En el pasillo ocho del Mercado de Sonora, en el corazón de la Merced, la venta de veladoras de diferentes colores, hierbas aromáticas, borreguitos de la abundancia y conejos dorados aumentan de manera considerable, esto debido a los compradores que buscan –o aspiran– que el año por comenzar traiga consigo salud, dinero, amor, trabajo, unión familiar, entre otros anhelos. El costo de estos objetos característicos de Año Nuevo ronda entre los 30 pesos y 200 pesos, y aunque Sonora es el lugar por excelencia, pueden adquirirse en tiendas y mercados.
Los rituales para abandonar el año viejo y recibir el nuevo, que también incluye la tradicional cena de fin año, así como reunirse con amigos y familia, bailar, cantar e incluso usar ropa interior de determinado color o pasearse por la colonia con una maleta, revelan que las costumbres, sobre todo en estas fechas, se encuentran arraigadas y presentes en gran parte de la sociedad mexicana.
A pesar de que algunos ritos de Año Nuevo –como las 12 campanadas o la reunión y cena con la familia– tienen su origen desde el catolicismo y en otras religiones, otros tantos, más recientes y de orígenes místicos o mágicos, se han incorporado a los comportamientos de determinadas comunidades, es decir, se han agregado a la lista de ritualidades vigentes.
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Para explicar el trasfondo de los rituales que los mexicanos realizan en Año Nuevo, EL UNIVERSAL consultó a tres expertos en la materia para desvelar detalles de estos procesos, además de brindar las explicaciones posibles, sobre lo que hay detrás de la compra de objetos para atraer la “buena suerte”.
Para Ariel Corpus Flores, doctor en Antropología por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la relación entre los seres humanos y los rituales deviene de una cuestión muy sencilla: que somos capaces de construir cultura. “Construimos socialmente los ritos para marcar nuestros ciclos vitales: nos permiten concluir algo, empezar algo o cambiar algo que se considere necesario modificar”.
En otras palabras, añade el especialista, los ritos acompañan a los seres humanos desde su nacimiento, además de estar siempre atravesados por rituales para marcar finales o construir nuevas aspiraciones, las cuales se determinan según los éxitos o fracasos que acompañan la vida en sociedad (que se define bajo una lógica capitalista).
Es en ese sentido que los ritos, para atraer dinero, realizar viajes al extranjero o emprender negocios, cobran fuerza en los tiempos actuales, debido a que vivimos en una época marcada por la globalización y al auge de la digitalización, hechos que nos permiten incorporar a las costumbres nuevas ritualidades que pertenecen a otros países o sociedades.
Corpus explica que la necesidad de comprar amuletos u objetos para atraer la buena suerte en el Año Nuevo responde también a las condiciones del mercado actual, donde lo que impera es el consumismo y el éxito derivado del dinero.
“La ritualidad va adecuándose a las nuevas condiciones del mercado, también a los procesos de globalización; responden a una lógica del capitalismo contemporáneo y al paradigma de éxito que marca la sociedad occidental”, reitera.
Chaac García Esparza, doctor en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) explica que los rituales se dividen en tres categorías: de petición, de expulsión y de paso.
Añade que la tradicional manera de comer las 12 uvas al momento de escuchar las 12 campanadas es un ritual de petición, ya que –en el acto de comer– se piden deseos acompañados de “buenaventura”, es decir, se le pide al destino, a alguna deidad o entidad simbólica que en el año se cumplan ciertos deseos.
“Las festividades de fin año son una ceremonia, en el sentido que influyen muchos rituales en un mismo día; tenemos que comer las 12 uvas y cenar juntos añorando un año fructífero como un ritual de petición. Otras personas acostumbran a barrer la puerta a la medianoche para alejar las malas vibras e incluso bailar y festejar como una especie de exorcismo, ese es un ritual de expulsión”, explica.
El investigador asegura que otros rituales, como hacer sonar las campanas de las iglesias 12 veces o darse un abrazo cuando comienza el año, son rituales de paso, ya que marcan el final de un ciclo y abren uno nuevo.
Para Corpus Flores, estas ritualidades que están relacionadas con lo “pagano” o lo “mágico” o con aquello que no corresponde al orden de la religión católica o cristiana, se han incorporado a las costumbres de personas que incluso realizan rituales con fines religiosos.
“Quien realiza algún tipo de rito transitorio de Año Nuevo puede seguir manteniendo su creencia de cualquier tipo, y practicar alguna otra ritualidad en estos momentos y esto no necesariamente choca con su creencia primaria”, añade.
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La ritualidad ante la modernidad
Sandra Oceja Limón, maestra en Estudios Políticos y Sociales de la UNAM, afirma que los rituales de Año Nuevo responden a una necesidad de consumir y gastar en estas épocas, fenómeno que se acompaña de emociones positivas o negativas pues colectivamente, el fin de año representa la culminación de un ciclo de vida de los individuos “ideales” que conforman a la sociedad.
Agrega que los ritos, son maneras de control social ya que permiten sistematizar los anhelos individuales. “Dentro de los ritos, que perdieron actualmente su conexión con lo divino, lo que causa malestar es su relación con la modernidad; los ritos se añaden a la lógica del capitalismo, nos obliga a consumir para tener más recursos, somos seres que aprendimos a consumir y eso se refleja también en nuestros rituales”, explica.
Los especialistas concluyen que la relación de los mexicanos con los rituales de Año Nuevo es porque los seres humanos son seres simbólicos que buscan constantemente el progreso y, debido a las condiciones difíciles que atraviesa el país, tales como son los bajos salarios, el desempleo, la enfermedad, la pobreza y la muerte, se busca –de forma consciente o inconsciente– mejorar la calidad de vida.
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