Gonzalo Celorio asume el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2022, que le fue otorgado por su libro Mentideros de la memoria, como el reconocimiento a una obra literaria que define como una “autobiografía intelectual”, donde habla de escritores a los que conoció, admiró y trató, como Juan Rulfo, Juan José Arreola, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Eliseo Alberto, Dulce María Loynaz y Alfredo Bryce Echenique, entre muchos más, pero sobre todo lo recibirá como la celebración a su obra en la literatura.
El próximo martes 18 de julio, a las 19 horas, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en una ceremonia solemne, el escritor y ensayista nacido en la Ciudad de México, en 1948, profesor de la UNAM desde hace 49 años y director de la Academia Mexicana de la Lengua se sumará a la lista de premiados por un libro que es una galería de retratos de escritores que admira, “habiendo hecho los retratos, me animé a hacer una exposición”, afirma.
En una larga conversación en su casa del Ajusco, en una biblioteca de la que se siente orgulloso y concibe como única, pues es una biblioteca de literatura, especializada en narrativa Hispanomericana, el escritor adelanta el lanzamiento de una edición especial con su trilogía “Una familia ejemplar”, conformada por Tres lindas cubanas, El metal y la escoria y Los apóstatas; y la escritura de un nuevo libro, mucho más personal y autobiográfico: Ese montón de espejos rotos, que es la definición de Borges para la memoria. Sobre la memoria y sus orígenes familiares ronda su literatura.
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¿El Villaurrutia reconoce su libro más personal?
Creo que este es un libro de homenaje a la literatura, también de crítica literaria en el mejor sentido de la palabra. Es un libro en donde prevalece la literatura, es una especie de autobiografía de mis lecturas, pero con una característica singular: tratándose de un texto bastante autobiográfico, el protagonista no es el autor, los protagonistas son aquellos escritores de los que hablo, es decir, que yo soy más bien un testigo privilegiado que tuve la oportunidad de conocer, de tratar a algunos de estos escritores, algunos de ellos de manera muy próxima y cercana, algunos de una forma más distante u ocasional, y de otros fui su amigo, y de unos más, su alumno. Es una galería de una serie de retratos de estos escritores.
¿Está muy presente Celorio, aunque no demasiado?
Yo traté de tener un perfil bajo, no de una manera deliberada, porque yo sabía que eran recuerdos personales, pero no quería de ninguna manera meterme a este escenario para figurar de manera protagónica y porque hay una diferencia generacional, es decir, no estoy hablando de mis contemporáneos, estoy hablando de los escritores de generaciones anteriores, sobre todo de la segunda mitad del siglo XX, que son los escritores a los que tuve la oportunidad de leer como un lector precoz, juvenil, y por otra parte, como discípulo y aprendiz. Por eso en la portada no estoy yo, sino esta biblioteca que es mi verdadera autobiografía de lector, que es de alguna manera sobre lo que este libro trata.
¿Cómo fue esa recuperación de la memoria?
Es un libro que desde el título es memorístico, que hace un recorrido por diversas épocas, algunas de ellas ya remotas, otras más recientes, pero es una especie de historial de mis lecturas, y en ese sentido, hay momentos que se remontan a los años 60, hay otros que se llevan a cabo en los 70, en los 80, en los 90. En un momento dado, uno se vuelve más un relector, que lector y aquí lo que advierto es la relectura sostenida a lo largo de medio siglo, quizás.
¿Su obra se sustenta en su vida y la de su familia?
Mis novelas son muy memorísticas, soy un escritor que podría tener cabida en esto que hoy llaman autoficción. Es curioso, en la literatura de lengua española hay un gran pudor y en general las obras autobiográficas son obras de carácter público, el autor habla mucho más de su vida pública que de su vida privada. Y esta especie de ausencia —porque no tenemos grandes textos autobiográficos, quizás el más señalado e importante sea el Ulises criollo, de José Vasconcelos, pero él mismo en una segunda edición se vio precisado a censurarlo y mutilarlo— se ha zanjado ahora a través de la literatura de autoficción, y hay muchos escritores y sobre todo muchas escritoras que han incurrido en esta literatura, que es autobiográfica pero siempre tiene la vestimenta de la ficción.
