La emoción y euforia que se vivían en el Centro Acuático mutaron en nerviosismo y enojo, porque el regreso de México a la prueba por equipos de natación artística no fue el esperado, al finalizar octavas, con 242.9491 puntos.
Pasaron 28 años (Atlanta 1996) para volver a ver en una piscina olímpica al conjunto de sirenas tricolor coordinarse, hundirse y moverse al ritmo de la música con un objetivo: sorprender al mundo... Y lo hizo desde su salida.
“Desde el momento que se abren las puertas, se me puso la piel chinita”, dijo Nuria Diosdado, quien —al igual que sus compañeras— recibió la mirada de todos, debido a ese atuendo rojo y los gritos que tuvieron al caminar.
Empezó a escucharse Don’t Stop Me Now, de Queen, e inició la conexión entre las mexicanas en su rutina técnica, donde los pies, brazos y cabeza tenían una misma dirección.
“Sentí el apoyo de toda la alberca y lo disfruté mucho”, recordó Jessica Sobrino, quien —pese a estar concentrada— se contagió del ambiente que había en la tribuna, donde hasta aficionados de otros países las ovacionaron de inicio a fin. Parecía una rutina increíble, pero quienes evalúan detectaron una falla.
Las ondinas salieron de la alberca y tuvieron una larga espera para ver su calificación.
“Fue un error en la última figura”, mencionó Sobrino, y Diosdado confirmó que “una pequeña cosa hoy se penaliza”.
Sin embargo, ellas no dejan de sonreír, porque llegar hasta aquí ya es un logro. Tuvieron que vender toallas y plásticos ante la falta de apoyo, situación que las hizo resilientes, característica que relucirá en las rutinas acrobática y libre.
“La garra que tenemos va a favorecer, para que en los próximos dos días salgamos a matar”, advirtió Nuria.