En un minuto y 47 segundos, Antoine Griezmann adelantó al , que agrandó la diferencia al cuarto de hora con el 0-2 de Memphis Depay y que lo sentenció todo aún más sobrepasada la media hora con el 0-3 de Nahuel Molina para fulminar a toda velocidad y con una autoridad inusitada al Rayo Vallecano, un despropósito defensivo desbordado y devorado por la pegada del bloque de Diego Simeone, disparada en los últimos 20 minutos hasta su mayor goleada visitante (0-7).

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La eficacia del Atlético, dos puntos por detrás del liderato del Real Madrid, fue directamente proporcional a los desajustes defensivos de su oponente. Después de tres horas de juego imbatido, a lo largo de las dos primeras citas, el despropósito atrás del conjunto franjirrojo fue sorprendente. No se enteró de nada en el primer tramo, con todo lo que eso supone cuando enfrente está un rival de tal envergadura.

No perdonó el Atlético. En un ratito, lo goleó. No hay más explicación que la combinación de los deméritos rayistas con su acierto en el área, aunque lo segundo es más fácil cuando ocurre lo primero, como por ejemplo en el 0-1, en el que Memphis Depay ganó un balón que probablemente no debería haber ganado. Tampoco debió tener tanto tiempo para pensar como el que tuvo ante la contemplación de los adversarios.

Como tampoco Rodrigo de Paul, el siguiente paso de la combinación que terminó con el 0-1 de Griezmann. Al borde del área, algo a la derecha, el campeón del mundo argentino la controló, miró una vez, miró otra, sin nadie que lo sobresaltara, hasta que vio lo que todo el mundo había observado menos el Rayo, como el internacional francés se había desmarcado detrás de su marcador para quedarse solo en el lado izquierdo de su ataque y rematar a gol.

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El pase fue bueno de De Paul, la definición fue práctica de Griezmann. No se quedó ahí. Ni la ofensiva del Atlético. Ni el chollo del Rayo. En el minuto 5, Saúl le entregó otra ocasión a Memphis. Su golpeo fallido, al portero, fue un alivio para los locales. Momentáneo. Al cuarto de hora, los mismos protagonistas, la pifia en el despeje de Aridane y el remate a placer del delantero neerlandés, que a la media hora se volvió a lesionar. Es muscular.

El Rayo apeló a su carácter. Su presión arriba no le valió de mucho hasta entonces. Ni apenas después. Dos malas salidas de Jan Oblak alimentaron su esperanza, destrozada cuanto de nuevo De Paul, su visión, su magnífico pase, divisó la carrera por la derecha de Nahuel Molina. Conectado con precisión, superado su par, el lateral marcó el 0-3. Era el minuto 36. La mejor vuelta a la competición para el carrilero, tras un mes lesionado.

Más allá de todo eso, el centro del campo del Atlético funcionó con esplendor. No sólo por el gran partido de De Paul, asistente en el primer y el tercer gol, o de Saúl, pasador del 0-2 y el posterior 0-4, intenso, llegador, ágil con la pelota, en la oportunidad en el once (por delante de Marcos Llorente, suplente) por las molestias de Lemar, sino también porque Pablo Barrios demostró que ahí a un medio centro, tal y como visionó hace meses Simeone.

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Aun así, el Rayo lo intentó. Nteka y Pathe Ciss saltaron en el campo desde el primer instante de la reanudación, por Trejo y Unai López. Sergio Camello se reestrenó a la hora del partido. No hubo manera de reponerse de su terrorífico inicio. Y se entregó: el Atlético aún marcó el 0-4, por medio de Morata a pase de Saúl, el 0-5 de Correa, el 0-6 del goleador español y el 0-7 de Llorente; para disparar la cualidad más indispensable que quiere Simeone: la contundencia en las áreas.

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