Cuando Ricardo Peláez, presidente deportivo, y Miguel Herrera, director técnico, llegaron al América en 2012, una “de las cabezas” que la afición pedía a como diera lugar, era la de Miguel Layún.
Para la fanaticada todos los males del equipo “eran su culpa” y echarlo de la institución era lo más lógico, pero no fue así, decidieron dejarlo, potenciarlo y a la postre pateó el penalti que significó uno de los títulos más épicos en la historia azulcrema.
De estar encerrado en casa, sin querer salir, Miguel Layún pasó a ser capitán de las Águilas y levantar el trofeo del Apertura 2014; sin embargo, antes fue “culpable” de la estrella 11 que conquistaron los emplumados.
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“Miguel [Herrera] jugó una parte fundamental en mi carrera, tuve la fortuna de tenerlo como entrenador en Veracruz en mis inicios y de reencontrarnos en el América, en una situación que era bastante adversa para mí… En mi caso él fue una especie de papá en mi carrera futbolística”, declaró el zaguero mexicano.
Reza un cántico americanista que Aquivaldo lo empezó, el portero lo empató y Layún con un penal los coronó. Ser parte de esas letras llena de orgullo a Miguel Arturo; sin embargo, ser respetado le costó un mundo.
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“Pasé por dos fases, primero caí en una depresión, pasé momentos complicados, muy golpeados y me costaba hasta salir de casa, me mantenía aislado y después entró esa determinación que siempre he tenido, donde era un reto conmigo mismo e impulsado por mi entorno… Me entró un hambre e hice clic conmigo mismo”, recuerda Layún.
En la tanda de penaltis, cuando se dirigía al centro del área, sólo tenía en mente dos cosas: patear fuerte y el lugar a donde iría... El resto es historia.