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No solo las reglas de la moda han cambiado, sino también las de la belleza. Cada vez más diseñadores y firmas (tanto de lujo como de low cost) celebran los diferentes tipos de cuerpos. Ya sea a través de líneas especiales o de una ampliación en su rango de medidas, confirman algo que ya la mayoría de nosotros sabíamos: el estilo no está peleado con la talla.
Si eres una mujer curvy, este llamado colectivo se enfoca en tomar conciencia de ti misma, en aprender a aceptarte sin importar tu silueta (por ejemplo, asumir los cambios que vienen con el embarazo) y en promover el amor personal y sentirte bien con tu cuerpo.
A partir de sentirte a gusto con tu cuerpo, será más fácil identificar los elementos más favorecedores para tu imagen, como cortes, colores o prints. Ser de talla grande no te excluye de vestirte bien ni mucho menos de verte increíble.
El ajuste lo es todo
No se trata de comprar ropa amplia ni muy pegada al cuerpo, ni de inclinarte por líneas oversize o tener que renunciar a los cortes slim. La proporción adecuada de las prendas es clave para lucir espectacular, tanto en mujeres delgadas como con curvas. Nos referimos a que la cintura de las piezas sea cómoda, a que puedas mover las piernas libremente y a que el largo de los pantalones no se haga bolas.
A veces, pensar en llevar una túnica pareciera ser la mejor opción para esconder la figura, pero puede resultar todo lo contrario y aportar más volumen. No sucede eso si acompañas esta prenda de un cinturón para enmarcar la silueta e, incluso, si eliges un diseño con un estampado alegre, por ejemplo, de flores.
En cuanto a vestidos, hay diferentes cortes que sacan partido al cuerpo, desde los de línea A hasta los envolventes, caracterizados por su corte cruzado. Toma en cuenta que, si decides lucir un escote, debes mostrar menos las piernas, y viceversa.
No todo es negro
¿Cuántas veces no has escuchado que el color negro adelgaza o que es el aliado perfecto para esconder los ‘rollitos’? Si bien resulta muy favorecedor, hay vida más allá de este. Elegir tonalidades neutras (gris, beige, topo, camel y azul marino, entre otros) permite realizar diferentes combinaciones, verte elegante como por arte de magia y hacerle justicia a tu figura.
Puedes llevar un vestido en tono camel con un saco beige encima o un cárdigan abierto en este mismo matiz. O bien, apostar por unos pantalones formales grises de corte recto y sumar tanto una camiseta blanca como un blazer o abrigo en color azul marino. Este look clásico resulta ideal para llevar a la oficina.
Aun cuando no existen prohibiciones a la hora de utilizar los colores, debes tener en cuenta que las tonalidades brillantes, como el amarillo canario, verde bandera o naranja, tienden a aumentar kilos si no se usan de modo correcto, sobre todo si hay contrastes evidentes. Eso no significa que debas eliminarlos del armario o de tu guía de compras si eres una mujer curvy.
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Sin miedo al print
Al igual que los colores, el uso de estampados está muy satanizado cuando de siluetas con curvas se trata.Lo cierto es que pueden resultar favorecedores si se escogen de manera adecuada. Aquellos con figuras muy grandes o caracterizados por tonalidades brillantes no solo centran las miradas en el cuerpo, sino también crean un efecto de volumen, así que debes usarlos con cuidado.
Lo más recomendable para las mujeres curvy es buscar prints discretos de flores, lunares, cuadros o rayas (de preferencia, verticales). Para no saturar la prenda, debes inclinarte por aquellos que no tengan más de dos tonos en su composición. En caso de lucirse en una camisa o pantalones, conviene que la otra pieza tenga un color liso.
También puedes llevarlos en todo el look. Por ejemplo, si utilizas un vestido con lunares pequeños o de rayas blancas con azul marino o rojo. Para la playa o si sales de fin de semana a un pueblo mágico, se vale agregar más color, solo asegúrate de optar por diseños confeccionados con tejidos vaporosos.
Prefiere telas suaves
Optar por materiales ligeros no solo te garantiza sentirte fresca a lo largo del día, sino también más cómoda. Fibras como el algodón, la lana y el lino se adaptan de manera perfecta a la silueta sin dejar marcas o acentuar los ‘rollitos’. Por el contrario, si no te gusta que la tela se te pegue al cuerpo, evita la seda o los tejidos con un alto porcentaje de elastano.
Un vestido camisero confeccionado con lino, por ejemplo, es ideal para lucir en el verano, acompañado de un cinturón delgado de piel y unas sandalias, ya sean planas o con tacón. Las mujeres altas pueden seleccionar diseños a media pierna, mientras que el largo arriba de la rodilla favorece a todas las estaturas.
Marcas como Shein o Cider cuentan con buenas opciones de joggers elaborados con lyocell, una fibra parecida al algodón que es suave y ayuda a absorber la humedad. Estas piezas pueden combinarse con camisas blancas o suéteres de tejido de punto delgado. Toma en cuenta que los materiales rígidos, además de incómodos, aportan un volumen innecesario.
Presume tu estilo
Tener madurez a la hora de vestir es entender que no todos los colores, estampados o cortes le van a una persona, sin importar su complexión. Hay tonos que favorecen más a determinadas pieles o prendas que lucen mejor en quienes tienen menos busto o más caderas (por ejemplo, el famoso vestido bandana).
Lo importante es identificar aquellas piezas y elementos que te hacen ver guapa sin tanto esfuerzo. Por ejemplo, la modelo estadounidense Ashley Graham siempre luce perfecta cuando lleva vestidos drapeados sin tirantes y con aberturas laterales en la falda. Caso contrario a Victoria Beckham, cuyos looks más recordados se componen de pantalones y blazers, no tanto de vestidos.
Esto no significa que tengas que encasillarte en un mismo tipo de prenda o color, sino más bien a que no intentes llevar una tendencia a la fuerza. Si una pieza, tono o estampado se te ve fabuloso, no temas volverlo un sello de tu look y busca variaciones. Como bien dijo Coco Chanel: la moda pasa pero el estilo permanece.
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