor deshidratación por las condiciones del aire en ellas, puede presentarse en trayectos largos en otros tipos de transporte.
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Este trastorno psicológico puede afectar a turistas o a los mismos habitantes de Jerusalén. Los profesionales de la salud mental explican que son más susceptibles aquellas personas que visitan esta ciudad con una condición psicológica ya existente.
También se le conoce como la ‘locura de la Ciudad Santa’. ¿En qué consiste? Básicamente es un padecimiento psiquiátrico que se produce al visitar los sitios sagrados de Jerusalén.
Quienes la padecen pueden vivir episodios de angustia; presentar delirios; tener profundas ganas de purificarse; padecen visiones y también se alejan de la realidad. Pueden sentir una profunda religiosidad, especialmente cuando se visita el Muro de los Lamentos.
Incluso se pueden creer profetas o mensajeros de Dios, o que fueron elegidos para cumplir una misión espiritual.
De acuerdo con un artículo publicado en 2018 por la BBC, se estima que el síndrome de Jerusalén afecta aproximadamente a un centenar de personas al año.
Se han reportado casos de varias personas que, tras visitar Jerusalén, comienzan a alejarse de la gente, del mundo ‘normal’ y empiezan a vestir túnicas blancas, como si se tratase de un personaje de la Biblia.
Quizá esto sea un síndrome ‘antiviajero’, pero suele ser común. El nombre viene del exfutbolista mexicano José Villegas, apodado el ‘Jamaicón’, hombre clave para el éxito de las Chivas en los años sesenta y seleccionado nacional en dos copas del mundo.
Cuenta el historiador Carlos Calderón que para el Mundial de Suecia 1958, la Selección Mexicana se encontraba en Lisboa como parte de su preparación. Previo a una cena, Villegas se separó del grupo para deambular por los jardines del hotel. El entrenador lo encontró y le preguntó qué pasaba, a lo que acto seguido, el ‘Jamaicón’ le dijo:
‘¿Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos? Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes, y no esas porquerías que ni de México son’. Años después, afirmó que, en ese momento, ‘extrañaba a su mamacita, que llevaba días sin comerse una birria y que la vida no era vida si no estaba en su tierra’.
Hasta se dice que, aunque era uno de los mejores jugadores, este profundo sentimiento de extrañar lo suyo mermó en gran medida su rendimiento.
Así, el síndrome del ‘Jamaicón’ puede traducirse en la nostalgia y el recuerdo del sentido de pertenencia a tu país, familia o grupo específico, por lo que al estar lejos de ello(s), se entra en una especie de depresión.
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