Bogotá, Colombia. —Traducir en palabras la diversidad de técnicas, temáticas e identidades de las galerías que exhiben en ARTBO (la Feria Internacional de Arte de Bogotá) no le haría justicia a lo que ven los ojos. Incluso curadores y galeristas batallan para identificar alguna característica en común entre los artistas que exhiben. Lo que sí es seguro es que este evento es la vitrina para conocer a las galerías de mayor trayectoria de Bogotá y Medellín (la escena del arte en Colombia, como en México, tiende al “centralismo”, explica Sofía, quien trabaja en la galería LGM), y en consecuencia a sus artistas en boga.
“El arte que se ve en ARTBO muestra que la de Colombia es una escena del arte que se inserta en el contexto internacional y esto significa que hay mucho arte experimental y emergente”, dice María Paz Gaviria, directora de ARTBO.
ARTBO es una feria similar a Zona Maco, que se realiza del 23 al 26 de noviembre en el Ágora Bogotá, un nuevo centro de convenciones que ARTBO también estrena como sede. Participan 113 galerías y aunque quienes vienen a hacer negocios creen que esta edición es más pequeña, la feria se extiende en los cinco pisos del lugar.
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Entre sus salas y pasillos se podrán encontrar obras de los artistas más destacados de Colombia, como la famosa escultura de camisas apiladas y atravesadas por una varilla, de Doris Salcedo (Bogotá, 1958), quien en su larga trayectoria ha expuesto en el Tate y ganó la beca Guggenheim; los cuadros Bixa orellana y Achiote, de Antonio Caro (Bogotá, 1950-2021), quien tomaba logotipos de grandes marcas y los transformaba para hacer referencias a objetos típicos colombianos para reflexionar sobre la identidad de su país. Las galerías Sextante y LGM compiten por ver quién despliega con más orgullo las obras de Antonio Samudio (Bogotá, 1934), artista moderno que había quedado en el olvido, pero que a sus 90 años vive su segundo aire en términos de popularidad, pues LGM busca revalorizar su obra. Incluso hay una obra de Fernando Botero: La Paloma de la Paz, pero que sólo fue colocada como un gesto de homenaje al recién fallecido artista.
Así, ARTBO muestra que el arte colombiano es más diverso y abundante y va más allá de la gran sombra de este ídolo internacional.
Aunque en la feria hay más que este grupo de consolidados. En los escaparates abunda el arte contemporáneo de nuevas generaciones de artistas que comparten el interés de imaginar nuevas realidades a partir de tecnologías y a propósito del cambio climático, la violencia, la salud mental y el comportamiento de la sociedad.
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Nuevas realidades
Hay un tema recurrente entre los artistas colombianos y latinoamericanos: el planteamiento de otras realidades, a partir del desarrollo de nuevas tecnologías y a propósito de la crisis climática.
“Es importante abordar esto en el momento que hay un colapso brutal de la naturaleza”, dice Claudia Segura, comisaria del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y curadora de la sección Proyectos, donde artistas como la argentina Clemencia Echeverri y los colombianos Juliana Góngora y Fernando Arias muestran cómo será el mundo una vez que el humano acepte que no es el centro del mundo.
Otro ejemplo es la obra de Miguel Kuan (Huila, 1980), de la galería Casa Hoffman, que presenta cómo podrían ser algunas especies animales en el futuro en sus esculturas, como mosquitos gigantes hechos de jeringas de plástico o cuervos punk que habitan en nidos de cables; sus piezas están hechas de chatarra tecnológica y plásticos de un sólo uso. O el chileno Felipe Rivas San Martín (Valdivia, 1982), quien destaca porque con Inteligencia Artificial creó fotos de inicios del siglo XX de parejas queer. “Personas del pasado no podían expresar su homosexualidad como hoy en día, por lo que no hay registro de esto”. El artista califica la obra como “un ejercicio retrofuturista”.
Panorama nacional
Varios visitantes dijeron estar sorprendidos por la falta de obra política de artistas colombianos a la venta, pues pocos abordaron el tema de la guerrilla y las consecuencias del narcotráfico. Colombia es más que este contexto, pero algunos consideran que el tema es pertinente. Precisamente Daniel Valencia Cossio (Bogotá, 1996) reconoce que no hay tanto arte sobre violencia, pero considera que hubo “una saturación” del tema por años. Sin embargo, en su serie de cinco pinturas Chúmbala cachúmbala, que exhibe en Artecámara, retoma estos temas porque cree que es importante hablarlos.
Sus pinturas parten de la idea del collage. Valencia toma imágenes de diarios locales y las monta para crear postales de la violencia colombiana, trabajos que presenta como “platillos típicos” o “radiografías nacionales”. Por ejemplo en Veri Veri Guel, que hace burla al colombiano influenciado por la cultura norteamericana, muestra a soldados cortando la planta de coca, imagen típica de la campaña “No plantes la mata que mata”. “Cuando no es la planta la que mata, sino todo un sistema”, dice el artista.
Otro creador que aborda la violencia es Camilo Castaño, con Diarios. En el stand de la Galería Doce Cero Cero 12:00 se muestran estas obras que consisten en manipular con pintura y colores las fotos que se publican en los periódicos colombianos, para eliminar la violencia de sus páginas.
“No se habla tanto de violencia en el arte porque aún hay heridas por sanar, se trata de un trauma generacional. Sin embargo, el que los artistas hablen de cómo podría ser el futuro, traten el tema del cambio climático y las consecuencias del conflicto interno demuestra que en Colombia hay esperanza”, es la forma de ver la propuesta de ver el arte que propone ARTBO, según una visitante local, que estudió arte y ciencias políticas.
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