Para mis padres, la UNAM siempre fue el destino al que debía llevar el camino educativo de sus hijos. Así ingresé al Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Sur y a través de una beca de la UNAM pude acceder al aprendizaje de inglés.

Mi papá siempre platicaba de política conmigo; eso fue perfilando mis intereses, por lo que me incorporé a la carrera de Relaciones Internacionales. Por invitación de un querido profesor, me sumé a una asociación civil donde estudiantes de la UNAM y de la IBERO organizamos actividades para impulsar la participación ciudadana.

Pasados los meses, salió una convocatoria de la Secretaría de Relaciones Exteriores de un Programa de Prácticas Profesionales en el Exterior, y fui seleccionada. Lo que era un viaje de unas semanas en el Consulado de Orlando, Florida, se convirtió en un año de trabajo, dentro de una organización, con la comunidad de mexicanos migrantes de esa localidad. Ahí se definió mi proyecto de vida: trabajar por la causa migrante. Para ello fue muy importante conocer parte del sistema consular mexicano y a funcionarios de primer nivel. Mi día a día consistía en ir a los condados donde se encontraba la gente para entregar matrículas consulares o a las cárceles donde estaban paisanos detenidos, para entrevistarlos previo a su deportación. Esta última experiencia fue la que detonó la causa social que abrazaré de por vida.

Regresé, me titulé de la licenciatura y me incorporé al gobierno federal. Más tarde hice la maestría en Cooperación Internacional para el Desarrollo en el Instituto José María Luis Mora y cuando concluí volví a trabajar en la sociedad civil. La experiencia previa en la administración pública facilitó que el diálogo y la construcción de propuestas de marcos normativos y programáticos que encabecé fueran realistas, lo que dio paso a que algunas iniciativas avanzaran en la agenda de migración y protección internacional, no sólo en México sino a nivel regional. En estos años desarrollé un importante liderazgo como referente en el país en dichas materias.

Las responsabilidades profesionales y la maternidad me hicieron pausar mis estudios de posgrado, pero este 2024 obtuve el grado de doctora en Economía por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Regresé al gobierno, ahora local, en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, donde toda la experiencia acumulada ha favorecido el acompañar procesos de articulación y potenciar el crecimiento internacional de la institución.

La UNAM me dio la oportunidad de tener un desarrollo personal e intelectual. Me permitió el acceso a la movilidad social y dotarme de las herramientas para mi proceso de autonomía, de aprender a cuestionar, de saber que el conocimiento es infinito, de imaginar, de construir, de ser solidaria, de reforzar mi conciencia social. Y lo más importante, en la Facultad conocí al padre de mis hijos, con quien formé una hermosa familia Puma de corazón.

Celebro estas treinta y un décadas de la Fundación UNAM y agradezco esta invitación. Sin duda el apoyo de la Fundación a la comunidad marca para muchos un paso decisivo para poder iniciar o continuar sus proyectos. Gracias infinitas a mi

Alma Mater. Que miles de personas más encuentren en la educación pública, gratuita y laica la gran oportunidad de vida que yo hallé en la UNAM.

Defensora de derechos humanos. Actualmente colabora en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México y está a cargo de la Secretaría Ejecutiva de dicho organismo.

*Lea más acerca de la trayectoria, experiencias y remembranzas de la Dra. Nancy Pérez García, durante su paso por la Universidad Nacional Autónoma de México, visitar la página web.

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