Muchos factores entran en juego para medir la magnitud de un temblor. Para calcular la energía liberada en forma de ondas sísmicas propagada a través del suelo, se realizan cálculos basados en los registros obtenidos por los instrumentos de las diferentes estaciones existentes en el territorio nacional, desde Tijuana hasta Quintana Roo.
Entre otras cosas, se mide la amplitud máxima de las ondas y la distancia a la que se encuentra la estación del epicentro. No es una fórmula de exactitud mágica, sino de precisión matemática que se nutre de los datos con los que se monitorea la actividad telúrica de un país, cuya alta sismicidad depende de la interacción entre las placas de Norteamérica, Cocos, Pacífico, Rivera y del Caribe, así como de las fallas locales a lo largo de varios estados.
“El conjunto suma 213 estaciones, que si bien parecen muchas, no lo son: faltan estaciones en el país. Sobre todo en zonas donde tiembla menos, hay pocos instrumentos para ver esa sismicidad pequeña y poco frecuente, pero importante”.
Arturo Iglesias coincide en que aumentar la instrumentación es uno de los grandes retos para el registro de sismos en nuestro país. “México ha densificado su instrumentación sísmica y acelerográfica, pero no a la misma tasa que otros países, inclusive de nuestra misma región”. Iglesias recuerda que tradicionalmente esto se lograba gracias al Fondo para la Prevención de Desastres Naturales (Fopreden). Se espera que se mantengan recursos para el próximo año con las nuevas reglas de operación, pero ya sin los fideicomisos. “México ha densificado su instrumentación sísmica y acelerográfica, pero no a la misma tasa que otros países, inclusive de nuestra misma región”; Arturo Iglesias, Sistema Sismológico Nacional.
Zonas estratégicas
Alrededor del 25% de la sismicidad que se presenta en México se registra en Guerrero. La llamada Brecha de Guerrero se ha convertido en uno de los objetivos principales de investigación desde hace muchos años. Esta zona, al límite entre dos placas tectónicas, presenta el fenómeno de subducción, pues la placa de Cocos se está metiendo por debajo de la placa de Norteamérica. Los registros históricos marcan que de 1899 a 1911 ocurrieron cuatro fenómenos telúricos con magnitudes entre 7.5 y 7.8 por lo que se espera un gran sismo en esta región del país. Un recordatorio de la tectónica histórica de este sitio llegó con el pasado sismo del 7 de septiembre con magnitud de 7.1, el mayor de un historial de más de 19 mil sismos detectados en México en lo que va del 2021.
Xyoli Pérez explica que la Brecha de Guerrero es una de las más estudiadas del país en términos sismológicos, aunque no totalmente comprendida porque tiene bastantes complejidades que se necesitan estudiar a detalle. En este sentido, el departamento de Sismología del Instituto de Geofísica, junto con universidades japonesas, mantiene un proyecto de investigación que integra sensores localizados al fondo del mar. Arturo Iglesias puntualiza que estas herramientas pueden ayudar a localizar mejor los temblores después de que ocurren y entender mejor el grado de acoplamiento de las dos placas. 96 estaciones tiene a su cargo el Servicio Sismológico Nacional; se concentran en el Valle de México.
“Existen muchísimos lugares en nuestro territorio que requieren investigación. Todo el Pacífico requiere un monitoreo continuo e investigaciones alrededor del fenómeno y caracterización de los suelos de las ciudades para mitigar riesgos. También hay otras regiones muy importantes que a veces se olvidan; es el caso de la zona de fallas del Eje Neovolcánico que ha generado sismos muy importantes”, dice Iglesias y refiere los sismos de Acambay de 1912 y de Xalapa de 1920. Aún faltan por caracterizar muchas fallas de esa región.
La investigadora del Instituto de Geofísica (IGf), especialista en la caracterización de los sismos mexicanos y enfocada ahora en sus investigaciones sobre la geometría de la placa de cocos y la estructura sísmica de la CDMX, sostiene que otra región también de vital importancia en el país para conocer mejor el territorio sísmico nacional es la zona del Golfo de Tehuantepec, entre los estados de Oaxaca y Chiapas. Al ser menos estudiada y monitoreada, muestra un reto significativo en instrumentación y estudios.
Iglesias señala que en nuestro país se ha avanzado bastante en el sistema de alerta temprana, pero tiene sus limitaciones. El Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX) es operado por el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico A. C. (CIRES) y busca advertir con anticipación a diversas ciudades cuando un sismo ya ocurrido puede causar daños. “Trata de alertar a ciudades vulnerables a una distancia relativamente grande de donde ocurre inicialmente el temblor porque precisamente las distancias permiten la alerta. Este sistema es ideal para CDMX, pero poco transpolable a otras ciudades del país. En la Ciudad de México las zonas se amplifican de manera notable. Sismos que surgen en la costa tienen un impacto en la CDMX por las amplificaciones”, Iglesias explica que en este tema también hay retos importantes en materia sísmica, como el mejoramiento de la instrumentación y de los algoritmos de detección y envíos de alerta. “Otra cosa que escapa de la acción de los científicos pero que es vital es la regulación de los sistemas de alerta temprana. En México hay una gran variedad de apps para teléfonos que no están reguladas, y que pueden causar más confusión y problema 25% de sismos que se presentan en México se registra en el estado de Guerrero.
Finalmente, Iglesias agrega que la ciencia también ayuda a nutrir los mapas de riesgo, herramientas dinámicas que no se pueden ver como algo estático a largo plazo, pues los riesgos a los que está sometida una población van variando. “Algunas cuestiones no cambian tanto, pero otras sí, como son las consideraciones de fenómenos asociados al peligro frente al cambio climático, por ejemplo, las lluvias. En los sismos, los códigos de construcción no pueden ser iguales para toda la ciudad, ni todo el país”.
“Mi antecesora hizo un gran papel y ya es un reto hacerlo a la altura. Lo que se ve en un futuro cercano para el SSN es la ampliación de la red y la implementación del centro alterno de monitoreo, pero también hay otros productos que pueden tener utilidad tanto para la comunidad científica, como para la sociedad; por ejemplo, en el cálculo de magnitud todavía hay cosas mejorables para lograr mayor certeza y oportunidad. Es un parámetro que se analiza según las estimaciones de los aparatos sismológicos. Reducir la incertidumbre es un reto importante”. Leer también: ¿El bolillo quita el susto?