“ Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central ”, mural de Diego Rivera , tiene un antecedente nómada, aunque parezca imposible de creer. La famosa obra del mexicano ha sido trasladada en dos ocasiones a lo largo de su historia.
Comisionada por el Hotel del Prado , Rivera trabajó en 1947 la obra en lo que era el salón comedor Versalles. En 1960, los dueños del inmueble decidieron colocarlo en el lobby.
Actualmente se encuentra en Balderas, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, en el Museo Mural Diego Rivera , pero ¿por qué pasó de un hotel a un museo?
La icónica obra, que ilustra la historia de México desde una visión crítica, corría riesgo, luego que el Hotel del Prado fuera dañado por el terremoto de 1985. Por lo que las autoridades decidieron trasladarlo a un lote que luego se convertiría en dicho museo.
Foto: Hemeroteca El Universal
Mover el mural de 35 toneladas fue toda un desafío para los más de 300 trabajadores que participaron, y menos estando bajo la nerviosa vigilancia de Dolores Olmedo .
Así fue como EL UNIVERSAL cubrió el traslado de “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, de Diego Rivera, en 1986:
Trasladaron a su ligar definitivo el mural de Rivera
15 de diciembre de 1986
-Espectacular maniobra que duró 10 horas
- Tensión y preocupación de Dolores Olmedo
Por José Luis Popo
En espera de que en un tiempo récord -cuatro mese- se reconstruya lo que será el “Pabellón Diego Rivera”, ayer a las 17:00 horas quedó asentado en su base definitiva el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, una de las obras más importantes del pintor mexicano, que plasmara en 1947 sobre una de las paredes de lo que fuera el Hotel del Prado.
El espectacular traslado de la famosa obra de arte -cuyas maniobras tuvieron un costo superior a los 70.000,000 de pesos- sólo fue opacada por unos momentos: el accidente que sufrió uno de los trabajadores, casi al inicio de los trabajos.
Sin embargo, esto no fue motivo de desánimo. Cientos de personas congregadas en la Plaza de la Solidaridad y en una parte de la misma Alameda, se mantuvieron en constante tensión, y fueron testigos del éxito de los especialistas al salvar la historia política, económica y social que Diego Rivera plasmó en imágenes sobre el México de la Colonia y el de nuestros días.
Foto: Hemeroteca El Universal
Así, nuevamente la Alameda Central se convirtió en mudo testigo de la historia, observando los cambios de lugar que a 30 años de su creación ha sufrido el mural del pintor guanajuatense.
Por espacio de 10 horas, desde las siete de la mañana, alrededor de 400 personas, entre técnicos, ingenieros, arquitectos y especialistas en la materia, maniobraron cuidadosamente para sacar la obra de arte del vestíbulo del extinto Hotel del Prado.
Lee también:
De ahí lo llevaron hasta el predio localizado en Colón y Balderas, lugar que en cuatro meses más se convertirá en el “Pabellón de Diego Rivera”, que permanecerá abierto al público para su exhibición.
Los técnicos e ingenieros, que por instantes se vieron en apuros al fallar los cálculos matemáticos para baja el mural, de 35 toneladas de peso, y colocarlo sobre la plataforma de 96 llantas, vieron al fin coronados sus esfuerzos al poner sobre su base definitiva -y hasta que la naturaleza lo permita- el mural de Diego Rivera, denominado “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”.
Ahí, desde el inicio de las maniobras y observando nerviosamente la escena, permaneció siempre la señora Dolores Olmedo, última esposa del pintor mexicano, quien dijo que para ella hubiera sido mejor dejarlo frente a las escaleras del otrora Hotel del Prado “a la vista del público”.
“A mí me hubiera gustado que así fuera, pero lo importante es que se ha salvado una de las obras más importantes de Diego”, comentó la señora, quien vestía toda de negro y que conserva la mayor parte de las obras de arte plasmadas por el guanajuatense.
Foto: Hemeroteca El Universal
Fueron momentos interminables para doña Dolores Olmedo. Los minutos se hicieron eternos, y en ocasiones fijaba la vista sobre el imponente mural, de 75 metros cuadrados y protegido con espuma de poliuretano, madera y un bastidor metálico para que no sufriera ninguna fisura.
Parecía que veía al pintor y dejaba salir las palabras de su corazón: “Diego está aquí, entre nosotros, y con gusto pintaría las máquinas porque le fascinaban demasiado”, externaba en los momentos que era envuelta por la emoción,
El “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” fue elevado por una grúa a las 11:50 de la mañana. Dicha máquina tiene una capacidad de 300 toneladas y representó al Gobierno una erogación de millones de pesos, tomando en cuenta que la hora de alquiler equivale a un millón de pesos.
La obra quedó suspendida por espacio de 50 minutos, mientras los técnicos se coordinaban para equilibrar la plataforma que la trasladaría hasta su nuevo sitio, a fin de que no hubiera errores de cálculo.
Foto: Hemeroteca El Universal
Lee también:
A eso de las 12:40, en la Plaza Solidaria continuaba llegando decenas de personas que se preguntaban qué era lo que (…), por fin los técnicos lograron colocar el mural de Diego Rivera en la plataforma de 96 llantas, también representó para el Gobierno una inversión considerable.
El monumento cumbre había llegado y el éxito de las maniobras fue festejado. Los mariachis entonaron “La golondrinas” que emocionaron hasta a los que no sabían de qué se trataba, y “Caminos de Guanajuato” en memoria del pintor guanajuatense.
De ahí en adelante los trabajos se realizaron a la perfección, exactamente como lo habían planeado los especialistas, con base en el proyecto elaborado por el Instituto de Ingeniería de la UNAM.
Foto: Hemeroteca El Universal
Se repitieron las maniobras y a las 17:00 horas “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” quedó asentado en su base definitiva.
Juan Urquiaga, director de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Nacional, informó que la obra será protegida con mantas y dos muros de contención mientras se construye el “Pabellón de Diego Rivera”, que estará a espaldas de la Pinacoteca Nacional.
De esta manera, transcurrirá un lapso aproximadamente de cuatro meses para que el público pueda admirar la monumental obra pictórica, cuyo valor es incalculable en nuestros tiempos.
Foto: Hemeroteca El Universal
fjb