Más Información
“Vamos a dar apoyo a los pequeños agricultores por sequía en Sonora”; Claudia Sheinbaum instruye a Berdegué
Derrota de México en disputa por maíz transgénico contra EU; estos son los argumentos de Sheinbaum y AMLO para prohibirlo
Óscar Rentería Schazarino, ha operado contra CJNG, Viagras y Templarios; es el nuevo secretario de Seguridad en Sinaloa
Claudia Sheinbaum pide respeto para Maru Campos; gobernadora anuncia acuerdo para transporte público
Claudia Sheinbaum anuncia los Centros de Cuidado Infantil en Chihuahua; inaugura hospital en Ciudad Juárez
Soy hija de la educación pública de esta ciudad y de este país.
Mi padre, docente de la Secretaría de Educación Pública y único profesionista en la familia –hasta ese momento–, con un gran compromiso con la educación, quien fue el único encargado de la crianza y cuidados de mi hermana y míos, siempre nos inculcó que la formación profesional y el conocimiento son una herramienta de cambio social fundamental y que, por ello, teníamos que aprovechar al máximo cualquier espacio donde se generaran y compartieran.
Nunca nos sobró dinero, incluso hubo tiempos difíciles, pero aprendí su solidaridad al observar cómo él, con su salario de maestro, compraba material y herramientas a las y los alumnos que estaban en condiciones precarias en donde impartía clases, con tal de que tuvieran la oportunidad de seguir aprendiendo.
En razón de nuestras circunstancias económicas, la educación privada nunca fue una opción para mí. Sin embargo, debido a esa semilla que sembró mi padre de tener un aprendizaje constante y al gran esfuerzo que hizo para que mi hermana y yo gozáramos las condiciones para continuar con nuestros estudios, la educación pública y gratuita en esta ciudad fue la ruta que me permitió seguir caminando a ese horizonte.
Así llegué a la Universidad Nacional Autónoma de México –UNAM–, cuando a mis 15 años decidí que quería formar parte de ella. Estudié mucho para poder ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria 9 Pedro de Alba. Recuerdo aquel día en que salieron los resultados de la convocatoria: mi padre compró muy temprano la Gaceta, y yo aún dormía cuando entre sueños escuché que él le dijo a mi hermana, con una voz de orgullo: “Se quedó”. De esta forma empezó mi recorrido en la UNAM, hasta que entré a la Facultad de Derecho en Ciudad Universitaria.
La UNAM siempre representó para mí esa oportunidad de seguir ilustrándome. Claro que aprendí el conocimiento especializado propio de la profesión de la abogacía, pero no sólo en las aulas, donde hay grandes profesionistas que se dedican a la docencia para compartir su saber y experiencia con el alumnado, sino también en los pasillos, en las islas y en cualquier espacio donde efervesce esa conciencia social y de clase, y donde, en colectivo, se construyen e intercambian ideas por parte de la comunidad universitaria para impulsar un cambio social.
He ahí el valor agregado con el que cuenta estudiar en la UNAM: la diversidad de personas que convergen en ese lugar. Allí hay estudiantes provenientes de todo el país, de distintos contextos sociales, culturales y económicos; en sus aulas están sentados las hijas e hijos de altos funcionarios públicos, de empresarios y de prestigiosos despachos, pero también quienes pudieran ser las primeras personas en sus familias que acceden a la educación universitaria. Dicha heterogeneidad permite crear espacios incluyentes, con opiniones plurales y pensamiento crítico, fundamentales para la evolución constante en la construcción y deconstrucción de ideas que necesita este país.
Al terminar mis estudios universitarios, me di cuenta de que la UNAM siempre sería parte de mí porque, una vez que pisas sus pasillos, sus aulas, sus bibliotecas, sus centros culturales, sus espacios deportivos y vives lo que es ser una universitaria, invariablemente se genera un sentido de pertenencia, pero sobre todo un compromiso para devolver a la Universidad, a la ciudad y al país todo lo aprendido.
Fundación UNAM, desde hace 31 años, a través de sus diversos proyectos, ha hecho posible que las personas universitarias tengan acceso a recursos y condiciones económicas y materiales para continuar sus estudios y profundizar sus saberes. Sin su gran labor, muchas alumnas y alumnos no hubieran podido materializar su educación. Particularmente, yo fui beneficiaria del programa de becas de licenciatura de alto desempeño académico y por ello sé el valor y la diferencia que hacen los apoyos con los que cuenta la Universidad para impulsar la formación de su alumnado. Confío en que con su incansable trabajo continuarán ayudando a que la comunidad estudiantil pueda seguir con su preparación y alcanzar sus metas.
Directora general de Quejas y Atención Integral de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México
Directora general de Quejas y Atención Integral de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México