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La final del Abierto de Estados Unidos no se puede plantear más desigual.
De un lado está Rafael Nadal, ganador de 15 títulos de Grand Slam, la segunda mayor cantidad en la historia.
El español también presume de otro logro: junto con Pete Sampras y Ken Rosewall, es uno de los tres hombres que se han consagrado en las grandes citas del tenis en sus años de adolescencia, en los 20 y en los 30.
Su rival es Kevin Anderson, quien vive una experiencia inédita en este último major de la temporada. Con la misma edad que Nadal, 31 años, y separados por un mes, el sudafricano aparece por primera vez en la final de un torneo de envergadura.
Nadal y su equipo podrían ir enfriando botellas de champaña para el festejo de su tercera corona en Nueva York, pero el español no se fía en lo absoluto: en lo que a él le concierne, Anderson es un adversario “peligroso”.
“Muchos se olvidan que llegó a ser un top 10 antes de su lesión. Es un jugador de máximo nivel y más en este tipo de superficies”, desmenuzó Nadal, quien supera 4-0 a Anderson en el historial entre ambos.
Como número 32 del mundo, Kevin es el finalista del US Open con el ranking más bajo desde que la ATP empezó a confeccionar su escalafón en 1973.
Después de tantas lesiones, Anderson cosecha la recompensa a su perseverancia y paciencia.
Su oportunidad se presentó en este US Open, al tocarle un accesible sector del cuadro, en gran medida por las ausencias por lesión de varias figuras, incluidos los ex campeones Novak Djokovic, Andy Murray y Stan Wawrinka.
“Antes de la última semana, no quise entusiasmarme, pero desde luego, estoy extasiado por estar aquí”, señaló el primer sudafricano que alcanza la final de un Grand Slam desde Kevin Curren en el Abierto de Australia de 1984.
Mientras que Anderson sueña en convertirse en el segundo sudafricano en ganar un torneo de este tipo y primero desde Johan Kriek en Australia en 1981, Nadal puede poner la cereza del pastel en una temporada sensacional.
Una victoria del ibérico también cerraría el círculo para algo inédito: se repartirá equitativamente los títulos de las grandes citas con Federer, además de calentar otra vez la lucha por tener la colección de trofeos más voluminosa.