Teatros, bibliotecas, piscinas, los famosos baños termales y los flamantes estadios que reflejan el amor que Viktor Orban siente por el fútbol tendrán que apagar las luces por la fuerte subida del precio de la electricidad, en este país de Europa central, afectado de frente por la inflación y la crisis energética.

Una situación sin precedente y que es recibida con resignación por los húngaros.

Entre la población de 100 mil habitantes, "nadie se congratula por esas medidas" que dan a la comuna un aspecto de ciudad muerta, pero "no hay otra opción", agrega.

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El deporte es sagrado en el país de Orban que lanzó un ambicioso programa nacional de construcción y renovación de los estadios.

Pero "debe también contribuir al esfuerzo común", considera el funcionario de 48 años, quien también cerró museos y teatros.

El director del teatro municipal Janos Szikora ya encontró otro lugar donde los actores podrán ensayar durante los dos meses de cierre.

"Evidentemente, la educación y la salud son prioritarias, pues es más importante ir al médico que ver un partido de futbol", dice Geza Deli, de 72 años, cruzado en la calle principal.

En Szekesfehervar, a 60 km de Budapest, el club de futbol, que está en primera división, ya no tiene acceso a su estadio. Construido en 2018, puede recibir a 14 mil espectadores y es el orgullo de la comuna.

"No hay tabú", dijo el alcalde Andras Cser-Palkovics, miembro del partido en el poder Fidesz.

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Tampoco hay recriminaciones de los jugadores, obligados a entrenarse en terrenos más pequeños durante la tregua de invierno.

El trabajo "no ha sido particularmente afectado por la decisión drástica de economizar energía", precisó Mol Fehervar FC en un comunicado.

"Después de enero, veremos lo que pasará", subraya Andras Cser-Palkovics, quien pidió a la Federación programar los partidos antes de que llegue la noche.

Otros clubes de primer plano, como Honved y Debrecen, también carecen de estadio.

El descontento crece en la calle

Hungría se prepara para un severo invierno y su Primer ministro, que se vanagloriaba de lo barato de la energía en su país, está bajo presión.

La inflación es una de las más elevadas de la Unión Europea (21,6% a octubre en un año), la recesión amenaza y el país espera aun 14 mil millones de euros de fondos europeos, bloqueados a causa de las preocupaciones por la corrupción y el Estado de derecho.

El descontento crece en la calle, los profesores protestan contra los salarios de miseria. En las tiendas y gasolinerías, la limitación de los precios del petróleo y los productos alimentarios básicos conduce a la escasez.

Un problema del que Viktor Orban responsabiliza a la Unión Europea. "Las sanciones (contra Rusia) nos arruinan", dicen pancartas colocadas en todo el país en el marco de una consulta nacional.

"Es el gran juego de las acusaciones", dice Andrea Virag, del grupo de reflexión Republikon. "Es claro que la táctica del gobierno es culpar a Europa", un discurso que funciona en parte.

"Estudios muestran que muchas personas creen el cuento de Fidesz y acusan a la UE", dijo el experto.

Aunque Szekesfehervar dispone en su territorio de fábricas, lo que la hace una de las ciudades más ricas de Hungría, no es el caso de otras comunas amenazadas por la quiebra.

"Sin apoyo del Estado, muchos no podrán pagar las facturas. Pero para nada sirve esperar un milagro, es mejor asumir nosotros el problema", considera Andras Cser-Palkovics.

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