Baja California no solo es la tierra de los grandes viñedos mexicanos. También es un estado lleno de contrastes, con una naturaleza que se extiende por 71 mil 450 kilómetros cuadrados.
Bañado por el mar en ambos lados de la península de Baja California —el mar de Cortés de un lado y del océano Pacífico por el otro—, con sierras nevadas en el centro, volcanes, humedales y un desierto con dunas, esconde paraísos desconocidos que atraen a viajeros amantes de lo inédito y de las actividades de aventura.
El Parque Nacional Sierra de San Pedro Mártir resguarda una cadena montañosa que recorre la parte central del estado. Sus accidentados cerros están cubiertos de bosques de pinos, abetos y cipreses, como en el Picacho del Diablo, la montaña más alta de la península. En invierno son comunes las fuertes nevadas en este lugar.
Es el quinto parque nacional de mayores dimensiones en México, con 729 kilómetros cuadrados (más del doble de la alcaldía Tlalpan, la más grande de Ciudad de México).
Su escasa contaminación lumínica, que favorece las noches estrelladas y cielos despejados, lo corona como uno de los mejores destinos en el país para el astroturismo. Por esta cualidad, la UNAM eligió este parque para establecer el Observatorio Astronómico Nacional, el más importante del país. Este se localiza en el cerro de la Cúpula, a dos mil 830 metros de altura sobre el nivel del mar.
La sierra es un lugar perfecto para acampar, practicar senderismo, contemplar la fauna y admirar el océano Pacífico desde alguno de sus picos, incluso para observar las estrellas y otros cuerpos celestes en el firmamento.
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Para todo ello, es indispensable contratar a un touroperador certificado.
En el estado de Baja California se encuentran 12 de los 14 senderos homologados bajo criterios internacionales que hay en México, a través de un sistema de señalizaciones. Uno de ellos es el Sendero del Ciempiés, entre Mexicali y la Laguna Salada, con unos 5.3 kilómetros de longitud en un circuito prácticamente circular.
De terreno escarpado y árido, durante el trayecto que cruza pequeños cerros, podrás observar el cerro El Centinela, la laguna Salada y la imponente sierra Juárez. Esta actividad es gratuita.
Otro destino que no puede faltar en tu viaje son las dunas de Cuervitos o de Los Algodones, ubicadas a unos 40 minutos de Mexicali, en la frontera con Estados Unidos. Estas ‘suaves’ montañas de arena, moldeadas por el paso del viento, son un gran escenario para practicar sandboarding, sobre todo para principiantes.
Uno de los paisajes y enigmas más interesantes de México se esconde en La Rumorosa, una región escarpada, repleta de formaciones rocosas de granito, que atraviesa la sierra de Juárez y donde se abre camino la famosa carretera del mismo nombre, una de las más peligrosas de México, con una infinidad de leyendas de fantasmas.
Las rocas de tonos ocre que parecen custodiar estas montañas, los desfiladeros y el cementerio de autos que hay en el fondo, recrean un paisaje verdaderamente dramático y espectacular.
La zona fue llamada La Rumorosa debido a que el viento —que se cuela entre las enormes rocas— provoca un sonido semejante a un murmullo prolongado. Desde lo alto, podrás ver la inmensidad del desierto y, aunque no lo creas, el paso de la temible falla de San Andrés.
La carretera que conecta Tecate con Mexicali es considerada una de las más peligrosas del país por su gran cantidad de curvas pronunciadas al filo del abismo, los fuertes vientos que ahí se forman y por su inclinación. Ahí, según se cuenta, ocurren sucesos sobrenaturales. Muchas personas perdieron la vida al salirse del camino en sus vehículos, por lo que es común escuchar historias de apariciones de fantasmas de traileros, ciclistas y hasta de una enfermera que desapareció en esta zona.
Hace unos años, cerca de La Rumorosa se abrió un parque ecoturístico, el Geoparque Casa de Piedra, en el que puedes hacer senderismo a través de montañas, cuevas y túneles, además de rappel.
Playas, desierto, volcanes y humedales. Así es San Quintín, un destino con variedad de atractivos, como el Valle de los Cirios (la segunda Área Natural Protegida más grande del país) que, en sus 25 mil 217 kilómetros cuadrados de paisaje desértico, se conserva un santuario de cactáceas en el que se levantan imponentes cardones y cirios; estos últimos con una impresionante altura de 18 metros. En el valle habitan borregos cimarrones, berrendos, pumas, águilas, serpientes y coyotes.
Más pegadito a la costa, está La Lobera, un asombroso cráter volcánico de 15 metros de profundidad habitado por lobos marinos.
Hace más de 180 mil años surgieron volcanes subacuáticos que, a su vez, formaron islas de lava solidificada. Miles de años más tarde estas se ‘unieron’, debido a la acumulación de sedimentos y ceniza, formando la actual Bahía de San Quintín.
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En ese caluroso desierto, en las faldas del volcán Picacho Vizcaíno y a un lado de la Reserva Natural Punta Mazo, se localizan los Humedales de San Quintín, un pequeño oasis de 54.28 kilómetros cuadrados de extensión, con retorcidos canales de agua que asemejan las ‘venas’ de la Tierra.
Este es un punto importante en la llamada Ruta Migratoria del Pacífico, resguardando aves playeras migratorias durante el invierno.
Igualmente, esta región es hogar de especies de aves como la branta negra, la perlita bajacaliforniana norteña, el charrán mínimo, el chorlo nevado occidental... Además, los canales proporcionan agua dulce a la región y funcionan como ‘esponjas’ amortiguadoras contra inundaciones. Por todas esas razones, los humedales fueron catalogados como Sitio Ramsar, en 2008, distintivo otorgado a este ecosistema de importancia internacional. Puedes navegarlos en kayak y observas aves.
Entre el mar de Cortés o golfo de California y la sierra de San Pedro Mártir, a 15 kilómetros al sur del Puerto de San Felipe, se localiza otro increíble santuario de cactáceas gigantes.
Se trata de un bosque de majestuosos y longevos cardones que llegan a medir hasta 17 metros de altura y a tener una edad de 200 años.
Al caminar, rodeado por este paisaje, te sentirás en otro mundo en medio del desierto. El territorio también es habitado por biznagas y choyas que funcionan como casas de hábiles pájaros carpinteros que forman sus nidos en sus troncos.
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