El uso de calzado va más allá de una cuestión estética. Básicamente, permite mantener el pie alineado con la columna vertebral, el cuello y la cabeza que, en conjunto, nos dan el soporte adecuado.
No obstante, hay un tipo de zapatos que pueden provocar daños significativos a largo plazo. Desde lesiones, dolor constante y malformaciones en la postura, por ello es importante encontrar los que nos aporten comodidad.
En De Última te presentamos los estilos que no se recomienda llevar ni siquiera por períodos prolongados.
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Antes de comprar tus zapatos, verifica que los dedos del pie entren adecuadamente, que no te produzcan molestias al abrocharlos y que te den libertad de movimiento. También supervisa la parte del talón para evitar la aparición de ampollas.
Una vez que tomes estas precauciones, procura evitar los siguientes estilos:
Ya sea para la oficina o en fiestas, los zapatos de tacón aportan un toque elegante y nos dan unos centímetros extra de altura, pero no son tan inofensivos como parecen.
Y es que el uso diario de tacones ocasiona desequilibrios musculares debido a la altura. Los podólogos explican que el soporte del pie carga con mayor peso cuando los llevamos.
Al alzar la parte trasera del pie, el tacón no permite que caminemos naturalmente y podríamos sufrir un esguinces o fracturas, puesto que no contamos con el equilibrio necesario en la parte delantera y posterior.
Otro problema que acarrean es la metatarsalgia, que consiste en dolor e inflamación en la parte baja del pie. La recomendación es utilizar tacones con plataforma porque nos dan la misma altura a la hora de pisar.
Este calzado es el favorito para las vacaciones, pues nos brinda la sensación de comodidad. Sin embargo, carecen de estabilidad para la planta del pie y muchas veces experimentamos dolor al quitárnoslas.
Las sandalias y chanclas pueden ocasionar fascitis plantar, inflamación del tejido que conecta el talón con los dedos, es decir, el arco del pie. Ello se debe al exceso de tensión que ejercemos, ya que no respetan la curvatura natural.
Si bien lucen de infarto, solemos forzar la postura de los dedos para que embonen con la sandalia. Otra de sus desventajas es que nos dejan expuestas a cortes, golpes o quemaduras solares porque son abiertas.
Un caso similar ocurre con los zapatos planos. Su suela delgada los hace poco favorables para las imperfecciones del terreno: si pisas una piedra lo más seguro es que percibas una ligera molestia.
Pero si te aferras a ellos, en poco tiempo podrás experimentar dolor en los talones y tobillos por la sobrecarga muscular, así como calambres y entumecimiento en la zona.
Para evitar este tipo de lesiones, procura que los zapatos tengan una suela de entre 1 a 2.5 centímetros y supervisa que incluyan un soporte acolchado en el talón para evitar roces.
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