Para sobrevivir durante 30, 35 o 40 años en el mundo de la danza hay que hacer grandes sacrificios. Algo de lo que es consciente Claudia Lavista, cofundadora de Delfos Danza Contemporánea junto a Víctor Manuel Ruiz: "Sé lo difícil que es, yo puedo hablar por mis colegas y siento una gran admiración hacia gente como Cecilia Lugo o agrupaciones como Antares. A pesar de todo, yo volvería a repetir el camino que nos ha dado una comunidad preciosa y una voz en la danza que hemos logrado sostener", afirma Lavista.
La voz de Lavista es reafirmada con las palabras de una triada de directores de compañías que coinciden para celebrar sus respectivos aniversarios en 2023. En el caso de Delfos, asentada en Mazatlán, son 30 años; en el de Antares, dirigida por Miguel Mancillas, con residencia en Hermosillo, Sonora, son 35 años que se celebran en el presente porque los estragos de la pandemia no lo permitieron en 2022. Mientras que en la Ciudad de México Contradanza llegó a las cuatro décadas de subsistencia.
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Un factor común para permanecer en una carrera donde lo que cuenta más es la supervivencia —resistir a través de los años, alcanzar cierta estabilidad— son las redes de apoyo: su propio gremio dancístico que está al pie del cañón en las buenas y en las malas.
Ejemplo concreto es la presentación hoy, en el Palacio de Bellas Artes, a las 19:00 horas, de "Paisajes insondables", díptico en el que Lavista estrena su pieza "Óxido" y Ruiz repone "Minimal". Sin embargo, detrás de este festejo hay una inversión necesaria: boletos de avión y autobús, traslado de escenografía, pago de hospedaje y los requerimientos de SAFA. Ensamble de percusiones, que interpreta música en vivo. Esta logística compleja no obedece a un programa excesivo, sino a una cuestión de principios: ser congruentes con su espíritu interdisciplinario; tarea imposible sin el apoyo, cuenta Ruiz, del Instituto Sinaloense de Cultura y del Instituto de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán, así como de la iniciativa privada, a través de Coppel, y la SAS (Sociedad Artística Sinaloense).
Un apoyo particular, preciso para ejemplificar cómo las compañías sobreviven a través de una red cultural, sin bordes delimitados salvo la solidaridad, fue la invitación que Delfos recibió para presentarse en el Festival Danzatlán: el pago digno, a la altura de su trabajo, es un aliciente: "Una institución de alto nivel nacional ofrece 20 mil pesos por función para un equipo de trabajo de 14 personas. Es una locura porque detrás de esto hay al menos tres meses de trabajo", señala Lavista y recalca la imposibilidad evidente de sobrevivir sólo de las funciones o del apoyo de la iniciativa privada, puesto que muchas veces las grandes empresas se fijarán antes en una promesa de la plástica o en una orquesta: "Está bien, pero es un hecho que a la danza contemporánea le llegan gotas que no son suficientes para mantener un equipo de trabajo". Otro gran apoyo se los ha dado Raúl Rico González, titular de Cultura de Mazatlán, resalta Lavista.
Si Delfos en los últimos años ha sobrevivido sin el apoyo de México en Escena, "detenido por un asunto administrativo", es gracias a la lealtad de sus integrantes y una estrategia plural: en específico, la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán, proyecto paralelo que permite que los bailarines tengan un sueldo de maestros. Otro parteaguas fue asumirse como empresa cultural y constituirse jurídicamente.
La proyección nacional e internacional, en el caso de Antares, también se logró con una multiestrategia que consistió en abordar el arte desde otros ángulos: ofrecer funciones al aire libre y en escuelas, así como charlas, clases y funciones didácticas para un público no especializado.
"En México es difícil entender esto como una profesión. El carácter se forja comprendiendo las dificultades a las que uno se va a enfrentar a través de los años", afirma el director, Mancillas, quien resalta que la gente que se ha sumado al proyecto desde su fundación también ha comprendido que Antares es un grupo independiente en el que el trabajo se lo reparten sus integrantes: difusión, gestión, producción, vestuario, prensa, redes sociales y demás. Una nómina de labores que muestra una realidad a la que Mancillas —cuya coreografía "Las buenas maneras" se presenta el 12 de agosto en el Palacio de Bellas Artes, en el marco de la temporada Palacio en Movimiento— llama a atender: la necesidad de que la iniciativa privada vea la danza como una plataforma económica; la disposición de invertir y ver su potencial capitalizable debería ser una apuesta que cambie la realidad del país, señala.
