El neoliberalismo —modelo económico y político que ha buscado el desarrollo del capitalismo con base en las leyes del mercado, sin la intervención del Estado y sin interferencias regulatorias— surgió en los inicios de la década de los años 80 del siglo XX, cuando la globalización se estaba consolidando, como una respuesta a la participación del Estado en la economía, la cual imperaba desde la posguerra, luego de que John Maynard Keynes la había propuesto en su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero (1936).
Los principales promotores del neoliberalismo —cuyo “recetario” incluye, entre otras medidas, la apertura de las economías nacionales, la reducción del gasto público, la privatización de las empresas estatales, la ampliación de la base fiscal pero sin elevar los impuestos a los sectores con mayores ingresos y, sobre todo, un mayor flujo de capitales— fueron Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido de 1979 a 1990, y Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos de 1981 a 1989.
En el caso de los llamados países en desarrollo, el neoliberalismo se empezó a aplicar como una política de shock para que sus economías se abrieran y hubiera un mayor flujo de capitales y de comercio, lo que resultaba muy conveniente para la política de expansión de las grandes empresas transnacionales.
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Ciertos beneficios
A más de 40 años de su aparición, una pregunta flota en el aire: ¿el neoliberalismo ha llegado a su fin?
“Se puede decir que no, pues sigue habiendo una gran cantidad de políticas de apertura de mercado y no hay una regulación de la tasa de interés efectiva ni tampoco una regulación del flujo de capitales, aunque ahora cada país va adecuando sus políticas neoliberales como mejor puede”, dice Jorge Basave Kunhardt, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.
De acuerdo con el investigador universitario, el neoliberalismo trajo, en un principio, ciertos beneficios a los países cerrados, como un mayor flujo de capitales y la integración de innumerables empresas al comercio exterior y a las grandes cadenas productivas; sin embargo, a final de cuentas, muchos de esos países perdieron en esta apertura y padecieron una mayor pobreza.
“Con todo, el neoliberalismo no es una confabulación de las grandes empresas y de los gobiernos de los países ricos para robar a los países pobres. Si admitimos esta interpretación que se ha divulgado recientemente en nuestro país, no podremos entender a cabalidad este modelo económico y político, ni encontrar los caminos para modificarlo y superarlo. En México, el gasto público está en su mínima expresión, una de las recetas del neoliberalismo, por lo que éste sigue formando parte de nuestra economía. Además no hay una reforma tributaria y hacendaria que pueda recoger los recursos que nos hacen falta para crecer y desarrollarnos, no se aplica una tasa impositiva creciente a los sectores de mayores ingresos, no se impulsa la banca de desarrollo, que le serviría al gobierno para dar créditos a los sectores empresariales que no cuentan con la posibilidad de conseguir dinero fuera, y se carece de un proyecto económico definido que atraiga inversiones. Así pues, no sólo con declarar que el neoliberalismo ha sido desterrado de nuestro país se cambia esta forma de producir y dirigir la economía.”
Después de la crisis financiera de 2008, que afectó al mundo entero, se demostró que las recetas neoliberales, especialmente la desregulación del sistema financiero, traían consecuencias muy negativas. No se debe olvidar que esta crisis comenzó en Estados Unidos y en los países europeos que se hallaban más ligados entre sí mediante todos sus sistemas financieros, pero sus efectos alcanzaron a todo el mundo porque las vinculaciones comerciales y económicas internacionales estaban en su máxima expresión.
“Entonces se vio que, como resultado de la aplicación profunda de las recetas neoliberales en Estados Unidos desde la época de Reagan, ocurrió ese derrumbe del sistema financiero, y también se vio que el Estado tiene un papel que jugar. Prueba de ello es que intervino para rescatar el sistema de producción y la economía estadounidenses. Bueno, ¿qué podemos decir ahora con la pandemia? Es evidente que el Estado tiene un papel que jugar”, señala Basave Kunhardt.
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En el caso de México, los efectos nocivos de la crisis financiera de 2008 recayeron sobre el grueso de la población. Por supuesto, el poder adquisitivo y la pobreza aumentaron, y no pocas empresas de menor tamaño quedaron desligadas de la producción y desaparecieron.
Para el neoliberalismo debe haber mucho mercado y poco Estado, pues si se permite que el gran capital y las empresas sean las que generen riqueza sin que intervenga aquél, salvo para que no haya una inflación muy alta, por ejemplo, esa riqueza se irá derramando poco a poco hacia el conjunto de los individuos de la sociedad.
“Pero, en realidad, esto no ha sucedido. Es más, cuando ha habido crisis económicas y financieras, la sociedad en su conjunto es la que las paga. El neoliberalismo pudo haber sido una buena idea para los problemas que tenía la economía mundial en la década de los años 80, pero desde hace dos o tres décadas sabemos que no ha beneficiado a la mayoría de la gente. Ahí está el fracaso y el problema del neoliberalismo. Ahora hay que sustituirlo de algún modo, y aquí es donde puede entrar el Estado, pero no como un Estado que planee todo, sino como un Estado que vincule al sector privado y al sector científico, y que haga inversiones que permitan crear oportunidades de trabajo y de participación en la economía para los sectores más amplios, sin que esas inversiones se conviertan en grandes monopolios, porque volveríamos a lo mismo”, indica el investigador.
Pasos para desactivarlo
Varios autores aseguran que el neoliberalismo no sólo es un modelo económico y político, sino también una ideología y una cultura, y para ofrecer una alternativa viable que lo sustituya no se puede dejar de lado esto.
“Es más, con el fin de instaurarlo se echó a andar toda una revolución cultural cuyos efectos persisten hasta nuestros días”, apunta María Eugenia Romero Sotelo, académica de la Facultad de Economía de la UNAM.
En opinión de la académica universitaria, el neoliberalismo reemplazó el sentido común que se había construido en la posguerra y que pensaba en lo colectivo por otro que desde hace más de 40 años piensa únicamente en lo individual.
“Para Christian Laval y Pierre Dardot, autores de La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, esta visión neoliberal tiene un alcance estratégico universal. De ahí la necesidad de empezar a concebir una alternativa. Ahora bien, esto aún no ha ocurrido porque la discusión en torno al neoliberalismo aborda la economía y la política, pero no las relaciones sociales que se han establecido en el mundo a partir de él. En este sentido, creo que el neoliberalismo perdurará un buen rato más.”
Desde el punto de vista del neoliberalismo, la sociedad no está conformada por personas iguales, sino por personas desiguales, y plantea como elemento central de su doctrina la competitividad, lo cual crea más desigualdad, ya que, en las sociedades de nuestro tiempo, el piso no es parejo para todos.
“Sin duda, la desigualdad es el saldo más lastimoso del neoliberalismo... Así pues, antes de pensar en otro modelo que lo pueda sustituir, tenemos que comprender de qué manera desplazó la idea de lo colectivo como el camino para buscar el bienestar común y le dio paso a la idea de lo individual como el camino para buscar la ganancia particular.”
Según Romero Sotelo, con todo y que el neoliberalismo no ha desaparecido en México, el gobierno mexicano actual ha dado pasos firmes para tratar de desactivarlo y, por supuesto, esos pasos han hecho que surja una gran resistencia.