La imagen arqueológica de Tzintzuntzan, antigua ciudad de Michoacán y capital del imperio tarasco, urbe prehispánica que rivalizó con México-Tenochtitlán por su extensión y poderío, cambió por completo en el último año debido a que en las exploraciones se incorporó la tecnología LiDAR (Light Detection and Ranging, por sus siglas en inglés), un sistema de escaneo con láser en forma de pulsos que permite hacer una topografía de amplios terrenos muy precisa cuando, por ejemplo, la luz atraviesa la flora o detecta las irregularidades de la superficie durante caminatas o exploraciones hechas desde drones, avionetas y helicópteros.
Antes de la aplicación de la tecnología LiDAR, las estructuras halladas en la zona se limitaban a unas decenas. En la actualidad se han detectado más de mil terrazas, estructuras de gran tamaño que muy probablemente sean casas de élites, así como varios montículos piramidales, llamados yácatas en Michoacán. Las estructuras fueron descubiertas a partir de los mapas realizados con la tecnología LiDAR, pero “hablar de mil estructuras es poco” y se estima que en los próximos años la cifra crezca aún más. “Tzintzuntzan siempre ha estado en el imaginario y la palestra de la arqueología mexicana”, dijo en entrevista José Luis Punzo Díaz, investigador del Centro INAH Michoacán y responsable del proyecto Prospección Arqueológica de Tzintzuntzan, mediante tecnología LiDAR.
En la década del 30, el Estado se hizo cargo e “inició una serie de estudios con diferentes intensidades, que no han parado a lo largo del tiempo, y en los que se involucraron destacados arqueólogos, antropólogos y humanistas: Alfonso Caso, Daniel Rubín de la Borbolla y Román Piña Chan hasta llegar al equipo que actualmente trabaja en el sitio. El punto esencial es que en este proyecto estamos entendiendo la ciudad como un conjunto o un todo, mientras que por lo común, a lo largo de la historia, se trabajó sólo desde la zona monumental, la de las pirámides”.
Cuando la arqueóloga estadounidense Helen Pollard recorrió Tzintzuntzan, “se convirtió en un pilar de la exploración”. Entonces, ella estimó que había cerca de 670 hectáreas con vestigios arqueológicos, lo cual sería muy difícil de descubrir en el contexto actual debido a la urbanización en la localidad. Hoy, en trabajo conjunto con la arqueóloga Fernanda Navarro, José Luis Punzo Díaz estima que hay más de mil hectáreas con más vestigios arqueológicos.
“En casi medio siglo no se hizo en Tzintzuntzan un nuevo estudio de la magnitud del de Pollard. Hubo un intento importante de la arqueóloga Eugenia Fernández Villanueva para estudiar un poco más allá de la zona abierta al público, pero realmente no se había hecho un proyecto en el que se tratara de entender a la ciudad arqueológica en su conjunto. La arqueología es una ciencia que se construye sobre los estudios que van haciendo los investigadores, un buen ejemplo es que en 2008 uno de los alumnos de Pollard hizo modelos digitales de los descubrimientos de la arqueóloga”, señaló Punzo.
El potencial arqueológico desaprovechado de la zona sirvió como antecedente para presentarle al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) el proyecto de exploración e investigación en Tzintzuntzan con tecnología LiDAR. Proyecto en el que también colaboran el National Center for Airborne Laser Mapping (NCALM), que operan la Universidad de Houston y el Departamento de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad de California, Berkeley.
“La compañía de drones DJI también nos ha brindado tecnología LiDAR de última generación para los análisis. Desde hace un par de meses, podemos trabajar con tasas de hasta 700 pulsos láser por metro cuadrado desde un dron, lo cual nos ofrece una resolución topográfica muy alta. Los estudios aéreos se pueden hacer desde una avioneta, lo cual permite abarcar muchos kilómetros cuadrados, o desde un dron, que por su propia naturaleza nos permite registrar espacios mucho más pequeños. Son tecnologías complementarias que aplicamos en Tzintzuntzan”.
Sin embargo, la implementación de esta tecnología en Michoacán es anterior a la investigación que coordina José Luis Punzo. En 2014, Christopher Fisher, doctor de la Universidad Estatal de Colorado, hizo estudios en el sitio de Angámuco, en la cuenca del lago de Pátzcuaro, “en uno de los primeros intentos exitosos de análisis con esta tecnología, fue el primero en todo el occidente mexicano. Aunque ciertos puntos habían sido localizados desde hace años, gracias a este estudio descubrieron por completo una ciudad que era difícil de entender en su verdadera magnitud debido a la propia topografía y la vegetación, sobre todo de los malpaíses (terrenos abruptos), michoacanos. Esto fue importante porque el equipo francés de investigación del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA) lleva años trabajando en Zacapu e igualmente aplicó esta misma tecnología, pudiendo hallar una enorme cantidad de sitios arqueológicos con una altísima complejidad en los malpaíses de dicha zona”.
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La punta del iceberg
Sobre el proyecto en Tzintzuntzan, Punzo cuenta que el equipo de investigación regresó de campo hace pocas semanas y que este año se ha dado el trabajo más intenso, debido a que la pandemia paralizó los vuelos y los permisos para el arranque de las exploraciones. “Este proyecto va a ser muy relevante. Puedo decir que es la punta de un iceberg y que lo vamos entendiendo como quien le quita capas a algo. LiDAR es la base para estudiar la ciudad en las próximas décadas. De Tzintzuntzan, más allá de su área central, no sabíamos casi nada”.
Las vías que ha empezado a abrir el proyecto abarcan otras disciplinas. Desde la colaboración con doctores como Alfonso Gastelum, del Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología (ICAT) de la UNAM, para desarrollar nuevos softwares, “nuevas maneras de enfrentarse a estos problemas estudiando las imágenes”, hasta biólogos, como el doctor Roberto Lindig, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES-UNAM), con quien se llevan a cabo proyectos de restauración ecológica e investigación de la cubierta vegetal. “Lo que nosotros, los arqueólogos, quitamos es fundamental para otras disciplinas. El estudio de esa cubierta vegetal permite planear mejor las restauraciones ecológicas de las zonas y la conservaciones de los hábitats”, dijo el investigador.
La implementación de LiDAR, subrayó, representa un cambio de paradigma en las exploraciones e investigación. Junto a los estudios del ADN es, según Punzo, una de las grandes revoluciones tecnológicas que permiten estudiar el pasado en los últimos años; vuelve posible descubrir nuevas ciudades en zonas que ya habían sido objeto de muchas exploraciones de campo. “Podemos tener visiones completamente diferentes de estos asentamientos antiguos, investigar cosas que antes no se nos habían ocurrido: desde las minas hasta cuestiones de agricultura o de los usos del agua. Es una nueva manera de hacer arqueología”, dijo.
En las próximas semanas sucederá un avance importante para el proyecto. En junio o julio se espera tener más resultados LiDAR del análisis en la población de Ihuatzio, “la otra gran ciudad arqueológica del lago de Pátzcuaro. En una línea del tiempo, Ihuatzio y Tzintzuntzan estarían muy cerca, fueron contemporáneas. Sin embargo, son muy diferentes. El estudio de estas dos ciudades será fundamental para el urbanismo tarasco”.
Ahora, el siguiente paso es el trabajo de campo: corroborar presencialmente que los mapas digitales elaborados a partir del escaneo con LiDAR sean algo más que un dibujo, la diferencia arqueológica entre el mapa y el territorio.
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