Ni largar en la segunda fila ni recibir una penalización fueron suficientes motivos para detener a un Sergio Pérez que busca, sí o sí, quedarse en Red Bull.

En el Gran Premio de Arabia Saudita el mexicano demostró que, con un buen auto como lo es el RB20, es capaz de cumplir con la misión que se le ha designado: estar en el podio y llevar a salvo el bólido a casa.

En el circuito de Yeda, Max Verstappen y el tapatío volvieron a darle a la escudería austriaca el 1-2 con la muestra en los tiempos de que la poderosa máquina que corren es la indicada para poner más trofeos en sus vitrinas. Tal como sucedió en Bahrein, el neerlandés vivió su propia competencia, lejos, muy lejos del resto. Y algo similar pasó con Checo.

Después de superar a Charles Leclerc (Ferrari), el tapatío tenía una sola tarea, mantener el puesto hasta que viera la bandera a cuadros. Pérez lo consiguió, festejó en el podio con Max, pero antes, además de vencer al auto rojo, tuvo que pisar el acelerador para evitar que una sanción de cinco segundos (provocada por una salida insegura en boxes) le impidiera acabar en segundo lugar. Nada lo detuvo, el jalisciense pasó la meta con más de 10 segundos de diferencia sobre el monegasco y se olvidó entonces de que esos cinco que le restaron en algún momento lo habían puesto en aprietos. “Mi momento llegará”, dijo Checo Pérez, quien ha dado muestra de que contra todo, puede salir adelante.

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