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Arnulfo Castorena subió a lo más alto del podio por cuarta vez en su laureada carrera paralímpica. La de ayer en París se sumó a sus preseas áureas en Sidney 2000, Atenas 2004 y Tokio 2020.
Parece fácil, pero lo conseguido por la leyenda viviente del deporte nacional comenzó a construirse desde la infancia. La primera prueba que superó no fueron los 50 metros pecho SB2.
“Ha sido muy difícil. Desde joven, hubo muchas adversidades, pero nada de eso me tiró. Veía que mi familia se drogaba enfrente de mí y yo pensaba en hacerlo, porque ellos lo hacían. Viví entre fuego, pero nunca me quemé. Nunca tiré la toalla y quise demostrarles que podía ser alguien en la vida”, declaró.
Lo que es cierto es que, entre sus sueños nunca estuvo ser un gran deportista. Si ser el mejor de su casa era difícil, ser el mejor en algo fuera parecía imposible.
“Nunca imaginé ser un gran deportista, pero hoy —gracias a Dios— soy campeón. Ser el número uno en mi casa o en la escuela era difícil, ahora imagínate ser el número uno del mundo... Pero lo logré”, aseveró.
Tener casi 25 años de casado con María Concepción, quien también es parte de su equipo deportivo, y siete hijos, es el principal motor de Arnulfo, quien quiere aumentar su legado y estar en los siguientes Juegos Paralímpicos: Los Ángeles 2028.