Me encontraba realizando mi tercer año de posdoctorado en la Universidad de Alberta en Canadá, cuando recibí una llamada telefónica del doctor Rodolfo Quintero, del Instituto de Biotecnología de la UNAM. No sé cómo logró hallarme. Me habló para invitarme a dictar un curso sobre biotecnología petrolera en Tampico. Ahí conocí a otros investigadores del IBT y me instaron a visitar el Instituto en Cuernavaca. En ese recorrido me ofrecieron una plaza de investigador y no dudé en aceptar, a pesar de que estaba concursando por un tenure track en Edmonton.
“El haber regresado a México como académico de la UNAM fue la mejor decisión de mi vida”.
Tengo 30 años de académico en la UNAM y he sido afortunado por haber pertenecido a uno de los mejores institutos de investigación por 20 años, en donde me encontré con compañeros de muy alto nivel académico, a quienes sigo admirando. Las condiciones de mi incorporación fueron las óptimas, ya que se me otorgó un espacio y un pequeño presupuesto semilla. Todo esto gracias al doctor Francisco Bolívar, quien entonces era el director. Inmediatamente me puse a trabajar con todo el entusiasmo y mi laboratorio fue productivo desde el primer día gracias a la solidaridad de mis colegas. Durante esos años pude consolidarme como investigador en el área de biotecnología ambiental y por suerte mis proyectos tuvieron un muy alto impacto.
En 2013 cambié de adscripción al Centro de Nanociencias y Nanotecnología, en Ensenada, Baja California. Durante casi 10 años estuve cabildeando con el objetivo de abrir un centro de Biología Avanzada en esa ciudad. En un inicio pensé que podría ser una organización interinstitucional, y mi equipo y yo invitamos a la Universidad Autónoma de Baja California y al CINVESTAV a participar. El proyecto durante ese tiempo sufrió varias modificaciones. Tuvimos la oportunidad de convencer al gobierno del estado de la importancia de la iniciativa; sin embargo, y por falta de compromiso de las contrapartes, al final el rector decidió que fuese un proyecto que sólo incluyera a la UNAM, quizás para fortuna nuestra. Después de dos coordinadores de la Investigación Científica, los doctores René Drucker y Carlos Arámburo, y dos rectores, el plan de integrarme al CNYN en un nuevo Departamento de Bionanotecnología se hizo realidad. La UNAM invirtió 12 millones de dólares en equipamiento y en la construcción de un nuevo edificio, el cual se inauguró en 2013. Esta adquisición demuestra, sin dejar la menor duda, el compromiso de la UNAM por el desarrollo de la investigación científica y su descentralización.
Por otro lado, los 31 años de existencia de la Fundación UNAM han sido de enorme beneficio para los universitarios y para nuestra Alma Mater. Sus programas de apoyo a estudiantes de la UNAM han permitido que miles de jóvenes se hayan formado con el mejor nivel. La ayuda que otorga la Fundación a la difusión de las ciencias y cultura es de altísimo impacto para México. También es de resaltar el respaldo a la conservación del patrimonio de la Universidad. La Fundación UNAM es una idea innovadora y motivadora del entonces rector José Sarukhán Kermez, y de la cual todos los universitarios nos sentimos muy orgullosos.
Premio Nacional de Ciencias 2023