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Después de la coronación número 14 en la historia del América, la polémica se ha desatado por la supuesta ayuda que las Águilas recibieron por parte del árbitro Adonai Escobedo. Nada más alejado de la realidad.
La jugada que está en el centro de la polémica es la expulsión de Raymundo Fulgencio, ya que marcó un antes y después en la gran final, pero no se debió a un simple capricho del silbante.
El joven atacante de los Tigres fue quien se equivocó, ya que no tuvo la suficiente madurez emocional para ingresar al partido y aportar a su equipo, que no lo había hecho nada mal. La mejor prueba son las dos opciones de gol que tuvo André-Pierre Gignac y el disparo al travesaño de Rafael Carioca.
Los norteños hicieron un buen planteamiento, mérito del estratega Robert Dante Siboldi y la ejecución de los futbolistas, pero Fulgencio fue quien los perjudicó.
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El muchacho dio un manotazo en la cara a Julián Quiñones, de manera totalmente inexcusable. Se equivocó y lo pagó con la tarjeta roja, más allá de que en la cabina del videoarbitraje sugirieron revisar la acción.
Sería absurdo decir que esa no fue la acción clave del partido, porque -a partir de entonces- las Águilas dominaron a placer y lo demostraron con los tres goles en los tiempos extra, donde Nahuel Guzmán terminó por enterrar a los felinos.
Porque la expulsión del portero no ha estado en la polémica. El “Patón” volvió a mostrar su lado más oscuro y enterró a sus compañeros.
En EL UNIVERSAL no somos americanistas, ni mucho menos nos interesa defenderlo. Lo tratamos igual que a los otros 17 clubes de la Liga MX, pero tampoco nos dejaremos llevar por la frase que asegura que “los árbitros ayudan al América”.
Si así fuera, ¿por qué no expulsaron a Carioca cuando apenas empezaba el juego de ida?
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