Cultura

Teatro a contracorriente, sin apoyo estatal ni privado

Las reglas implícitas del estímulo Efiteatro dejan fuera obras con temáticas polémicas o duras por las que las empresas no apuestan. “No es un estímulo a la libre creación”, critican

Villa Woyzeck Town, cuya última función es mañana a las 17:00 horas, se presenta en un espacio no convencional, Casa Womb. La pieza es una adaptación de Xavier Villona al clásico de Büchner, que permite al espectador adentrarse en el universo de la obra, intervenir en ella e interactuar con algún personaje.
12/05/2023 |00:00
José Quezada
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Teatro a contracorriente, sin apoyo estatal ni privado

Las reglas implícitas del estímulo Efiteatro dejan fuera obras con temáticas polémicas o duras por las que las empresas no apuestan. “No es un estímulo a la libre creación”, critican

Villa Woyzeck Town, cuya última función es mañana a las 17:00 horas, se presenta en un espacio no convencional, Casa Womb. La pieza es una adaptación de Xavier Villona al clásico de Büchner, que permite al espectador adentrarse en el universo de la obra, intervenir en ella e interactuar con algún personaje.
12/05/2023 |00:00
José Quezada
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Los directores y dramaturgos de dos obras que se encuentran en la cartelera teatral de la Ciudad de México y toman como base dos clásicos (el "Woyzeck", de Georg Büchner, y "Persona", de Ingmar Bergman) para llevar más allá de sus límites habituales al lenguaje escénico, se han enfrentado a las reglas no escritas y limitantes en el principal apoyo que existe para dicha disciplina en México: el , estímulo fiscal que permite que los particulares destinen el pago de impuestos al desarrollo de un proyecto cultural.

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El sueño lúcido que plantea "Villa Woyzeck Town", de(Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido 2010), no fue un proyecto que competiera para el Efiteatro por diversas razones. El argumento de la pieza de Büchner es replanteado en un pueblo fantasma y posrevolucionario, pero su cualidad no es la adaptación, sino que este universo sucede de forma simultánea en cada espacio de una casa adecuada para darle vida a la historia (Casa Womb; Reforma 5, San Simón), permitiendo que el espectador intervenga en el argumento y lo modifique o que siga el destino de alguno de los personajes.

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La primera razón por la que el director y dramaturgo decidió que no debería competir por el Efiteatro es que la obra no estaba planteada para un espacio convencional.

“Estoy convencido de que ésta es una propuesta que los jurados no habrían apoyado. Ellos piden cartas de los teatros y yo nunca he visto que Efiteatro haya apoyado una obra en un espacio no convencional. No es un estímulo a la creación libre. Villa Woyzeck necesita una casa y para pedir un Efiteatro tendríamos que rentar un espacio con permiso de uso de suelo de espectáculos, que además tuviera las características de una casa y de un teatro”.

Por un lado, dice, los jurados son gente convencional, que apoya puestas en escena convencionales y bonitas. Mientras que su "Woyzeck es caótico", dura cinco horas (dos funciones de dos horas y media que se repiten en cuanto acaba la primera) y se enmarca dentro del “teatro de inmersión” (poco explorado en México).

“Estoy convencido de que no puedes hacer un teatro avant garde, a contracorriente, que rompa estructuras y pedirle al Estado dinero para ello. Sé que los jurados de Efiartes eligen un tipo de obra que los empresarios van a entender”.

Villanova habla desde su experiencia: dos veces un proyecto suyo fue preaprobado, sin conseguir una empresa aportante. “Era una tragedia y había incesto. El Efitetatro es un asunto empresarial que beneficia proyectos, de alguna manera, pop, familiares, que se presenten en teatros reconocidos y garanticen taquilla; que las empresas vayan a verse bien apoyándolo”.

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Los discursos asépticos del arte y la carencia de convocatorias para proyectos que expandan sus horizontes, señala, son la base de esto. A pesar de que al aire lo recorre la idea de que el teatro arriesgado no tiene público, la asistencia a la obra y su difusión han sido notables.

El otro caso es el de Persona, que dirige Gutemberg Brito, actor, bailarín y director brasileño radicado en México. Si en la película homónima de Bergman se cuestiona el lenguaje cinematográfico, en esta adaptación, Brito busca romper las convenciones de cómo se comprende el teatro: con un dispositivo escénico austero para agudizar los sentidos: la visita, antes de que empiece la obra, a una exposición; música en vivo: un trío de cuerdas, dos cantantes de ópera y un percusionista; y una taza de té en la mano de los espectadores como parte del performance.

El objetivo de la pieza es explorar la vida interior del personaje principal, Elisabet Vogler, actriz que pierde la voz mientras se prepara para actuar en la Electra, de Sófocles, y reflexionar sobre nociones que van del erotismo a la maternidad.

En 2018, Brito concluyó la primera versión del proyecto y buscó, de forma independiente, ciertas empresas. Se le dijo, entonces, que para participar en el Efiteatro tenía que conseguir, antes, el apoyo de los empresarios. Pero rechazaron la obra; les dio miedo y no les agradó la idea de que Hacienda escarbara en sus cuentas. Después llegó la pandemia y Persona se desarrolló por su parte. “Ahora sé que puedo meter el proyecto sin tener empresa y, si es aprobado, el siguiente paso es conseguir al empresario aportante”, cuenta.

A pesar de esa mala experiencia, Brito no pierde la esperanza y planea, en algún momento, competir por el Efiteatro, además de sentirse agradecido de que el Cenart le abriera las puertas para la puesta en escena.

Como en el caso de Villanova, Brito ha visto una gran recepción de un público ávido y abierto a la experiencia teatral, y destaca que se le ha dicho que es privilegiado por estar en un grupo independiente al que se le dieron 11 funciones.

“Queremos que los empresarios de este país empiecen a voltear hacia el teatro, que empiecen a ir a ver las obras. Necesitamos hacer un trabajo conjunto entre proyectos públicos y privados; entre compañías jóvenes y con más tradición para promover el diálogo”, señala.

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Una muestra de que se trata de reglas implícitas o criterios difíciles de definir es el caso de Richard Viqueira, uno de los creadores escénicos más radicales de México.

De hecho, su obra Bozal tuvo el Efiteatro; al principio, cuenta, el proyecto era más transgresor de lo que fue al final; y subraya que siempre se ha hablado de una bolsa común ciega, pero lo que se requiere es el apoyo de las empresas sin establecer discursos: “Que hubiera una bolsa a la que las obras con un mayor puntaje artístico pudieran acceder sin condicionantes”.

Para el crítico teatral Juan Carlos Araujo, el Efiteatro no está regido por modelos de producción, sino por la entrega de requisitos fiscales, donde las comas y los acentos son lo central. Sin embargo, el debate puede llevarse más allá y pensar en la ausencia de obras de crítica directa a la administración actual —salvo en el cabaret que, en palabras de Araujo, siempre ha sido tierra fértil para la sátira política—, algo que no sucede ni en el ámbito independiente ni en el institucional.

“Una obra de crítica directa podría ganar el estímulo no porque no haya un mecanismo de censura, sino porque a la administración no le interesa lo que pasa en la cultura”, dice.

Por su parte, el creador escénico y miembro del MOCCAM (Movimiento Colectivo por la Cultura y las Artes en México), José Antonio Cordero, complementa que los mismos artistas están cediendo la capacidad crítica al poder económico que marca el Efiteatro.

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