La veteranía de Tigres metió al América en su área, hizo que las Águilas traicionaran su esencia.
El campeón pedía la hora, quería salir vivo del Universitario, un punto sería suficiente, pero…
La juventud gana partido. Sebastián Córdova y Marcelo Flores armaron una jugada de pizarrón, una chiquillada que la defensa del América no esperó. Un tiro libre que no fue centro ni disparo directo, un pase al joven formado en el Arsenal que se volvió en gol, el gol del triunfo, el que le da a Tigres el saber que aún puede, a pesar del paso del tiempo.
Duro golpe al América, que sufre su segunda derrota en el torneo, algo que en el torneo pasado sufrió hasta el final. Los focos no se encienden en Coapa pero sí acelera la llegada de los jugadores que están de descanso. América no puede permitirse iniciar un torneo de esta manera.
La falla de Álvaro Fidalgo, un error burdo que empobreció la gran jugada generada por Dilrosun, presagiaba que el América tarde o temprano abriría el marcador.
El neerlandés era la llave del equipo azulcrema por la derecha, soportado por el apoyo de Richard Sánchez e Israel Reyes por esa banda, mientras que por la izquierda Fidalgo se encargaba de destrozar a Javier Aquino y hacer sufrir a Carlos Felipe Rodríguez, portero felino.
Los Tigres no sabían por dónde aparecían tantas camisetas amarillas. El bombardeo era constante, sólo faltaba el gol para que el América recogiera el premio al buen futbol desplegado.
Pero después del minuto 25 de juego. Tigres despertó.
¿Qué sucedió?
¿América perdió el gas?
¿Carioca y Gorriarán entendieron dónde colocarse?
¿Gignac comenzó a ser factor?
Todo se conjuntó y Tigres tomó aire, tomó el balón y el América comenzó a recalar.
Luis Ángel Malagón comenzó a ser exigido. Las Águilas se encerraron en su área. Un toque. Un movimiento de Gignac hacía que todo se paralizaba.
Parecía que los Tigres habían tomado el elixir de la juventud.
El juego se abrió. Las áreas se poblaron de intenciones ofensivas y los porteros se esforzaban por librarse del daño. El cero a cero fue lo más injusto para ambos equipos con vocación por anotar, pero fue lo más equitativo para el buen juego que ambos estaban brindando.
América nunca recuperó el aire, el futbol con el que dominó el inicio del juego. André Jardine ordenó a su equipo agazaparse en su campo, encerrarse en su área y depender de alguna descolgada de Dilrosun, la cual no llegó.
Tigres fue por su resto. Tigres y su veteranía fue por el triunfo. Cuestión de orgullo y Gignac se paró sólo frente a Malagón quien atajó de forma milagrosa para quitarle la gloria al francés.
Cerca del final, América respiraba, salía vivo del Volcán, pero el joven, el niño Marcelo Flores hizo su travesura y ganó el partido. Se notan que las ausencias pesan en las Águilas a pesar de tener un equipo muy completo, en este inicio de torneo, no se ve tan dominante.
Y Tigres a base de orgullo fue por el triunfo, y lo logró. Lo mostrado por los veteranos da esperanzas de no ir en decadencia. Quizá aún tengan aire para un último baile.