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La Arena México y el Consejo Mundial de Lucha Libre fueron testigo el 18 de junio del 2004 del nacimiento del último gran ídolo de la lucha libre mexicana. Un joven de estirpe luchística, quien con el respaldo de su padre Dr. Karonte llegó al histórico cuadrilátero con un estilo aéreo poco visto para la época y un inconfundible equipo en tonos plata y oro que cautivó de inmediato a la afición al pancracio.
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Bajo el nombre de Místico, el esteta comenzó su recorrido por las cuerdas y lona de la bien llamada "Catedral de la Lucha Libre”, conquistando con sus vuelos a la fanática. Una historia llena de éxitos, aprendizajes y pasión que cumple 20 años. "El 18 de junio de 2004 comenzó todo, fue el debut en la Arena México. Jamás me imaginé ser lo que soy. Lo único que quería era luchar", compartió Místico con EL UNIVERSAL Deportes.
El Príncipe de Plata y Oro, recordó que fue de la mano del empresario Francisco Alonso, que el personaje llegó a su vida y lo convirtió en una figura gracias a su trabajo, al respaldo del público. "La afición es la que me ha hecho una figura, no ha sido fácil y creo que lo realmente difícil es mantenerse. La clave es amar lo que haces, no dejo de preparame y seguir aprendiendo. La gente se da cuenta de ese esfuerzo y lo reconoce con sus aplausos".
El nacido en el “Barrio Bravo” de Tepito, se dijo ser un luchador con los pies firmes en el piso, y que pese a la fama del personaje en diferentes áreas de la farándula y el deporte siempre se mantuvo firme en su meta de alcanzar el éxito. "El público me comenzó a cobijar muy bien, me empezaron a programar en varios lugares y comencé a ganar varios campeonatos. Místico vino y acaparó de un momento a otro a todo el público. Llegué a romper barreras en poco tiempo y nunca me creí la fama, me emocionaba mucho al ver todo alrededor, pero soy un tipo bendecido y creyente, si eso pasaba mi carrera se hubiera estancado", señaló.
Místico agradeció a los fanáticos el acompañarlo durante dos décadas por todo el país, asegurando que no ha sido tarea sencilla, pero entendiendo que forma parte de la doble vida de los luchadores. "Las llamo dos décadas de plata y oro, que se construyeron con la gente. Se dice fácil 20 años, pero he batallando mucho. La gente no sabe lo que pasa con nosotros fuera del ring, ellos me ven brincar, volar, pero al bajar soy una persona y nadie me pregunta si estoy bien”.