Madrid. —Periodista, empresario y coleccionista de arte, Josep Maria Benet Ferran, conocido como Tatxo Benet, ha hecho del mecenazgo un acto de rebeldía, porque muchas de las obras que adquiere han sido polémicas en su momento.

Benet ha desafiado a golpe de chequera a la censura comprando obras que escandalizaron a las buenas conciencias y que el empresario catalán ha ido incorporando a su antología de arte vetado por el oficialismo.

Su última adquisición ha sido el polémico cuadro "La Revolución", del mexicano .

La controversia que causó en México bastó para despertar el interés de Benet, quien estableció contacto con Cháirez para pujar por la obra y finalmente incorporarla a su catálogo de cerca de 70 piezas marcadas por su contenido explosivo y que algún día confía en exponer al público.

Nacido en Lérida (Cataluña) en 1957, Benet es uno de los directivos y accionistas de Mediapro, una gigantesca productora audiovisual que contribuyó a lanzar en 1994 y que se ha distinguido en España por su perfil progresista.

“Opto por decir lo que pienso y si a alguien le molesta, lo siento mucho; nadie me ha dejado de hablar por ello”, dijo al diario Ara a propósito de los titulares que algunos medios le dedicaron por cuestiones políticas.

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Con 58 sedes en ciudades de cuatro continentes, más de 7 mil trabajadores y unos mil 900 millones de euros anuales de facturación, Mediapro absorbe su tiempo desde que abandonó el periodismo profesional hace más de 20 años, aunque vuelva a él cada vez que puede.

Inquieto y emprendedor, Josep Maria Benet Ferran se acaba de embarcar como socio en el proyecto de una librería, Nueva Ona, que abrirá próximamente.

Además del cuadro de Zapata, entre las adquisiciones del mecenas destaca la pieza "Presos políticos en la España contemporánea", un collage de Santiago Sierra con 24 rostros pixelados que fue retirado de la exposición de ARCO Madrid ante las protestas de las autoridades.

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También compró una estatua del rey emérito Juan Carlos sodomizado titulada "La bestia y el soberano", y que fue censurada por el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, por tener un carácter desmedido.

El empresario catalán compró además la escultura "Always Franco", de Eugenio Merino, en la que el dictador español con traje militar posaba encogido dentro de un refrigerador, y la cual también encendió los ánimos de los sectores más conservadores del país ibérico.

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