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Los Commanders de Washington derrotaron a los Bears de Chicago en la semana 8 de la NFL en el último segundo del partido gracias a un milagroso "Hail Mary" de Jayden Daniels.
Bien dicen que un poco de suerte no viene mal en el deporte, y menos en uno tan complejo como el futbol americano, donde todo puede pasar y en cualquier momento.
Jayden Daniels le dio la victoria a los Commanders, con todo y lesión en las costillas, y cuando el juego parecía perdido.
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El Hail Mary de Jayden Daniels
Los Bears de Caleb Williams, pick 1 del Draft 2024, habían hecho la tarea y le habían dado la vuelta al partido en su última serie ofensiva 15-12.
Jayden Daniels, pick 2 del mismo Draft, entró al emparrillado buscando el milagro en una serie ofensiva a la cual solo le restaban 20 segundos y un tiempo fuera. Tarea casi imposible para cualquier quarterback, no solo para un novato como lo son Daniels o Williams, también para leyendas como Mahomes, Brady o Rodgers.
El egresado de LSU se paró sobre su propia yarda 42, esperó a que todos sus receptores llegaran a la zona prometida, por el lado de las bancas, Caleb Williams y los jugadores de Bears ya festejaban el triunfo que le había costado todo el partido, la defensiva de Chicago presionaba y Jayden Daniels salió de la bolsa de protección y corrió a su derecha para librar la presión.
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Más que un movimiento conscientemente ejecutado, el ahora héroe de 24 años lanzó el ovoide con toda su fuerza, esperando un milagro que parecía improbable.
El ovoide ni siquiera llegó a las diagonales, pero cuando la suerte juega a tu favor, solo queda esperar el resultado. El misil cayó entre un tumulto de jugadores levantando las manos para atraparlo o desviarlo.
El receptor Noah Brown quedó a la espera, y como si los Commanders estuvieran destinados a la victoria, sin importar los festejos de los Bears, sin importar el desarrollo del partido, el ovoide rebotó exactamente hacia sus manos.
Los papeles cambiaron, de lado de los Commanders todo era júbilo y alegría tras el milagro, caso contrario en chicago que ahora hay amargura y el mal sabor de una derrota que, merecida o no, terminó en manos de una jugada insólita.