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El Festival Internacional Cervantino le comisionó el espectáculo / instalación “ En un lugar de Guanajuato ” a la compañía española de artes escénicas, La Fura dels Baus (LFdB), una de las mejores del mundo.
“Conociendo la historia de Guanajuato nos inspiramos en algunas de sus imágenes”, dice, en entrevista, Pep Gatell, director artístico de LFdB. “El eje es Guanajuato. Nos explicaron la historia del Estado, desde que no había nada hasta que se encontró un trocito de plata y ése fue el punto de partida”.
Foto: EL UNIVERSAL / Berenice Fregoso
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“En un lugar de Guanajuato” (14 y 15 de octubre, 22:00 horas en Los Pastitos) es un espectáculo interactivo donde, al principio, se le pide al público descargar la aplicación Kalliopee 2, que guía a los asistentes y les da ciertas instrucciones; contrario a lo que sucede en la mayoría de las presentaciones, es necesario subir el volumen y mantener encendidos los celulares y dispositivos móviles. “Esta es la forma en la que serán los espectáculos en el futuro”.
No sólo es una presentación interactiva, sino interdisciplinaria: “Hay un coro infantil, un coro cervantino, una soprano, acrobacias, coreografías”, precisa Gatell. Géneros que se enlazan a través de escenas breves.
“Muchísima gente vendrá y no es un concierto de Rock and Roll”. Palabras que son ciertas; la multitud observa desde la explanada y distintos puntos, lo alto y lo bajo, del jardín público.
Abajo, por ejemplo, el público rodea una grúa amarilla que se yergue decenas de metros. La grúa carga y suspende, después de la representación de la guerrilla, un ave gigante de metal, un ave de luz, sobre los espectadores, mientras se escucha la voz de una soprano. Una escena épica y onírica.
Foto: EL UNIVERSAL / Berenice Fregoso
Cada cierto tiempo, la aplicación reproduce el tañido de una campana y le pide a los asistentes que levanten las manos en el aire o que enciendan la linterna del teléfono: decenas y decenas de luces parpadean en la noche.
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Aunque hay una tarima, el público, en realidad, forma parte del escenario: el dispositivo escénico y los asistentes comparten el área desde varios lugares. Entre ellos, los actores brincan o celebran durante los momentos luminosos de esta pieza monumental, vibrante y ambiciosa que toca no sólo siglos de historia, sino conceptos como la transfiguración y el renacimiento con emoción.
Después de hacer volar al ave de metal, piloteada por un actor, la grúa despliega un domo de tela que sirve como pantalla. Cuando acaba su segmento, la música en la oscuridad le da pie a cerca de 40 artistas que hacen una coreografía bajo la luz azul; suspendidos en el aire, desde el dispositivo de la grúa, forman figuras y patrones. A los lejos, con sus trajes blancos de una pieza y unos tirantes negros, los actores parecen ángeles.
Le siguen un sampleo de “Las mañanitas” —antes fue “La llorona” — y una sesión de pirotecnia.
Foto: EL UNIVERSAL / Berenice Fregoso
“A ver si conseguimos el récord Guiness por cantar todos juntos una canción”, dice Gatell. Esquirlas de luz en el cielo. Arriba de la barda, en la que se lee “Guanajuato, patrimonio de la humanidad”, ondean banderas de todo el mundo.
Sobre la tarima, los actores portan símbolos de fuego. Una mujer habla en los altavoces: “Gracias, Guanajuato” y los chicos que estaban suspendidos en el aire, ahora festejan.
Fueron, quizá, 80 personas en escena, y alrededor de 200 para llevar a cabo el trabajo logístico. El público ovaciona al hombre que manipuló la grúa.
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axl/rcr