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El miércoles por la tarde se filtró en redes sociales una imagen que dejaba ver el nuevo letrero de la estación Zócalo del Sistema de Transporte Colectivo Metro, a la que se añadirá “Tenochtitlan”. Al respecto, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, dijo ayer que se hacía para rescatar la memoria histórica, pues “el próximo año se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlan, y en honor a nuestra historia previa a la Conquista estamos recuperando el nombre original del Zócalo de la Ciudad de México”. Qué bonito es ver llover y no mojarse. Porque si deveras le interesara a la jefa de gobierno la memoria, debería preservar lo poco que nos queda vivo del antiguo pasado prehispánico de la ciudad. Pero no. A como dé lugar se destruirá un humedal en Xochimilco para poner un puente en Periférico, se robará más al espacio verde a Chapultepec para construir ooootro museo. Ojalá que en la puerta del imprescindible museo de Orozco le pongan el letrero “Bajo este gran edificio hubo un cachito del bosque de Chapultepec”. ¿Cómo se dirá en náhuatl? Un día de estos le preguntaremos a la senadora Jesusa Rodríguez.
La Estrategia Nacional de Lectura dice que más vale tarde que nunca
Entra tarde la Estrategia Nacional de Lectura al trabajo directo con las librerías que son espacios fundamentales en la cadena del libro y la lectura. Hasta ayer, esta oficina, que depende directamente de Presidencia, se dio a la tarea de organizar un seminario para libreros con charlas virtuales, talleres y mesas de diálogo. Lo bueno es que al menos ya se interesó y al menos escuchó las desventuras de los libreros en una mesa que título “Érase una vez una librería de barrio. Casos de éxito”, a la que fueron invitados los responsables de Casa Tomada, Traspatio Librería, Pessoa Librería e Hyperion Librería; lo malo es que entra al tema más de un mes después de que reabrieron las librerías en la llamada “nueva normalidad” y entonces su charla de “5 medidas sanitarias para la nueva normalidad” ya está más que rebasada, pues los libreros de barrio cuentan desde hace dos meses con un protocolo de seguridad que ellos mismos hicieron ante la inacción de las autoridades culturales y de las iniciativas federales que dicen impulsar la lectura. ¡Lástima…!
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