Guadalajara.— Si la felicidad fuera su rival, ya lo hubiera noqueado sin subir al ring, porque este sentimiento ha rebasado a Santos Saúl Álvarez Barragán, El Canelo.

De niño llegaba al centro histórico de Guadalajara en camiones; hoy, su esfuerzo, sacrificio y dedicación con los guantes lo hacen llegar a bordo de una camioneta de lujo.

Canelo está conquistando Guadalajara. Más de 200 personas lo esperaban desde muy tempranas horas, porque no importaba que fueran unos segundos, querían mostrarle su apoyo.

En una bata blanca con vivos en verde, con unos tenis con los colores de la bandera de México, junto a Eddy y Chepo Reynoso fue como Saúl entró al teatro Degollado, donde ya lo esperaban para la ceremonia de pesaje su familia, sus nuevos amigos —promotores— y su contrincante John Ryder.

Sin más, se quitó su atuendo y sereno subió a la báscula, 167.5 libras fue lo que marcó el mexicano, Ryder pesó 168 y siguió el clásico Face to Face.

La mirada del Canelo transmite tranquilidad, la del británico ferocidad. Se quitaron los ojos de encima y de inmediato Saúl sonrió. Sí, la felicidad por volver a Guadalajara después de 12 años como el campeón indiscutido de los supermedianos “es un lujo”.

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