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HOSTERÍA DE SANTO DOMINGO. BELISARIO DOMÍNGUEZ 70 Y 72
Sus muros permanecen intactos desde el siglo XVI, cuando era el Convento de Santo Domingo de Guzmán , habitado por la orden dominica, misma que tuvo que vender la propiedad para saldar su deuda por un “año de cera” que tenían con el proveedor de velas y veladoras.
Fue entonces cuando un 4 de agosto de 1860, este rincón religioso se convertiría en el restaurante Hostería de Santo Domingo , que hoy ostenta ser el más antiguo de la Ciudad de México .
(Foto: Ricardo Pérez / El Universal)
Bajo su techo cubierto de vigas de madera y festones de papel picado , se han sentado personalidades como Salvador Novo, Lola Beltrán y Agustín Lara, quien solía tocar el piano en cada visita.
La fama de la hostería se debe a su gastronomía que resalta platillos típicos de México , como el mole poblano , la pechuga ranchera de nata, los escamoles en mantequilla y sus imperdibles chiles en nogada , por los que no hay que esperar hasta septiembre para degustarlos; todo el año están incluidos en el menú. Sus salones divididos por arcos merecen tu atención: algunos poseen vitrales y murales donde se plasmaron los paisajes de la Plaza de Santo Domingo o la historia del proceso de evangelización. hosteriasantodomingo.mx
CAFÉ DE TACUBA. TACUBA 28
La primera puerta giratoria de México estuvo aquí; en sus salones se realizó la boda de Diego Rivera con la novelista Guadalupe Marín; también, fue una lechería y el primer hospital psiquiátrico de mujeres durante la Colonia. Esa es la historia que hay detrás del Café de Tacuba , inaugurado en 1902, en plena Revolución mexicana , por Dionisio Mollinero, el tabasqueño que tuvo la idea de fundar un sitio donde se resaltaran las auténticas recetas de nuestra cocina.
(Foto: Ricardo Pérez / El Universal)
Su interior emula un gran museo con óleos y murales inspirados en la creación del chocolate y el mole, protagonizados por las religiosas del Convento de Santa Clara ; vitrales de aves que representan el día y la noche o el encuentro entre Moctezuma y Hernán Cortés ; y muros de roca volcánica con recubrimiento de talavera pura.
LA ÓPERA. 5 DE MAYO 10
Corría el año de 1876, la esquina donde hoy se levanta la Torre Latinoamericana era el sitio que ocupaba una pequeña pastelería frecuentada por la clase alta del siglo XIX. Se llamaba La Ópera, porque muchos de sus clientes la visitaban después de asistir a una función del Gran Teatro Nacional , el actual Palacio de Bellas Artes .
Cuando Porfirio Díaz ordenó ampliar la calle, aquella pastelería tuvo que cambiar de sede y se trasladó a la esquina de 5 de Mayo y Filomeno Mata. Pero esa no fue la única transformación: en su nueva ubicación, el local también cambiaría de giro y comenzaría a operar como una cantina exquisitamente decorada al estilo art nouveau .
En Nueva Orleans se talló a mano la barra y contrabarra de bebidas, mientras que de París llegaron las lámparas de latón y el terciopelo que recubre sus asientos de nogal. Sin embargo, el detalle más icónico del establecimiento está en el techo y no es precisamente el follaje biselado en tono dorado que lo decora, sino el pequeño agujero que dejó un balazo de Francisco Villa y cuyo motivo sigue siendo un misterio.
(Foto: Alan Carranza / El Universal)
La lista de personalidades que han visitado este recinto es eterna, desde Octavio Paz hasta Fernando Botero, quien celebró aquí su cumpleaños 80.
Cuando la visites, además de beber una “cubita”, prueba sus caracoles en salsa de chipotle, toda una insignia, al igual que las tortas de langostinos.
Abre de lunes a sábado, a partir de la una de la tarde. Tel. 5512 8959.
En 1999, un incendio estuvo a punto de acabar con su salón principal, pero solo se dañó parte de mobiliario.
A la hora del desayuno y la merienda es cuando el Café de Tacuba suele estar más lleno, incluso puedes esperar hasta una hora para encontrar una mesa disponible y degustar desde una clásica guajolota hasta unas enchiladas bañadas en salsa de chile poblano (la especialidad de la casa).
Abre todos los días, de 8 a 23 horas. Tel. 5521 2048.
LA PALESTINA. 5 DE MAYO 20
La guarnicionería cincelada a mano (también conocida como talabartería) se convirtió en el emblema de esta tienda inaugurada en 1884: todos los artículos de piel relacionados con el ajuar de un caballo aquí se vendían, desde sillas de montar hasta arreos.
La tienda cobró tanta fama entre la población, que el propietario, Juan R. Ortiz , mandó a instalar un barandal de bronce con varias cabezas de caballos, para que los clientes ataran las riendas, mientras hacían sus compras: esa joya sigue estando en su sitio original, frente al aparador principal, y está catalogada como Patrimonio del Centro Histórico .
(Foto: Viridiana Ramírez / El Universal)
Con la llegada del automóvil a la capital, en 1926, fue prohibida la circulación de vehículos de tracción animal. Para sobrevivir, La Palestina decidió incluir la venta de maletas, bolsos, carteras y portafolios que hoy se apilan junto a la réplica de un caballo pura sangre que hay dentro de la tienda. También encontrarás una pequeña vitrina con espuelas y frenos. Abre todos los días, de 10 a 19 horas.
DULCERÍA CELAYA. 5 DE MAYO 39
Desde 1900, el interior de la Dulcería de Celaya está intacto: aparadores de encino, cristales biselados, piso de mosaico y detalles en estuco y mármol; decoración de estilo francés que es imposible dejar de admirar cuando se pone un pie en la dulcería más antigua de la Ciudad de México . Incluso, el letrero con el nombre del local que decora la entrada está en la lista del Patrimonio del Centro Histórico .
(Foto: Yadín Xolalpa El Universal)
De todos los estados se traían gaznates, rollos de guayaba, buñuelos , bombones, merengues, enjambres de nuez y jamoncillos de pepita. Ante el crecimiento, los propietarios, la familia Guízar, adquirieron las recetas originales y desde entonces se elaboran a mano en el sótano del mismo comercio.
Todos los días encontrarás productos frescos, como los suspiros de merengue que son los favoritos de los clientes. www.dulceriadecelaya.com