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No, no se trata de escenografías de películas del Viejo Oeste (aunque en algunos de estos pueblos sí las han filmado). Son auténticas poblaciones que, por una causa u otra, fueron abandonadas a su suerte. Son los llamados pueblos fantasma y forman parte del inmenso acervo de atractivos turísticos de México.
Sus calles y casas vacías expresan nostalgia. En estos lugare, hablamos en voz baja sin darnos cuenta, para no despertar a los espectros. Estos lugares cuentan parte de la historia de cómo fue la vida en ellos y los vemos como el escenario de un teatro que se ha quedado sin actores.
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Varios de ellos fueron pueblos mineros que murieron cuando su principal actividad dejó de ser redituable, otros fueron azotados por desastres naturales y de algunos más no se conocen las causas, solo se sabe que ya nadie vive ahí.
Con el paso de los años, varios de ellos se han convertido en atracciones turísticas , algunos de mucha importancia, como Real de Catorce , en San Luis Potosí.
Si lo tuyo es la quietud, la calma y la nostalgia por un México que ya no existe, puedes planear un viaje a algunos de estos enigmáticos lugares, que seguramente llamarán tu atención.
(Foto: Istockphoto.)
Real de Catorce y San José de Coronados, San Luis Potosí
Hoy en día, además de ser un pueblo fantasma, Real de Catorce también es un Pueblo Mágico , a un poco más de dos horas de la ciudad de San Luis Potosí.
Su pasado minero se hace evidente desde que llegas, ya que para entrar al pueblo, debes pasar por el singular Túnel Ogarrio. Este oscuro pasaje se extiende por dos kilómetros y fue construido con mazo y cincel a finales del S.XIX.
Al salir, pensarás que has viajado en el tiempo, pues Real parece no haber cambiado desde que vivió su auge, también en el S. XIX, con la explotación de las minas de plata de sus alrededores. Al topar con un manto acuífero, la mina principal dejó ser ser explotable y las cercanas no rindieron lo esperado, así que la población lo fue abandonando.
Aunque durante muchos años fue olvidado, Real de Catorce, con sus impresionantes rincones, fue ganando fama como destino turístico y hoy es muy visitado, pero si quieres sentir la verdadera atmósfera de un pueblo fantasma, debes visitar al vecino San José de Coronados , el cual también se quedó sin un alma cuando cerraron las minas, pero que no ha corrido con la misma suerte de su famoso vecino.
(Foto: Christian Frausto Bernal para Flickr.)
Ojuela, Durango
Fue fundado por el jesuita Servando de Ojuelos. Los españoles descubrieron ahí, en 1598, una gran mina de plata, bautizada como Santa Rita, donde hubo oro, plata, manganeso y zinc.
Fue un lugar próspero que contribuyó al desarrollo de Durango y de Coahuila. Sin embargo, una inundación provocada por una terrible tormenta a mediados del S. XX terminó con la actividad minera. Debido a la falta de trabajo, gran parte de la población empezó a abandonar el pueblo.
Uno de sus principales atractivos es un puente construido en 1892 y remodelado en 1992, el cual se atraviesa a pie. Está a 95 metros de altura y mide 318 metros de largo.
En los alrededores se pueden admirar los impresionantes paisajes de Mapimí y de la Zona del Silencio.
(Foto: Juan Francisco Contreras Fernández para Commons.)
Mineral de Pozos, Guanajuato
Otro pueblo minero, que a finales del S.XVIII y principios del XIX, vivió su época de mayor prosperidad y llegó a ser considerada la comunidad minera más importante del estado. Ahí se extraían cobre, plata oro, bronce, mercurio y aluminio.
Existen varias versiones del por qué se convirtió en un pueblo fantasma. Se dice que a principios del S. XVI se dio el primer abandono de Mineral, debido a que las tribus chichimecas no les daban tregua. El poblado recuperó la prosperidad por la actividad de las minas alrededor de la época de la Independencia, para volver a caer en decadencia 100 años después.
La leyenda dice que durante la Guerra Cristera, el sacerdote del pueblo murió asesinado y desde entonces el pueblo quedó maldito. También se dice que las tensiones de la Revolución, más una fuerte inundación, terminaron definitivamente con el pueblo.
En 1982, el gobierno inició un programa para su recuperación, y hoy forma parte del programa de Pueblos Mágicos. Ahí pueden visitarse las minas de la zona y conocer otras leyendas de fantasmas.
(Foto: Sixto Emmanuel Picones para Commons.)
Cerro de San Pedro, San Luis Potosí
Se dice que este pueblo fue el precursor de la capital del estado, la ciudad de San Luis Potosí . De hecho, la palabra potosí está inspirada en las minas bolivianas del mismo nombre, tan ricas como las de esta zona.
La población fue próspera y productiva desde la época de la Colonia hasta el año de 1948, cuando una larga huelga provocó el cierre de la mina. Antes de abandonar el lugar, la empresa que la administraba dinamitó los tiros y cañones, dejándola inservible. Esto provocó el paulatino abandono de la población.
Hoy, solamente unas cuantas personas habitan Cerro de San Pedro y viven principalmente del turismo que genera este pueblo fantasma. Existe una leyenda que dice que se te puede aparecer un niño que te ofrece tres naranjas de oro a cambio de que lo acompañes a jugar a la mina #NoVayas.
(Foto: Luis López Franco para Commons.)
San Juan Parangaricutiro, Michoacán
En 1943, estaba Dionisio Pulido tranquilamente trabajando en su maizal, cuando sintió la tierra temblar y vio abrirse una grieta de la que salían gases y ceniza. El campesino corrió a avisar a las autoridades y, afortunadamente, el pueblo fue evacuado a tiempo, aunque no hubo posibilidad de salvarlo.
El volcán que estaba naciendo, el Paricutín, se levantó 30 metros en las primeras 24 horas, al tercer día medía ya 60 metros de altura, y para el primer mes, con 148 metros, ya había cubierto con lava un radio de 10 kilómetros y sepultado dos pueblos: Paricutín, del que no quedó nada de nada, y San Juan Parangaricutiro, del que solo queda parte de la iglesia, que es hoy un importante atractivo turístico de la zona.
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(Foto: INRI para Commons.)
Misnébalam, Yucatán
Se cree que hay varias razones por las cuales esta población está abandonada desde 2005, la principal apunta a que no hay agua ni otros servicios en la zona. Su esplendor se dio durante el auge henequenero, en los años veinte del siglo pasado. El camino principal lleva a lo que fue una gran hacienda dedicada a esta actividad y que fue el corazón del pueblo.
En 1921, el entonces dueño de la Hacienda Misnébalam, don Fidencio Marqués, sufrió un atentado y ya no regresó, abandonando la hacienda a su suerte. Esto, junto con el declive del mercado del henequén, fue provocando que la gente fuera emigrando del lugar. En 2005 su población fue contabilizada en cero.
Se dice, según muchos testigos y artículos, que aquí habita el fantasma de un niño llamado Juliancito, quien supuestamente se quitó la vida colgándose de un árbol a los 9 años. En el lugar hay un altar para que le dejes dulces o juguetes y no te haga travesuras.
También se dice que ronda el espectro de un monje en los alrededores de la iglesia, justo a la entrada de la hacienda. Dicen que viste una túnica negra y que se sube al techo de la iglesia. #QuéMiedo.