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"Sabemos que no vamos a competir con Rosalía", retoma la palabra Ruiz y se pregunta qué corresponde hacer: "Competir a nivel de promoción y difusión con la lógica de las redes sociales y la mercadotecnia. Es importante que la danza se promueva como un artículo de primera necesidad". Un caso de éxito que cita es el reciente Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López en San Luis Potosí, que ha retomado impulso en los últimos tres años y demuestra que puede haber buenos resultados cuando a un gobierno le interesa apostar por la identidad que pueden darle los proyectos culturales.
"Formar parte de un gremio en el que hemos caminado juntos, aunado a la tenacidad por el mismo deseo: que se conozca la danza contemporánea, es lo que nos ha permitido sobrevivir. Es un ideal. Sin el deseo no se lucha y no se va a contracorriente", afirma Cecilia Appleton sin quitar el dedo del renglón: en México la danza ha luchado por foros, espacios y financiamientos; es un trabajo colectivo, en el que hay que estar vigente y buscar apoyos, sin olvidar la creatividad. "El asunto económico es el más fuerte; en el día a día tenemos que dividirnos en diferentes trabajos que nos impiden dedicar el tiempo necesario a la compañía".
Tras la pandemia, abunda Lavista, los pagos no se han nivelado; en muchos casos, siguen siendo los mismos tabuladores de hace una década, ignorando el impacto de la inflación económica.
Si la agenda política no mira hacia la danza como algo fundamental, continúa Appleton, nunca habrá una presencia de base económica. Tanto Appleton como Mancillas coinciden en que el arte es un engrane fundamental en la formación humana. La precariedad económica acabaría, señala, por una parte con la ayuda del Estado; por otra, con la de la iniciativa privada.
En el reciente Módulo Sobre Eventos Culturales Seleccionados (Modecult 2023), análisis de consumo de eventos culturales en los últimos 12 meses, publicado por el INEGI, la danza tuvo el menor porcentaje de asistencia (7.5 %) y contrastó con el cine, que tuvo el 42.3 %; cifras que a los directores de Delfos no les sorprenden, mientras que Mancillas las ve con optimismo: En el pasado, la danza ni siquiera hubiera tenido un lugar en un estudio de este tipo, afirma.
Las políticas culturales —retoman la palabra Ruiz y Lavista— son el gran reto del presente: desde las cláusulas del Sistema Nacional de Creadores del Arte (SNCA), en las que un maestro no puede acceder a éste porque se le considera servidor público, hasta la incertidumbre ante la posibilidad de que no se publique la próxima convocatoria México en Escena y la estructura del Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en las Artes (Efiartes), "un arma de doble filo" con la que puede priorizarse el trabajo de los gestores que saben hacer un impecable trabajo administrativo por encima del arte per se. Hay una falacia de fondo, coinciden los directores de Delfos, en la que se cree que quienes han tenido una beca en varias ocasiones ya no deben recibirla. El llamado que hacen es a repensar y valorar, en una dimensión diferente, las políticas públicas respecto a las artes escénicas.
"No hubiéramos podido graduar 21 generaciones de artistas sin la posibilidad de acceder a las becas del exFonca (...) Es cierto que las nuevas generaciones deben tener espacios, pero tampoco pueden ser desechadas a la basura las agrupaciones que picaron piedra por varias décadas y que han ayudado a formar nuevas generaciones. Eso se llama neoliberalismo", afirma Lavista.
Ahora, sin un apoyo estable, su estrategia de supervivencia debe ser replanteada. En un futuro próximo—son conscientes—, el modelo de las grandes compañías dejará de ser rentable en absoluto. A pesar de su trayectoria y éxito internacional, especulan que Delfos va a terminar por ser sólo una gran plataforma.
"El presente de la danza en México es difícil. Quienes nos dedicamos al arte siempre estamos buscando estrategias para sobrevivir. Se cierra una puerta y se abre otra, pero lo que puedo asegurar es que hoy es mucho más complicado", concluye Ruiz.