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Inspirados en el libro "Nuestra historia no es mentira. Vivir con lepra en Ecuador" (17 IEC, 2014), de la experta en materia de discapacidad Beatriz Miranda Galarza, el director Mario Espinosa lleva a escena Verdecruz o los últimos lazaretos, pieza de teatro documental o Verbatim, de Ingrid Bravo, que recrea la historia de los internos en el leprosario homónimo y que se inserta en el presente al reflexionar sobre el manejo sanitario y político de la lepra y la imposibilidad de que “el mundo funcione si no se incluye a los expulsados”.
En palabras de Espinosa, la obra surge de la ecuación entre el deseo de incursionar en la técnica Verbatim, poco usada en México (“nosotros la empezamos a implementar desde hace dos años. En fechas recientes Una película de policías, de Alonso Ruizpalacios, utiliza el teatro documental”) y que consiste en “recrear las palabras exactas, los tonos, los ritmos de los entrevistados y pasarlos por el cuerpo y la voz de los actores para expresarlos en escena”, y la revelación que tuvo al asistir a En suma, la lepra, coloquio organizado por 17, Instituto de Estudios Críticos. “De manera prejuiciosa yo pensaba que el tema no le interesaba a nadie.
Cuando supe el estado en que se encuentra a nivel mundial y lo que sucedió en el pasado, me pareció que la lepra era la encarnación de una metáfora de nuestra sociedad”, señala.
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Para concretar el proyecto fue fundamental el trabajo de la investigadora Miranda Galarza, quien recolectó los testimonios de 25 exenfermos que estuvieron en el leprosario o leprocomio Verdecruz, en Ecuador y que cerró en 1970. “Yo me acerqué a ella para trabajar con la técnica Verbatim y que me prestara ese material. La existencia de pedazos de la historia del mundo perdido, porque nadie los pudo recolectar, es una dificultad. Se trata de experiencias terribles de gente que tenía la enorme necesidad de ser escuchada”.
El montaje escénico está jerarquizado en dos partes: una donde se encuentran las representaciones de los especialistas, teóricos, exarchivistas y enfermeras, dándole cohesión a lo que sucede en el segundo espacio, el principal, donde los enfermos de lepra cuentan sus experiencias, “lo que hicieron no sólo para sobrevivir, sino para construirse. Uno puede darle sentido a la vida incluso en las condiciones más adversas, lo cual es un mensaje esperanzador de la condición humana”, dice Espinosa.
“La administración de poblaciones, en esa época, fue cruel y cerrada. Aunque nosotros ya no vivamos en un mundo así, hay otras formas de administración vigentes. La obra se lee diferente porque estamos en una pandemia que nos llevó al aislamiento, en algunos casos de manera voluntaria y en otros no. Hubo poblaciones enteras encerradas forzosamente en distintos países. También hay sectores que son tratados de formas violentas, quizá no iguales, pero sí semejantes a las de los enfermos de lepra. La administración de poblaciones es algo que no ha dejado de ocurrir: toma otras formas, otras apariencias. Pienso en los migrantes ilegales, confinados en campos y sujetos a reglas de confinamiento. Tenemos que poder detectar, evaluar y modificar estos sistemas impositivos, o intentarlo cuando sean inhumanos”, continúa.
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La obra se complementa con la lectura en voz alta de textos de Walter Benjamin sobre la responsabilidad propia ante el devenir histórico. “Benjamin plantea un quehacer indispensable: no dejar que las vivencias de los que sufrieron, los más débiles, los que padecieron el control de muchas otras fuerzas, se pierdan. Normalmente, la parte dominante de la sociedad desea que esos capítulos se borren: los genocidios, los asesinatos en masa, las formas de control social. Pero cuando salen a la luz son tesoros que provocan la reflexión. Recordemos aquella fotografía icónica de la guerra de Vietnam, ‘La niña del napalm’, que seguro cambió la perspectiva de muchos estadounidenses”.
En la pospandemia
Sobre las afectaciones del Covid en el sector teatral, Espinosa dice que “los hombres y las mujeres del mundo vamos en manada. Nos gusta el encuentro con los otros. Estos contactos son indispensables y no se pueden hacer como antes. Ahora comenzamos a revalorar la importancia del encuentro con los otros. La crisis actual y las condiciones tan malas en otras disciplinas (financiamiento público, facilidades para presentarse) requieren que reflexionemos y luchemos porque las artes tengan un mejor lugar dentro de la sociedad. Es un asunto indispensable y de interés público”.
Se necesita crear las condiciones propicias para que los entes gubernamentales enriquezcan a la sociedad interesada en construir un lugar común. Vamos a perder si lo pensamos como una solución de cada grupo o persona. No es un problema individual, es colectivo y tenemos que pugnar porque parte de la política pública le dé importancia. Saber que estamos dialogando con distintos sectores no sólo depende de recursos económicos, sino de condiciones, espacios y conexiones que permitan el debate”, concluye.
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