Natalia Priaz maneja un Subaru BRZ 2019, un auto deportivo japonés, que —sin modificaciones— cuenta con cuatro cilindros boxer, corre a 200 caballos de fuerza de transmisión automática a seis velocidades, frenos de disco, con suspensiones independientes. Va de cero a 100 kilómetros por hora en 6.8 segundos y es que es de tracción trasera.
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La primera piloto mexicana que participa profesionalmente en drifting explicó por qué es un deporte caro. Tan sólo a su auto le ha invertido cerca de 180 mil pesos, y “ni siquiera está tan modificado, sólo le quité los silenciadores y se fabricó la tubería de escape; en la suspensión, los coilovers, los amortiguadores que van a las llantas y las vuelve ajustables, mejoran el rebote y la altura, además te da mejor estabilidad. También, un kit de ángulo sencillo que da un aproximado de 15 grados de giro extra a las llantas”. Además de la personalización con stickers y acabados.
Sólo para una práctica se ocupan, mínimo, cuatro llantas de repuesto. Cada una puede costar mil pesos; algunos compran más caras, de hasta dos mil 500, lo que equivale a una inversión de entre cuatro mil y 10 mil pesos, más la gasolina y pagar la renta de un lote para estar seguros.
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Ante el inminente peligro, Priaz entra segura al auto, mira la pista, calcula y escucha las indicaciones. “Todo es cuestión de práctica y darle sin miedo, porque con miedo no sale”, afirma.
“Es duro la primera vez que le pegas”, así lo vivió Nat con “Blu”, porque “este deporte implica un gran riesgo. Eres tú dentro de una máquina...”.
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