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Josh Allen y compañía comandaron un ataque imparable, en un partido en el que todo salió perfecto para los Bills; no así para los Dolphins, que perdieron el invicto con un abultado 48-20 y —además— quedaron expuestas sus carencias, tanto en la ofensiva como en la defensiva.
Todo fue celebración en el High- mark Stadium, desde la patada de despeje, ya que Damar Hamlin regresó a los emparrillados y participó en equipos especiales.
El partido se prestaba para ser un circo aéreo, y así fue. Las primeras cuatro series ofensivas del juego acabaron en touchdown. Mientras Buffalo anotaba con Gabe Davis y James Cook, los visitantes no se intimidaron y respondieron con puntos de De’Von Achane.
Al inicio del segundo cuarto, Allen y Tua Tagovailoa no habían fallado un solo pase. El marcador estaba empatado a 14, las defensas no se hacían presentes.
La adaptación fue clave en el encuentro. Mientras la defensa de Miami no encontró la fórmula para detener a Buffalo, el coach Sean McDermott empezó a cerrar los espacios en su unidad.
Los errores empezaron a caer de lado de los Dolphins. Raheem Mostert soltó el balón y lo recuperó de inmediato, pero la ofensiva no pudo consolidarse y despejaron.
En la siguiente serie ofensiva, Tagovailoa envió un mal pase en tercera oportunidad y nuevamente se fueron con las manos vacías. Por su parte, el juego terrestre —encabezado por Latavius Murray— hizo lo que quiso con Miami.
Por si fuera poco, Allen y Steffon Diggs mostraron una conexión implacable. Se combinaron para 120 yardas y tres pases de anotación.
Mientras Buffalo se fortalecía, Miami se nublaba. Mostert volvió a soltar el ovoide y, en el tercer cuarto, Tua regaló el partido, al volar un pase que terminó interceptado.