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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Luego de publicar Los niños perdidos, el ensayo donde Valeria Luiselli hace una radiografía de los niños migrantes que llegan a Estados Unidos, la escritora ha publicado la novela Desierto sonoro (Sexto Piso), que relata el viaje de un grupo de niños migrantes y a la par cuenta la historia de un matrimonio en crisis que viaja de Nueva York a Arizona para documentar el pasado de los pueblos nativos de Norteamérica.
La búsqueda es seguir incidiendo “de manera respetuosa, responsable y útil en la situación de estos miembros de la comunidad hispana que son los más violentados por el sistema, las instituciones, la prensa y los racistas”, dice Luiselli en entrevista, donde cuenta que su próximo proyecto de nuevo aborda la violencia ejercida contra la comunidad hispana, pero ahora será una pieza sonora en la que participarán 50 mujeres.
“No podemos cerrar los ojos, siento que ahorita para mí no hay vuelta atrás, que esto es lo que me ocupa de manera íntegra”, dice la narradora que vive en Estados Unidos y que encontró en Desierto sonoro, su tercera novela, la posibilidad de seguir en su exploración literaria que transcurre en esa intersección entre búsquedas estéticas y creativas, y posturas éticas y políticas, y mostrar cómo esas dos cosas pueden convivir en una tensión fértil y producir obra que incida en la realidad, que no sea una némesis de la violencia, que no sea un mero comentario sino que dé la posibilidad de poder llegar a un trabajo creativo.
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“La pregunta no es ¿cómo escribir una novela que incida políticamente?, eso es todo lo contrario a lo que me interesa. Me hacía esa pregunta cuando empecé Desierto sonoro hasta que me di cuenta que esa no era la manera, que una novela no puede ser pensada como instrumento político, que puede resultar que tenga una incidencia política, pero no puede ser pensada de esa manera porque el resultado casi siempre son libros insoportables”, señala la escritora.
Luiselli asegura que esta es su novela más emotiva porque fue escrita con las vísceras, con el corazón destruido y con la cabeza en una lucha de permanecer clara y atenta. “Quizás cuando uno es ‘una joven escritora’ tiene más necesidad de mostrar que tiene una inteligencia aguda; toda mi vida ha sido más fácil plantear frente al mundo un muro de racionalidad y de calma. Hoy siento que no tengo nada que perder siendo honesta con la rabia, la esperanza y la ternura también”, dice la narradora que hoy presenta Desierto sonoro en la galería Kurimanzutto, a las 19:30 horas.