¿Usted sigue en la memoria, en sus orígenes?
Estoy preparando un nuevo libro que sí va a ser totalmente autobiográfico, donde yo voy a ser el protagonista; he dedicado mis obras anteriores a hablar de mi familia, de mi historia, de mis antepasados, de mis escritores, he dedicado muchos textos ensayísticos a las obras de los demás, de manera que ya a esta edad llegó el momento de hablar de mí mismo, en esta especie de recopilación.
¿Un libro en absoluto autobiográfico?
Voy a publicar un libro donde se presenta esta desnudez, ya no cubierta tanto de la ficción. Me voy a ataviar y a vestir de mi propia desnudez. Ese libro va a llevar un título de homenaje a Borges, se llama Ese montón de espejos rotos, que es la definición que Borges tiene de la memoria en un poema maravilloso llamado “Cambridge”. Son espejos donde nos reflejamos, la memoria siempre es selectiva, es fragmentaria, está rota, nos reflejamos de alguna manera distorsionada, pero es un reflejo de nosotros. Estoy muy entusiasta con la redacción de esta nueva obra que va muy adelantada.
¿Cómo evalúa su vida y esta literatura tan suya?
Creo que todo tiene que ver con un impulso poético, la poesía lírica es el género del yo; la narrativa, en cambio, es la literatura del él; mientras que el teatro es la literatura del tú. El género lírico es el triunfo de la primera persona, el poeta habla de sí mismo, de sus sueños, de sus anhelos, de sus amores, de sus pérdidas, de sus carencias, de sus dolores, de sí mismo. Creo que, en el fondo, como me ha dicho mi querido amigo Eduardo Casar, tengo una especie de vocación poética en el sentido del yo, del gusto por la palabra precisa y exacta. Para mí, cada palabra es insustituible, soy un cultor de la forma, realmente, y en ese sentido hay una especie de ánimo lírico, poético, entonces es natural que hable mucho desde la primera persona.
¿Contar la historia de su familia para contarse a sí mismo?
Desde muy joven quise contar la historia de mi familia porque pensé que mi familia podría resultar ejemplar en un escenario social o histórico, político, cultural. Porque es una familia donde ha habido migración, exilios, revoluciones. En mis novelas hablo de cuatro revoluciones: la Revolución Mexicana, la revolución cubana, la revolución nicaragüense, y habló también de esa especie de revolución que fue la Guerra Civil Española, de manera tal que hay una especie de épica en la propia historia de mi familia.
Todo eso me parecía que era materia prima suficiente para que pudiera tener un interés extra familiar. Las tres novelas de mi saga: Tres lindas cubanas, El metal y la escoria y Los apóstatas forman una trilogía que tiene nombre y que ahora se va a publicar en un paquete de tres tomos que se va a llamar en conjunto Una familia ejemplar. Ejemplar en un sentido literal e irónico, porque es también una familia llena de miserias y de monstruosidades. Una familia que tiene representatividad y por eso creo que se lee como la historia no de la familia de Gonzalo Celorio, sino la historia de los países donde ocurren estos acontecimientos: España, México, Cuba, Nicaragua.
¿Su interés es continental?
Siempre he tenido una idea de una dimensión latinoamericana integral, quizás por mi gran afección en su momento a la revolución cubana, de la que ahora soy particularmente crítico, gracias a que pude hacer una novela que me fue revelando una serie de contradicciones insalvables. Por otra parte también he tenido la fortuna de pertenecer a instituciones de dimensión latinoamericana, la primera sin lugar a dudas, nuestra UNAM, que en su escudo tiene a todo el continente latinoamericano, dirigí el Fondo de Cultura Económica, que es o era una editorial de dimensión absolutamente latinoamericana.
¿Cómo recibe este premio?
Estoy muy contento con este premio, la verdad; me siento muy honrado de recibirlo, es un premio de escritores para escritores, como lo son muchos de los premios, pero éste es el reconocimiento de los pares, y además porque lleva el nombre de Xavier Villaurrutia.
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