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La definición de cuento más perfecta para Eduardo Antonio Parra, y la que más se acerca al impacto que quiere tener en el lector, es aquella descrita por Edgar Allan Poe, que dijo que una buena historia es aquella que se lee de una sentada y que nunca olvidas, que se te queda en la memoria para siempre. Y esa es la idea que guía cada cuento que escribe Parra; sin embargo, él ha elaborado una metáfora que define también su trabajo con el género cuentístico, del que es maestro.
“Siempre he tenido esta idea a la hora de la escritura: pienso en los que hacían las espadas de Toledo, al principio es un pedazo de fierro, nada más, pero a punta de mazazos y tras pulirlo ese fierro queda lisito, filoso y puntiagudo, como debe ser”, dice Eduardo Antonio Parra, quien reconoce que ese es el filo que busca en sus historias, el filo que corta, que abre heridas y pone el dedo en nuestras propias llagas.
“Me acuerdo que en los primeros cuentos que escribí había reacciones de gente que me decía, ‘este cuento no lo puedo terminar’ y yo le decía ‘¿por qué no?’ y la persona me respondía: ‘se me revolvió el estómago’, a lo que yo decía: ‘perfecto, eso es lo que yo quiero’. Yo no quiero que me lean y se vayan como si no hubiera pasado nada, quiero una reacción en el lector y esa es la punta de la espada, que nos corte un poco”, afirma el narrador en entrevista.
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Eduardo Antonio Parra (León, Guanajuato, 1965) repasa su trayectoria en el cuento a propósito de la publicación de Sombras detrás de la ventana. Cuentos reunidos, nueva edición ampliada, publicada por Ediciones Era , en la que se congregan todos sus libros de cuentos, desde Los límites de la noche, de 1996, su primer libro, hasta Desterrados, de 2013, pasando por Parábolas del silencio, de 2006, acaso el más perfecto, así como Tierra de nadie, de 1999 y Nadie los vio salir, de 2001.
La metáfora de la espada, que bien podría ser su definición del cuento, la establece Parra al hablar de su trayectoria en cuento y la experiencia que ejecuta al abordarlo: “Cada cuento es mucho trabajo, es revisar y revisar, y es algo bien curioso, una de las cosas que más disfruto ahora es la corrección, la revisión y todo eso, como que el primer trazo de la historia dices ‘bueno, como quiera sale’, te lo avientas, pero luego ya empiezas a reacomodar y empiezas a pulir, a pulir y a pulir”.
Con más de tres décadas escribiendo, Parra asegura que ha ganado experiencia y exigencia, pero sigue siendo el mismo en cuanto a la obsesión por “reflejar esta violencia mexicana”, una violencia que ha superado a las historias literarias, “lo que estamos viviendo en la actualidad creo que es parte de nosotros, así somos, aunque no queramos, la violencia está bastante arraigada en el mexicano, en la mexicana y eso no se puede eludir, hay que escribir sobre eso”, afirma.
Eduardo Antonio Parra agrega que la mayoría de las historias que él cuenta son de una violencia repentina, una violencia natural, una violencia cotidiana, una violencia que se queda corta ante lo que estamos viendo, “que prácticamente es una violencia sin pasión, una violencia mecánica, una violencia que podría ser superficial desde el punto de vista humano, pero nada más superficial para quien la comete no para quien la recibe, para quien la recibe sigue siendo muy profunda, cargadísima de emociones”.
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El narrador que obtuvo la Beca Guggenheim, y en 2010 obtuvo el Premio de Literatura Antonin Artaud, otorgado por la Embajada de Francia en México, justo por la antología Sombras detrás de la ventana, asegura que en sus historias lo visceral sigue estando ahí, pero la manera de exponerlo es distinta, está más rumiada y más pensada.
“Además como ya tengo muchos textos sobre ciertos temas, tengo que pensar la manera de volverlos a presentar desde un punto de vista diferente, con personajes diferentes y estructuras diferentes, pero creo que en el fondo, ¡Ah, no sé!, un escritor, no cambia, yo creo que un escritor evoluciona nada más, pero creo que seguimos siendo los mismos. Yo sigo viendo la realidad como la veía antes, quizá un poco más decepcionado, quizá un poco más nostálgico, quizá un poco más filosófico quizás ahora, pero sigo siendo el mismo”, apunta.
Dice que aunque no le gusta hablar de cuestiones puntuales ni de la situación política o social, sus historias están hablando de esas cuestiones sociales y políticas, “creo que en ellas se nota que vivimos en un sistema equivocado, que estamos mal de origen y que tampoco hay solución, esa es la bronca. Uno trata de buscar las soluciones, trata de ponerse optimista en alguna historia, pero no se puede”.
Incluso señala que hacer historias optimistas se siente un falso, “yo soy un escritor básicamente realista, y también creo que hay escritores realistas que le sacan la vuelta a esto y no deberían, eso es lo que estamos viviendo a diario, oyendo a diario, lo que estamos viendo a diario, aunque tú vida esté muy aislada el eco de lo que sucede afuera va a estar presionando y va a parecer en las historias”.
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Sin embargo, reconoce que en su literatura, siempre parpadea una lucecita de esperanza siempre hay una intención de alguno de los personajes de que las cosas puedan mejorar, aunque no sepan cómo, es simplemente la esperanza en abstracto; y esa es nuestra realidad, lo que vivimos todos aquí, porque decimos ojalá cambie esto, ojalá se acabe, pero no sabes cómo, o no tienes la menor idea de cómo le van a hacer los políticos.
“Siempre hay el gusanito de que algo puede cambiar, ya sea colectivamente, ya sea individualmente. El problema es que el cambio puede ser para mal, y es lo que hemos venido viviendo en los últimos años, siempre decimos ‘no podríamos estar peor’, pero no, sí podemos estar peor, siempre podemos estar peor y lo estamos”, afirma, al señalarlo sabe que las historias no se acaban y el seguirá contando y reflejando esa realidad.
“Estoy por terminar otro libro de cuentos y también una novela, sigo con lo mismo, los temas oscuros y los temas violentos. Siempre trabajo así dos cosas o tres cosas a la vez y luego una me jala y ya se me olvidan las otras por un rato, hasta terminarla. El libro de cuentos espero terminarlo este año y la novela, también esperaría terminarla este año”, concluye el también autor de las novelas “Nostalgia de la sombra”, Laberinto y Juárez, el rostro de piedra.