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Referente indiscutible de las páginas editoriales de EL UNIVERSAL, Helioflores (Xalapa, 1938), decano de los cartonistas en México, reconocido por su aguda mirada, su fino sentido del humor y su estilo incomparable, se retira de la caricatura, poniendo fin a una larga y exitosa carrera —con notables premios internacionales como el Grand Prix de Montreal—, que comenzó siendo él un joven imberbe en el Diario de Xalapa, continuó en revistas como La Garrapata, al lado de Rius y Naranjo, y se consolidó, desde principios de la década de los setenta, de manera casi ininterrumpida, en este diario.
Vía telefónica desde la capital veracruzana, donde vive en compañía de Blanca, su pareja, Helio habla en entrevista sobre las razones que lo llevaron a tomar esta decisión.
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¿Por qué retirarte justo ahora en vísperas de las elecciones del 2 de junio, tan importantes para el país?
No es más que pura coincidencia. Qué más quisiera yo que poder estar presente en esta temporada y en más. Pero hay ciertas fallas físicas que estoy sintiendo que afectan mi trabajo. Lo puedo seguir haciendo, pero con más dificultad y tardándome más tiempo.
Autor de Nuestra democracia y El Hombre de Negro, publicados de manera reciente por la editorial de libros de arte Alias, Helioflores cuenta que su pulso, la movilidad dentro de su amplio estudio (donde tiene su archivo y la mesa de luz donde ensambla sus sofisticadas composiciones) y su memoria, ya no son los mismos. Reconoce que, efectivamente, se retira en un momento político álgido:
Es una temporada que se presta mucho para las caricaturas”, dice. “De hecho, todas las temporadas se prestan; en todas están los políticos funcionando. Siempre hay gente que se presta para la caricatura y que la pide a gritos, pero me doy cuenta de que me tardo mucho para hacer un cartón. Si antes me tardaba tres o cuatro horas, ahora me tardo seis u ocho. Uno se va sintiendo cansado. Por mucho ánimo que tenga, uno va sintiendo que ya es tiempo de dejarle el espacio a otros”.
Tus cartones tienen la misma calidad de siempre.
Puede ser. Los hice con la misma buena voluntad y la condición física de antes, pero ya siento que no va a ser lo mismo. Ya son muchos años, qué necesidad de hacer algo que te cuesta más trabajo y que el resultado no es el mismo. Lo peor es que uno luego no se da cuenta. Y no es que me retire con una gran fortuna (risas), pero puedo estar tranquilo. Lo he visto en otros cartonistas que se quedan hasta el último minuto, pero sus trabajos ya no son iguales. A mí no me gustaría eso.
Se van a extrañar mucho tus cartones.
Pues no sé, la verdad, qué más quisiera yo que seguirlos haciendo. Pero hay otros caricaturistas que ya tienen un buen lugar. Nadie es insustituible, igual en la caricatura. Habrá unos que extrañen mi trabajo y otros que digan: ¡qué bueno que ya se fue (risas)!
Tu trabajo ha sido una voz disonante en las páginas de EL UNIVERSAL.
Siempre ha sido así. Y va a seguir siendo, creo. En tantos años me han tocado por lo menos dos etapas: cuando el PRI y los gobiernos prianistas prevalecían y en los periódicos a la mayoría de los colaboradores que dependían de los dineros del gobierno les parecía mal que lo criticara. Me sentía como la oveja negra de la página editorial porque todos los demás iban en una dirección y yo en la contraria. Ahora hay colaboradores que están en la página editorial que critican todos los días al gobierno por una razón u otra, y yo no caigo en ese juego. Entonces, pues es lo mismo pero al revés.
¿Sigues creyendo en la contundencia del cartón político? ¿Sigues creyendo que una imagen vale más que mil palabras?
Sí, cómo no. Lo mismo que una fotografía. Sigo pensando que así es. En las páginas editoriales hay gente que lee un artículo completo y otros que no. En cambio, las caricaturas las ven todos.
Tus lectores te siguen también en X, donde los insultos están a la orden del día.
Eso es inevitable, lamentablemente. Dicen que el país está polarizado, pero es otra cosa. Entiendo por polarizado que tú digas “blanco” y de repente alguien te diga: “no, no, es negro porque el blanco es luz y no sé qué”, y te da sus razones. Así debe de ser. Y tú dices lo contrario también con argumentos. Pero como está la cosa en la actualidad, tú dices “blanco” y hay gente que te insulta sin ningún razonamiento ni argumento. La mayoría de las veces ese tipo de contestaciones procuro ya no verlas.
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¿Cómo aprecias la gestión del presidente López Obrador?
En lo general me parece buena, voté por él como muchísimos más. Hay dos o tres cosas que pienso que no se han logrado cumplir, pero si no se hicieron fue porque no se podía, o qué se yo. Tú ves los cartones de hoy en día y casi todos están cargados contra López Obrador de una manera descarada y tendenciosa. En algunos casos hasta pienso: “a éste le están dando un dinero extra por cada cartón que hace”. Yo sí critico a veces al gobierno, pero procuro hacerlo con cuidado porque no quiero caer en esa línea.
Le preocupa la militarización del país. “Pero eso es lo que uno ve desde lejos. Falta profundizar y saber las razones de peso que están atrás, que uno desconoce y no permiten llegar al fondo”, dice. “También el castigo (pendiente) a los expresidentes y a otros corruptos de primer nivel. El sexenio se va a acabar y estos personajes van a terminar sin castigo. Como Zedillo, que acaba de venir a México y se da el lujo de hablar de la democracia en el país, de que hay que luchar por los trabajadores. ¿Con qué cara dice eso? Con la de alguien que se siente intocable”.
Alguna vez describiste al México de los gobiernos priistas como un coche sin llantas. Ahora, con este gobierno, ¿sientes que vamos avanzando?
Una diferencia que salta a la vista es que en aquellos gobiernos, con cada sexenio estábamos peor: la deuda externa aumentaba, los salarios de los trabajadores bajaban, la moneda se devaluaba, la gasolina subía. Ahora siento que por lo menos eso ha cambiado. Antes aquel carro no avanzaba, pero además iba para atrás. Y ahora digo que sí avanza, poco pero avanza.
¿Cómo ves al país asolado por la violencia del crimen organizado?
Lo veo terrible. Y cada vez está peor. Todo esto es resultado de algunos gobiernos anteriores, principalmente el de Felipe Calderón. Se echó a andar la violencia en el país, sobre todo la del crimen organizado. García Luna formaba parte de esa delincuencia. Fue aumentando, se hizo enorme, ¿y cómo paras eso de sopetón? Luego tienes lo de las armas que vienen de Estados Unidos, porque ahora los narcos están mejor armados que el Ejército. Se vuelve casi imposible combatirlos. Es muy fácil ver eso y decir: el gobierno actual no hace nada. Cada vez la delincuencia está mejor organizada, de eso no hay duda; cada vez tienen más dinero y controlan más territorio. ¿Cuál es la solución? Dicen que combatir la corrupción en las policías y en el Ejército. Creo que hay mucho de cierto en eso.
En opinión de Helio, el gobierno tiene que seguir intentando una y otra vez el combate al crimen organizado, pero es consciente de que el cambio no se puede lograr en sólo seis años. En lo que a él respecta, y ante la pregunta sobre qué hará ahora con su tiempo disponible, responde que intentará pintar en gran formato, como alguna vez imaginó, y no descarta dibujar algún nuevo episodio de su historieta El Hombre de Negro, obra de culto entre sus seguidores.