Monterrey.— En los últimos años, tenistas como Renata Zarazúa y Giuliana Olmos se han robado los reflectores con grandes actuaciones en Roland Garros o Wimbledon, pero nada de eso podría pasar si no fuera por el legado de Olga de la Fuente, considerada “madre” del tenis femenil en México.

A pesar de haber estudiado ingeniería química, Olga le entregó su vida y corazón al deporte blanco, al grado de dejar todo por impulsar el crecimiento de las mujeres. Tras la clausura del club de tenis en el que jugaba, decidió abrir una academia y, posteriormente, la Asociación de Tenis Profesional Femenil.

“Puse el dinero y luego la administré. Empezamos a viajar a los torneos y ahí conocí a Blanca Borbolla, quien trabajaba para la Federación [Mexicana de Tenis], que en aquel entonces tenía muchos torneos de hombres y nada de mujeres. Formamos la Asociación de Tenis Profesional de Mujeres. Fue en 1992 y empezamos con eventos chicos, de cinco y 10 mil dólares”.

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