La exposición “Casi oro, casi ámbar, casi luz”, que recién inauguró en el Museo Kaluz (Av. Hidalgo 85, Centro Histórico), es una oportunidad para conocer paisajes japoneses sin necesidad de cruzar fronteras. La muestra pone en diálogo la obra de paisajistas japoneses a inicios del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, con paisajistas mexicanos como Dr. Atl, José María Velasco, Juan O’ Gorman, Joaquín Claussel, Adolfo Best Maugard y artistas que radicaron en México, como Eugenio Landesio, August Lord, Conrad Wise Chapman y Paul Fischer.
Por el lado japonés, se encuentran obras de Dōmoto Inshō, Hirai Baisen, Tsuji Kakō y Yamamoto Shunkyo, por mencionar algunos. Estas piezas forman parte de la colección Terry Welch, la más importante de paisajes japonés en América Latina y que se expone al público por primera vez en la región.
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A través de cinco núcleos, los curadores Amaury García Rodríguez y Luis Rius Caso muestran las similitudes y contrastes entre el paisajismo mexicano y japonés. En el núcleo de gestaciones se cuenta el origen del género del paisajismo en ambas culturas; en Territorios se abordan los elementos en los paisajes que muestran la identidad nacional de los dos países y la relevancia que tuvieron las escuelas de arte (como la Academia Nacional de San Carlos, la Escuela de Bellas Artes de Tokio) para definir esta identidad. En el núcleo Facetas se muestran distintos aspectos del paisajismo en Japón y México, mientras que en Exploraciones se exhiben obras de artistas que experimentaron con el género. Finalmente, en Ecos, se exhiben obras de arte contemporáneas mexicanas que tienen como influencia la cultura japonesa.
Además de conocer sobre el paisajismo japonés, el público podrá conocer otros elementos en torno al arte japonés, como la forma de almacenar obras de arte en esa cultura. Las obras japonesas están sobre monturas de tela, que con sus materiales y bordados de hilos de oro complementan el paisaje, sin robar protagonismo, explica el curador Amaury García Rodríguez. “La montura es otro de los aspectos bellos de la pintura japonesa porque son telas muy raras”, dijo.
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Muchos de los pigmentos de las obras japonesas son minerales y pueden perderse a la luz, por lo que era importante que la obra se guardara en forma de rollo dentro de cajas de madera, que también se exhiben en la muestra. De acuerdo a García, las cajas son igual de valiosas que las obras, pues tienen las inscripciones (hakogaki) originales pintadas en las tapas y al interior, indicando el título de la obra, el autor y en ocasiones con datos que dan más contexto de la obra.
Además de las cajas, en el Kaluz se recreó un “tokonoma”, un nicho de madera que enmarca la obra para que sea admirada desde el nivel del suelo. Esta es la forma en que se monta tradicionalmente una obra de paisaje en formato vertical en Japón. Una característica de la vida doméstica de Japón es que “se desarrolla a un nivel más cercano en el piso”, explicó el curador. Es por esta razón que los paisajes pintados principalmente en el siglo XIX son verticales y su foco se encuentra en la parte inferior.
La muestra “Casi oro, casi ámbar, casi luz” estará abierta hasta el 30 de octubre. Los miércoles la entrada es libre.
melc